En la era actual, en la que constantemente nos asaltan clasificaciones de los más variopintos asuntos y en la que prácticamente todo se puede cuantificar de una u otra manera, no debería resultar especialmente extraño que de la reciente sentencia que ha calificado el concurso de acreedores que ha afectado al Deportivo Alavés como culpable, recayendo esta responsabilidad en los integrantes del consejo de administración que lo dirigió entre 2004 y 2007 - o lo que es lo mismo Dmitry Piterman, su esposa Milanendra Vikramsingh y Pepe Nereo-, pueda extraerse un clarificador listado.
Sin embargo, la magnitud -tanto en cantidad como en calidad- de los elementos que componen la particular lista de la vergüenza albiazul es de tal calibre que resulta por completo imposible no quedarse boquiabierto ante semejante retahíla de fechorías cometidas con la mayor de las impunidades. Y es que, pese a ser de sobra conocidas a estas alturas, las tropelías del ucraniano y sus adláteres no dejan de impresionar.
Un buen compendio de ellas -probablemente nunca lleguemos a conocerlas todas pese al arduo trabajo de investigación llevado a cabo por los administradores concursales en su momento- aparecen reflejadas en la sentencia dictada por la titular del juzgado de lo Mercantil número 1 de Vitoria como evidentes argumentos en los que apoyar su veredicto de culpabilidad. A la vista de las mismas, la juez no debió tener demasiadas dudas a la hora de tomar la decisión.
El relato comienza explicando que el concurso se calificará como culpable "cuando en la generación o agravación de la insolvencia hubiera mediado dolo o culpa grave del deudor". En este sentido, considera que las acciones llevadas a cabo por Piterman y su consejo fueron "realizadas sin contraprestación o provecho de clase alguna" para el Alavés o determinaron "por su innecesariedad, la agravación de la situación de insolvencia".
Clarísimos ejemplos de todo ello son, entre otros casos, la adquisición del California Victory en julio de 2006 para competir en una liga estadounidense por un importe de 529.865 euros, el patrocinio del equipo de fútbol sala Atenea por algo menos de 150.000 euros, el alojamiento y manutención de Piterman, Nereo, Chema Carmona, Toni Avilés y César Martínez en el Hotel Lakua -de cinco estrellas- durante el periodo que el ucraniano estuvo al frente del club por un importe de 278.184 euros o la contratación del futbolista brasileño Wellington Paulista por 1.150.000 euros, una operación que acabó en la cesión de un crédito a favor de Piterman y la aparición de facturas falsas.
Contrariamente a lo que cabría pensar con un mínimo de lógica, la lista de despropósitos continúa ampliándose más y más en el clarificador relato de la sentencia. En este sentido, el fallo habla de la no legalización de los libros contables, de que la decisión de solicitar acogerse a la Ley Concursal no figura en el libro de actas del consejo de administración, de que las cuentas del club relativas al ejercicio 2004-2005 se depositaron "fuera de plazo" y también que el Alavés se encontraba ya en situación de insolvencia -"de disolución", concretamente- en ese año 2005, pese a lo que el club no acudió al concurso de acreedores como era exigible. En cualquier caso, éstas son cuestiones relativamente menores comparado con lo que viene a continuación.
El rosario de irregularidades que se convirtieron en moneda de curso más que corriente durante el trienio más negro en la nonagenaria historia del Deportivo Alavés prosigue con la apertura por parte de Dmitry Piterman de una cuenta corriente a su nombre en el Banco Sabadell de Palamós. Este movimiento se ocultó por completo y no tuvo su reflejo en la contabilidad del Glorioso, pese a que desde las arcas albiazules se desviaron, en diferentes ingresos, 585.000 euros.
De igual manera, sociedades vinculadas al ucraniano, Pepe Nereo y sus más directos colaboradores facturaron al club un total de 2,1 millones de euros «sin que consten documentalmente detallados». La condonación de una deuda a favor del Alavés a cambio de una remesa de material audiovisual (DVDs) que se instaló en el apartahotel de Palamós propiedad por aquel entonces de Piterman, el pago de viajes personales de éste y su familia a Estados Unidos, los servicios prestados por empresas de seguridad en el domicilio particular del expresidente en Santander o el abono por adelantado de facturas por trabajos que no se realizaron aumentan el tamaño de una lista de la vergüenza que podría prolongarse prácticamente hasta el infinito. En resumen, un expolio en toda regla que dejó al Alavés al borde de la muerte y que, salvo que se produzca un giro radical e inesperado de la situación, saldrá gratis a los protagonistas del mismo. En los próximos días, acaba el plazo legal para que puedan recurrir esta sentencia. Hasta ahora, no han dado señales de vida pero, conociendo a los protagonistas, a buen seguro intentarán alargar al máximo el proceso.