Vitoria. Si hay algo, por raro que parezca, dentro del mundo del deporte, es que la estabilidad suele ser sinónimo de éxito. Normalmente, los buenos resultados suelen permitir que se prolongue en el tiempo una determinada forma de trabajar. O viceversa, que nunca ha estado demasiado claro si fue antes el huevo o la gallina. Lo que sí resulta evidente y existen infinidad de ejemplos para poder ilustrarlo es que cuando las cosas se tuercen resulta extremadamente complicado que no se produzcan cambios en el timón.

Una circunstancia que, desgraciadamente, el Deportivo Alavés conoce a la perfección puesto que la ha protagonizada en demasiadas oportunidades. Y teniendo en cuenta la actual indefinición que rodea al club albiazul desde que puso el triste colofón a su temporada en Torrelavega, no sería demasiado de extrañar que mantuviera esta misma y poco recomendable línea de actuación.

Porque si algo ha caranterizado a la entidad del Paseo de Cervantes en los tiempos recientes es que ha ido dando bandazos de un lado a otro en su forma de trabajar y en la identidad de las personas que debían llevar a cabo esas tareas. Esta situación no se ha reducido ni mucho menos a los integrantes de la plantilla del primer equipo -algo bastante habitual en la categoría y aparentemente asumible-, sino que se ha extendido a todos los estamentos. Desde el sillón presidencial a las categorías inferiores.

Así, la enorme inestabilidad económica que ha rodeado al club ha provocado ha motivado que en apenas tres años se hayan sucedido tres consejos de administración completamente diferentes. Pero ese tampoco ha sido probablemente el principal problema. Lo que sí ha constituido un lastre considerable para el rendimiento del equipo ha sido la ausencia de un proyecto deportivo definido y mantenido en el tiempo independientemente de quién se sentase en el despacho presidencial de Mendizorroza.

Porque los directores deportivos se han ido sucediendo en el Alavés sin pausa -y desgraciadamente también sin éxito- durante los últimos ejercicios sin dar con la fórmula que les permitiese mantenerse en el cargo durante un mínimo de tiempo para completar un proyecto a medio plazo.

El último dentro de esta particular ruleta ha sido Dani Barroso, que se incorporó al club el pasado verano y todavía desconoce cuál va a ser su futuro. Su trabajo en el recién concluido ejercicio no ha terminado de convencer y la directiva podría ofrecerle continuar en Vitoria pero en otra labor de inferior nivel. Además, una de las condiciones que ha puesto José Carlos Granero para seguir al frente del equipo es tener capacidad de decisión en la confección de la plantilla y Josean Querejeta ya ha anunciado también profundos cambios en la gestión y la apuesta casi segura por la figura de un director general.

Pero el problema no se reduce a Barroso. Antes que él estuvieron en idéntica tesitura Gorka Etxeberria, José María Cidoncha, Javi Pérez o Karlos Lasheras, por citar algunos ejemplos. Todos ellos terminaron saliendo de la entidad albiazul por la puerta de atrás y mientras tanto el Alavés continúa sin la estabilidad que le podría reportar el éxito.