A lo largo de las últimas semanas se habían ido cocinando todos los ingredientes para que el alavesismo presenciase lo que ayer se vio en Mendizorroza. Malos resultados, juego paupérrimo, malestar de la directiva con el equipo, lejanía del play off. Nada ayuda. Mucho menos todavía las largas vacaciones de Semana Santa y una climatología demencial. Entre unas cosas y otras, el estadio del Paseo de Cervantes vivió ayer una tarde desangelada, aunque los allí presentes se encargaron de recordarle al equipo algo que esta plantilla ya sabe desde hace tiempo. El hartazgo que demuestran los silbidos, los gritos y las protestas no son nada nuevo y ayer, dentro de una semana de lo más peculiar por la apertura a todos los jugadores de un expediente sancionador por bajo rendimiento, el alavesismo de a pie volvió a recordar a su equipo que no está para nada contento con la temporada protagonizada.
Curiosamente, los más cálidos aplausos de la tarde fueron en homenaje a los jugadores del Lemona. La protesta por los impagos de toda la temporada que protagonizaron los futbolistas cementeros -primero con una pancarta y después de rodillas sobre el césped- despertó el apoyo de una grada que a la vez recriminaba los malos resultados de su propio equipo con silbidos desde antes del inicio del partido, coincidiendo con la presentación de los jugadores.
Eso sí, una vez metidos en harina los 2.926 espectadores que se acercaron al Paseo de Cervantes, la cifra más baja en un compromiso liguero desde hace años, apoyaron con ganas a su equipo y festejaron con alegría el gol de Azkorra que abría las puertas a la esperanza, por mínima que sea. Lo que no perdonaron esos alavesistas fueron las peligrosas aproximaciones del Lemona. Cada vez que los cementeros inquietaban a Rangel, los silbidos volvieron a arreciar con fuerza, como también lo hicieron de camino hacia los vestuarios.
El momento de mayor crispación llegó con la entrada de Jito al terreno de juego. En la sustitución de Geni por Sendoa ya se hicieron patentes los silbidos, pero estos arreciaron cuando el delantero catalán dio el relevo a un Azkorra que tampoco se fue de vacío. Está claro que para la grada unos jugadores están más señalados que otros.
El guión no cambió ni siquiera con la catarata de goles final, pues la engañosa manita no tapa todos los males de la temporada. Así se llegó a un final que fue definitivo para que los alavesistas mostrasen desde la grada su hartazgo.