Vitoria. Acabada ya la temporada de Segunda División B para la mayoría de los clubes, llega ahora para muchos un mes de auténticas penurias. Desde el 31 de mayo al 30 de junio apenas hay treinta días pasando hojas en el calendario, pero para muchos equipos todas y cada una de esas jornadas van a ser decisivas en la búsqueda de los euros que les permitan seguir militando en la categoría de bronce del fútbol estatal una vez hayan cumplido con todos los pagos a sus jugadores, una situación que en estos momentos preocupa a no pocas entidades que se han salvado deportivamente pero que desde el punto de vista económico tienen por delante un futuro bastante negro.
Que en la categoría de bronce del fútbol estatal existe un enorme socavón monetario es un aspecto que no se le escapa a nadie, pero de momento el organismo responsable de la competición, la Federación Española de Fútbol, poco hace para poner solución a este desmán que se repite una temporada tras otra al resultar insostenible una categoría con ochenta equipos, de los cuales muchos no cuentan con recursos suficientes para encarar los gastos de todo el año.
Es un problema que viene de lejos, pero como por ahora nadie ha puesto solución con la confección de un nuevo sistema de competición que evite la actual masificación -la única medida es solicitar avales a los clubes que hayan sido denunciados anteriormente-, los males de antaño volverán a repetirse este verano. Hace poco menos de un año, cuatro clubes (Alicante, Castellón, Cultural Leonesa y Universidad de Las Palmas) perdieron la categoría por culpa de los impagos, mientras que el Palencia se salvó sobre la bocina y el Rayo Vallecano B y el Poli Ejido acabaron saliendo en la categoría al encontrarse en concurso de acreedores. Además, otros cinco clubes que ya habían descendido deportivamente bajaron a categoría regional por los impagos. Eso sí, lejos de reducir el número de participantes la Federación optó por sacar a la venta las plazas que habían quedado vacantes por cerca de 400.000 euros, aprovechadas principalmente por los grandes clubes para resituar a sus filiales.
Como era de esperar en el momento de máxima crudeza de la crisis económica, los problemas de impagos comenzaron a aflorar casi desde el inicio del curso. Para muchos clubes el objetivo prioritario era no protagonizar un episodio como el del Cerro Reyes en la campaña 2010-11, retirado de manera prematura de la competición al no poder hacer frente a las nóminas y sufrir la marcha de todos sus jugadores, pero hasta tres equipos (Sporting Villanueva, Poli Ejido y Sporting Mahonés) se han visto obligados a bajar la persiana mediada la competición. Otros, sin embargo, han subsistido hasta el final de la temporada a pesar de no haber abonado ni una sola nómina, como el Lemona, que se ve ahora abocado al descenso a Preferente tras haber bajado a Tercera al acumular una deuda que ronda los 400.000 euros.
Catarata de denuncias El caso del cuadro cementero ha sido uno de los más sangrantes, pero no el único. No hay que irse demasiado lejos para encontrar ejemplos. En el propio grupo del Alavés hay varios clubes con graves problemas de pagos casi desde el arranque del curso. El caso más explícito es el del Palencia, que se salvó de la quema el año pasado por muy poco y que se enfrenta a otro mes de junio dramático. Dramática también es la situación del Salamanca, que busca de manera desesperada una solución a su enorme socavón, mientras que otros clubes como el Real Unión, la Gimnástica de Torrelavega o el Zamora también acumulan algunas nóminas pendientes de pago a su plantilla.
Esos problemas que se viven en el grupo en el que compite el Alavés se van acrecentando cada vez que se da un paso hacia abajo en el mapa peninsular. La situación de muchos clubes de los grupos tercero y cuarto es desoladora y se espera que el próximo 31 de mayo la catarata de denuncias sea mucho mayor que en años precedentes. Ya saben todos los equipos a lo que se exponen, ya que de no abonar las cantidades pendientes de pago a sus futbolistas antes del 30 de junio se verán condenados al descenso administrativo, situación que parece inevitable para muchos y que amenaza con dejar la categoría como un auténtico solar.
Una vez llegados a ese punto, habrá que ver qué decide la Federación acerca del sistema de competición en Segunda B para la próxima temporada, aunque todo hace indicar que, de nuevo, se intentarán cubrir todas las plazas que queden vacantes para seguir manteniendo una competición que se ha demostrado que es insostenible en su formato actual porque un gran número de los ochenta clubes que componen la categoría no son capaces de generar los ingresos suficientes como para mantener vivas sus respectivas estructuras a lo largo de toda la temporada.