Vitoria. A Javier Zubillaga se le llenó la boca el lunes, durante su presentación como nuevo director deportivo del Alavés, al hablar de la cantera y de los beneficios que un cuidado trabajo del fútbol base puede reportar al primer equipo. Josean Querejeta, cuyo éxito como gestor deportivo ha descansado en gran medida en el excelente acierto de sus colaboradores para reclutar perlas a temprana edad, también lo señaló cuando tomó las riendas del club como uno de los cimientos a futuro de su proyecto. A ambos se les presente ahora el reto de hacer realidad esa declaración de intenciones.
El Alavés lleva tiempo viviendo de espaldas a Ibaia. A pesar de los jugosos dividendos -tanto desde un punto de vista económico como deportivo- que ha ofrecido a la entidad esta apuesta, desde el descenso a los infiernos de la Segunda B la presencia de futbolistas formados en la cantera ha sido prácticamente testimonial. Pereira, Cidoncha, Álvarez Tomé, Etxeberria, De la Fuente, Granero y Barroso han sentido demasiado vértigo a la hora de conceder alternativas en una situación en la que la presión y las urgencias por ascender exigían mayor valentía para dar el paso.
La prueba más evidente del pánico que ha atenazado a los responsables deportivos albiazules a la hora de ofrecer oportunidades a las jóvenes promesas llegó a comienzos del pasado curso en El Sadar. Alex Vallejo, quizá el único canterano al que se ha visto con opciones de hacerse hueco en unas plantillas que en ningún caso han demostrado calidad sobrada como para cerrar tanto paso, inició la temporada como titular y un error acabó costándole no volver a las alineaciones de De la Fuente. Aquel penalti que cometió pasados los veinte minutos de juego, que le supuso además la expulsión, trabó definitivamente la puerta a cualquier producto de Ibaia durante el resto de un ejercicio que acabó en fracaso.
Al margen de Vallejo, que tiene contrato y regresa tras su poco fructífera cesión al Sestao, apenas se ha visto asomar en Mendizorroza a otro canterano, el meta del filial Javi Montoya, si bien con escaso protagonismo. Así han sido las cosas en el Alavés desde el último descenso. Y sorprenden más si se tiene en cuenta que al primer equipo y al filial tan sólo lo separa un escalón y que estando más arriba, en Segunda, la valentía de los que apostaron por jóvenes de la casa quedó más que recompensada.
Igor Martínez, Oscar de Marcos y Jonathan Reguero -con menor protagonismo este último- fueron los últimos jugadores formados en Ibaia que tuvieron presencia en la primera plantilla. Los dos primeros no tardaron demasiado en asumir roles de relativo peso. El destino de todos ellos acabó siendo el mismo: Bilbao. El Athletic los fichó y dejó dinero en las arcas de un club más que necesitado. De uno u otro modo, la apuesta por el producto con label alavés parece que da sus frutos.
Es el reto que se le presenta al nuevo director deportivo, que pretende redefinir la estructura de club desde abajo. O sea, que parte de cero, como casi todo, tres años después. Al menos le queda el consuelo de que estos dos últimos años han sido prolíficos en cuanto a éxitos en el fútbol base, en casi todas las categorías. Ahora habrá que ver cúanto tiempo tarda en madurar y ofrecer resultados esta nueva apuesta. Desde luego, no da la impresión de que sea algo inmediato.