Vitoria. El Deportivo Alavés parece ser uno de esos alumnos que no necesitan pasarse horas estudiando para aprenderse la lección. Un aviso, un amago de suspenso, una posibilidad de que las nubes surjan en el horizonte. Nada más le ha hecho falta al conjunto vitoriano, falto del nivel de intensidad necesario durante toda la primera parte, para hincar los codos con presteza y llegar con tiempo sobrado para aprobar el examen de la segunda eliminatoria copera. Con sufrimiento, pero a base de recuperar las señas de identidad que en la primera parte se habían olvidado en el vestuario, El Glorioso se queda a las puertas de una cita histórica, aunque para alcanzarla todavía habrá que superar una última ronda, la tercera, la que da a los modestos la oportunidad de convertirse en protagonistas de los informativos. Para eso habrá que esperar y sacar conclusiones de la lección que ayer se aprendió en un tiempo récord para evitar la primera estocada del año.

Se le volvieron a poner las cosas de cara desde muy temprano al conjunto vitoriano al culminar Barahona un mano a mano tras sensacional pase en profundidad de Jonan, pero desde esos primeros compases se pudo comprobar que el Alavés se había dejado una parte primordial de su identidad olvidada en alguna parte. Falto de agresividad, timorato y demasiado tembloroso en defensa. La sensación de peligro por parte de un Atlético Sanluqueño, decidido en su juego a pesar de verse por debajo en el marcador, fue una constante y el cuadro gaditano se convirtió en una amenaza permanente.

Sin llegar a disparar, la presencia del Sanluqueño en zonas de peligro comenzó a provocar una sensación de zozobra que el conjunto local era incapaz de quitarse de encima por sus problemas a la hora de hacerse con el control del balón. Apocado, grisáceo y sin la agresividad que tan buenos resultados le ha dado en el arranque del curso. Que sirva como ejemplo. Si no muerde, este Alavés se convierte en un equipo vulgar, del montón.

Para colmo de males, la desgracia de un error garrafal de esos que se verán repetidos hasta la saciedad cuando lleguen los especiales televisivos de fin de año. El fallo de Iturrioz, poner el balón en el suelo para sacar sin fijarse si por detrás quedaba aún algún rival, se ha repetido tantas veces en la historia del fútbol que es difícil explicar cómo se sigue dando todavía. Errare humanum est. Poco más se puede decir de ese despiste que tan caro le costó a un equipo que se veía obligado a volver a empezar de nuevo.

Por fortuna, el cuadro vitoriano parece aprender de sus errores y el cambio en el juego fue radical. Apostando de nuevo por las bandas, se presentó en zonas de peligro generando inquietud en la meta visitante, aunque sin llegar a encontrar remates claros y yéndose a los vestuarios quemado por un colegiado con excesivas ganas de convertirse en el innecesario protagonista.

El descanso le sirvió el equipo para espabilarse y darse cuenta que a medio gas iba a ser imposible batir a un correoso rival como el Sanluqueño que demostró no estar para nada exento de calidad. Así, aunque el Alavés se hizo con el control del balón, los sustos no desaparecieron, como en el remate de Espinar al larguero tras un grave fallo atrás de Luciano.

Pero, a partir de ahí, el conjunto albiazul se convirtió en protagonista principal y casi único dentro de la escena, sobre todo a partir de la entrada en el campo de Sendoa. Volcado definitivamente sobre los dominios gaditanos, el ataque alavesista se convirtió en un constante asedio a la meta de Savu, pero la acumulación de defensas en su entorno y las buenas intervenciones del propio guardameta iban dilatando la esperada resolución, el anunciado derribo. El mismo llegó con apenas un cuarto de hora para llegar a la prórroga de una mágica conexión entre Miki y Jonan que el vizcaíno, de sutil toque, definió a la perfección para situar al Alavés en el bombo de mañana. Cómodo con el balón y asentado en su estilo, apenas ni sufrimiento final vivió el equipo de Nacho González, que supo sobreponerse a su mal inicio de partido para recuperar todas las virtudes que le han hecho fuerte en este arranque de curso y darle así una nueva alegría a Mendizorroza.