Catarroja. Esta nueva versión del Deportivo Alavés no engaña a nadie. Serio, solvente y peleón atrás, pero todavía falto de recursos para construir su juego más allá de la calidad individual, que es mucha. Ese talento se ha sabido transformar en efectividad de cara al gol para matar un partido en apenas dos acciones de peligro real. Dos goles y para casa con el pase a la segunda ronda en el bolsillo tras un nuevo ejercicio de máxima seriedad que evidencia, no obstante, que el bloque aún se encuentra en fase de rodaje. Y, pese a ello, a falta de redondear el fútbol, los primeros objetivos se van cumpliendo a base de trabajo y eficacia.

Apostó Nacho González por un concepto diferente al de Barakaldo con un doble pivote de puro corte defensivo con la presencia de Beobide acompañando a Jaume, lo que otorgaba una mayor libertad de movimientos a los cuatro hombres de arriba. El problema es que, sin la presencia de un cerebro, el equipo se atascó demasiado en un juego que ya de por sí no es redondo y el recurso de la salida del balón en largo desde los pies de Luciano se convirtió en la opción principal, que no la más provechosa.

Serio en la contención, donde no concedió más allá de un pequeño susto a balón parado, este Alavés choca de momento contra un muro cuando le toca descifrar la defensa del oponente. Hay calidad individual en la vanguardia, a espuertas, pero el poder de un equipo se basa en la suma de todos los factores. La unión hace la fuerza y al fútbol, de ataque albiazul aún le falta demasiado argamasa.

Así, más allá de disparos lejanos intentando sorprender al meta local, casi siempre adelantado, las principales jugadas de peligro a lo largo de la primera parte salieron siempre de las mismas piernas, las de Luismi. El cacereño ha sido de los último en incorporarse, pero en los dos primeros partidos ya ha dejado claro que no va a dejar que sus compañeros le coman el mijo por esa ventaja que tienen de llevar trabajo avanzado. Quizá no esté en plenitud física, pero con un poco de inteligencia y criterio a la hora de elegir la mejor opción de suple esa posible carencia.

Y es que arriba le sobró al equipo la filigrana -sobre todo a un Viguera que se recreó en exceso- y le faltó la mordiente de su aparato defensivo. Destacaron en este sentido tanto Beobide como Luciano, el primero abarcando un gran espacio en el centro y recuperando multitud de balones y el segundo ejerciendo de líder de la zaga y mostrando galones.

El correr de los minutos iba hundiendo cada vez más al conjunto vitoriano en unas peligrosas arenas movedizas. Equipo de superior categoría y obligado a ganar, sí, pero menguado aún de recursos suficientes como para desentrañar este tipo de compromisos ante rivales que se pertrechan con cierto orden atrás, aunque se muestren completamente inofensivos.

Por fortuna, apareció por la izquierda de nuevo Luismi para echar mano de calidad y picardía y abrir con un penalti la segunda parte. Salcedo, de disparo seco y elevado al centro, sacaba el preciado gol de la lata que se había encargado de abrir el cacereño. Lo más difícil estaba conseguido y la clave a partir de ese minuto 54 era no sufrir.

Y no padeció demasiado el cuadro albiazul, que vio cómo su rival tampoco se decidía a abandonar posiciones defensivas a pesar de la inferioridad en el marcador. Eso sí, cuando lo hizo, lo pagó caro. Este Glorioso está diseñado para matar a base de dentelladas. Para morder a sus rivales hasta desollarlos. Y ahí Beobide es el líder de la jauría. Perro de presa de pedigrí el de Azpeitia. Recuperación y pase rápido. La manera perfecta de montar una contra. De la combinación entre Rubio y el recién ingresado Guzmán surgió el resto. Guante de seda y balón medido a la cabeza de Viguera para sentenciar el pase a la siguiente ronda con el gol del riojano y casi media hora por jugarse. La Copa vuelve a Mendizorroza.