Vitoria. Entre poco y nada hay que contarle al Deportivo Alavés de cómo funciona el pozo de la Segunda División B, una categoría que a lo largo de las últimas temporadas se ha acostumbrado a fagocitar a clubes históricos del fútbol estatal. Tras años de glorias y parabienes, no son pocos los equipos que han caído en el fango del tercer nivel competitivo nacional por culpa de un compendio de catástrofes deportivas y desmanes económicos. Las primeras y las segundas, más aún en estos tiempos de crisis, suelen caminar cogidas de la mano y así la categoría de bronce del fútbol estatal se ha convertido en un auténtico cementerio de elefantes en el que una temporada sí y otra también los otrora históricos venidos a menos se las ven y se las desean en la cruda batalla por abandonar este pozo que todo lo traga.
No hay que irse demasiado lejos para encontrar ejemplos, ya que el Alavés constituye una de las enseñanzas más claras. Una situación muy parecida a la que ya parece dejar atrás la entidad del Paseo de Cervantes, al menos desde el punto de vista económico, es la que está atravesando ahora el próximo rival liguero, un Salamanca que en estos momentos vive más preocupado por su supervivencia económica que por los resultados en los terrenos de juego, que, dicho sea de paso, ni de lejos se acercan a los esperados al inicio del curso cuando todos los analistas apuntaban al conjunto charro como uno de los grandes favoritos al ascenso de categoría.
Lejos queda ya el sueño de repetir el efímero paso por la categoría de la campaña 2005-06, en la que el Salamanca arrasó durante toda la temporada para recuperar su hueco en Segunda División. Tras un verano problemático para cerrar la plantilla por culpa de la escasez de recursos económicos, con varios contratos millonarios arrastrados y un agujero descomunal en sus arcas, el inicio del curso en lo deportivo también fue deplorable e, incluso, en algunos momentos se llegó a poner en duda la continuidad en la categoría por la concatenación de malos resultados.
Enderezado desde hace meses el rumbo en este sentido, la preocupación ahora se centra en el plano institucional y, sobre todo, en el monetario. Sumido también en un concurso de acreedores y con 24 millones de euros de deuda, el Salamanca precisa de una inyección económica urgente para asegurarse su supervivencia. Las obligaciones más inmediatas las tiene con una plantilla que acumula un par de meses sin cobrar -les deben febrero y marzo y dentro de poco tendrán pendiente abril- y que esta misma semana ha anunciado que denunciará al club ante la Asociación de Futbolistas Españoles si los futbolistas no perciben sus nóminas en el tiempo establecido. La necesidad de recursos dinerarios se hace de esta manera urgente, ya que de persistir el impago a los jugadores el club se vería abocado a un descenso de categoría que sería la puntilla definitiva.
un verano caliente Casos como los que tienen a Alavés y Salamanca como protagonistas no son para nada aislados en una Segunda División B en la que convive una amalgama de clubes de todo tipo y condición, una categoría que necesita una remodelación tan urgente como poco probable y que se ve abocada de nuevo a un verano caliente en el que varios equipos corren el riesgo de perder la categoría por no pagar a sus jugadores.
Clubes de legendario pasado como Tenerife, Albacete, Oviedo, Cádiz, Jaén o Real Unión pugnan ahora por regresar al fútbol profesional. Herederos de históricos desaparecidos, casos de Logroñés, Lleida o Sestao buscan emular el historial de sus predecesores. Clubes de grandes ciudades buscan su supervivencia en la categoría en la que los más necesitados son engullidos por las deudas. Y, al mismo tiempo, la fórmula mágica cabe hallarla en la humildad y la buena gestión de recursos que ha situado a entidades sin demasiado renombre (el del Mirandés es el ejemplo más evidente) a las puertas de una Segunda División que amenaza con seguir resistiéndose para esos históricos que se encuentran hundidos en el pozo de la Segunda B.