Teruel. Cierto es que Nacho González no cuenta en este Deportivo Alavés con un fondo de armario esplendoroso que le permita vestir un modelito nuevo y diferente cada día -menos aún en la actual crisis en forma de bajas que sufre una plantilla ya de por sí escasa de futbolistas-, pero el técnico vitoriano ha demostrado que es un diseñador de alta costura, capaz de componer un traje de gala a base de retoques, de variar unas cuantas puntadas y de cambiar de sitio algunas piezas para transformar en un modelo perfecto lo que para otro serían jirones desechables. Y así, con un pespunte por aquí, un fruncido por allá y un doblez por acullá, el preparador albiazul es capaz de vestir a su Glorioso con las mejores galas para salir a desfilar con la máxima competitividad por cualquier pasarela.

Uno de los retoques que más le gustan a Nacho González, sobre todo cuando el partido se juega a domicilio y se entrevé en el horizonte una destacada exigencia física, es variar el perfil del doble pivote sobre el que se sustenta el sistema 4-2-3-1 que aplica desde que se sienta en el banquillo alavesista. Si se requiere esfuerzo, sacrificio, anticipación, garra, pelea y toda una serie de sinónimos de estos término referidos, la pareja perfecta la conforman Jaume Delgado y Jagoba Beobide, dos auténticos obreros de la destrucción.

Y es que, si la belleza del fútbol radica en la imaginación y el talento, la realidad indica bien a las claras que en todo equipo que quiere ser ganador hacen falta currelas. No solo saber vestirse de Armani o Dior es importante. Mucho menos en una categoría que en demasiadas ocasiones exige más la vestimenta de un buzo de peón que de un traje de etiqueta.

Para que los conceptos de los grandes diseñadores triunfen, antes tienen que aplicarse las tijeras y las agujas. Ahí es donde se ponen manos a la obra futbolistas como Jaume y Beobide, jugadores de corte y confección capaces de conformar por ellos mismos el armazón de todo un bloque. El catalán y el guipuzcoano se han convertido por derecho propio en una sociedad que asienta en su sacrificio defensivo el brillo de todo el colectivo albiazul.

La de ayer en Teruel fue una nueva muestra -la segunda tras verse la primera en Catarroja- de que esta pareja de pivotes va a tener una enorme relevancia esta temporada. Quizá en Mendizorroza Nacho González apueste por acompañar a uno de estos dos valladares defensivos de un futbolista más destinado a las labores de creación, pero a domicilio este doble pivote va a ser el titular en muchos partidos por la solidez que aporta al equipo con su espíritu de sacrificio.

En esa gris y poco reconocida labor de destruir el juego de los rivales -siempre ha sido más alabado el que erige un edificio que el que se dedica a derribarlo-, Jaume y Beobide conforman una pareja que se complementa a la perfección. El catalán es un dechado de experiencia y tiene como máxima virtud una colocación sobresaliente sobre el terreno de juego que casi siempre le conduce a anticiparse a sus adversarios cuando el balón está cerca. Ese saber estar del excapitán del Lleida, que siempre está en la posición adecuada, se adapta a la perfección al desbocado potencial físico de un Beobide que pone las piernas en ese difícil trabajo de anticipación que llevan a cabo estos obreros de la destrucción.