Barakaldo. El Deportivo Alavés se encuentra en plena fase de aprendizaje. De momento, no llega mucho más allá del abecé básico. Para poder correr hay que empezar por saber andar. Este equipo está aún en el período del gateo, el de ir a trompicones. Más que suficiente. Hay tres o cuatro cosas que ya domina. Con eso basta de momento. El guión de este equipo es de sobra conocido. Seguridad máxima en defensa y tratar de aprovechar la calidad de la vanguardia. Ya llegará el tiempo del efectismo. La actual es la hora del resultadismo. De crecer ganando. De saber sufrir y aprovechar al máximo cada concesión del rival. Como ayer en Barakaldo, donde un gol de Luismi después de mucho padecimiento rubricó el estreno victorioso.

Con oxígeno en pulmones y piernas el cuadro albiazul dejó claro desde el primer minuto que no va a ser un equipo de los que se amedrentan sobre un terreno de juego si el rival tira por la vía del tuteo físico. Como astado salido de toriles, el conjunto vitoriano salió a cornear a su oponente con una salida furibunda en la que dominó los espacios y el balón a base de ofrecer un despliegue físico imponente. El principal problema para los alavesistas es que se encontraron completamente obtusos para manejar el esférico entre las piernas, errando en controles aparentemente sencillos y fallando en combinaciones que se presentaban fáciles.

Uno de los problemas que presenta, además, este equipo es la ausencia de un claro referente ofensivo, una boya que se mantenga firme en el área contra viento y marea. La clase de Viguera es indudable, pero el riojano es un futbolista al que le gusta dejarse caer para recibir el balón y si él desaparece de la punta la zona de peligro se queda desierta. Pese a ello, a base de chispazos los albiazules fueron capaces de provocar varias acciones a balón parado en las que demostraron que son ciertamente peligrosos.

Este discurso en claro color azul y blanco se mantuvo invariable durante prácticamente una veintena de minutos. A partir de ese momento se comenzó a notar que todavía es agosto y que las piernas no cuentan con la frescura necesaria como para afrontar un partido completo con el ritmo y la exigencia que pretende Nacho González. Comenzó el Barakaldo a aparecer con más asiduidad en zonas de peligro e, incluso, a punto estuvo de batir a Miguel en un doble remate de Villar a bocajarro que salvó el meta riojano y que el colegiado debería haber anulado.

Pese a ello, se mostró el Alavés bastante seguro atrás comandado por la pareja formada por Luciano y Javi Hernández, el problema es que le falló la conexión entre sus futbolistas creativos para mantener el balón pegado al pie durante más tiempo e insistir en las aperturas hacia las bandas. Con Guzmán desasistido en la derecha y Sendoa demasiado errático en la izquierda, fueron las acciones individuales de Jonan, que dejó varios detalles de su clase, las que propiciaron las acciones más peligrosas de una primera parte en la que los vitorianos casi acabaron pidiendo la hora.

Desgraciadamente, el paso por los vestuarios no supuso una variación en la interpretación del guión por el que se estaba desarrollando el partido y, lejos de regresar a su ilusionante versión inicial, el Alavés se fue desmadejando con el correr del cronómetro quedando a merced de los vaivenes de un Barakaldo tan voluntarioso como falto de recursos en la definición más allá de su peligro a balón parado, sobre desde la banda.

Se adueñó de tal manera el cuadro fabril del partido que se olvidó por completo de todo lo que había por detrás del balón para volcarse con todo al ataque. Craso error del que se aprovechó el Alavés para montar una contra de libro que acabó marrando Rubio y para provocar la segunda tarjeta y la expulsión del lateral Alberto. Volvió a teñirse el partido de azul y blanco y más aún lo hizo cuando Negredo se inventó con un doble regate en el área pequeña el gol que le sirvió en bandeja a Luismi. Pudo este Glorioso ya con evidente sello Nacho González matar el partido con otro gol que no llegó, pero lo hizo a través de un excelente manejo de los tiempos, del otro fútbol. Como marcaba el guión. Sufriendo, pero ganando.