desde que se instaurase el sistema de puntuación que otorga tres puntos al ganador de un partido, cada empate supone una enorme pérdida para un equipo que tiene aspiraciones de estar entre los primeros. Puntos que se van quedando por el camino a pares cada vez que la igualada preside el marcador al final de un partido. Quizá no tan doloroso como una derrota, pero los daños que provocan el uno y la otra son casi los mismos. Algo así le ocurre a un Deportivo Alavés que con siete partidos perdidos en su casillero presenta unos registros similares a los equipos que se encuentran por encima de su posición en el Grupo II -excepción hecha del brillante Mirandés-, pero que se ve perjudicado muy seriamente por las quince igualadas que lleva cosechadas en los que va de temporada, una cifra que no tiene parangón entre sus diecinueve competidores en este lote de la Segunda División B en el que apunta a seguir durante una temporada más.

El empate en ocasiones es el mal menor. En otras deja la sensación de oportunidad perdida. El de ayer es una combinación de ambas. Eso sí, merecido o injusto, lo que queda claro es que el único punto cosechado es del todo insuficiente para las aspiraciones de play off de un equipo eternamente dependiente de unos terceros rivales, en este caso el Amorebieta, a los que ni siquiera es capaz de situar en posición de jaque por su empeño de empatar los partidos en los que el signo en la quiniela prevista era de victoria.

Al resultado más repetido de la temporada se llegó en esta ocasión, una vez más, a través de esas dos caras que ha mostrado el equipo a lo largo de todo el año. Del cielo al infierno sin pasar por el purgatorio. Es tan difícil explicar la alineación de planetas que llevó al Alavés a jugar durante la primera parte los que han sido sus mejores minutos de todo el curso. Tan complejo como intentar adivinar las razones que le llevaron a renunciar a la posesión del balón y la profundidad en su fútbol que tan buenos réditos le dieron antes del descanso. Pues bien, todo ese ideario futbolístico se quedó en el vestuario para dejar paso a un equipo completamente agazapado e incapaz de salir más allá de un metro de su área, ni mucho menos a buscar ocasiones para llevarse los tan necesarios tres puntos ni tan siquiera cuando igualó la Ponferradina.

Continúa de esta manera el cuadro alavesista desangrándose lentamente, sumando un empate tras otro que en vez de acercarle le alejan de su objetivo. Y es que, al menos cuando se aspira a estar en la zona alta, ha quedado demostrado que de uno en uno no se llega a ninguna parte.