Logroño. El historial médico del Deportivo Alavés, plagado de momentos críticos, se agudiza por momentos. Lejos de mejorar, el paciente albiazul empeora su situación con el paso de las semanas. Lleva en coma unas cuantas jornadas, abriendo de vez en cuando los ojos para alimentar unas esperanzas vanas a todas luces, pero lejos de revertirse, la situación va agravándose con el tiempo. El estado comatoso parece ya irreversible y el equipo de José Carlos Granero se queda al borde del colapso, a merced solo de una resurrección milagrosa difícil de diagnosticar. El deceso está cada vez más cerca.

Si mal estaba ya la cosa antes de que el partido se iniciase con esa espada que el Amorebieta había puesto sobre el gaznate del cuadro albiazul, el Logroñés se encargó de poner la situación peor todavía sin siquiera haberse jugado cinco minutos. Poco más que un saque en largo del guardameta necesitó el cuadro riojano para situar al Alavés en jaque mate. Entre que Aridane no llegó a despejar, que el balón superó la salida de Quintanilla y que Rangel se quedó a medias, Durán no encontró obstáculo alguno para poner a su equipo en ventaja.

A partir de ese momento, el equipo de Pepe Calvo recitó a la perfección el manual de cómo jugar con ventaja en el marcador en este tipo de partidos. No le vendría mal al conjunto vitoriano repasar la lección que ayer le dio el cuadro riojano, pues son incontables las ocasiones en las que el equipo albiazul no ha sido capaz de manejarse con ventajas en el marcador. Repliegue, unión de líneas y fuerte presión a partir del centro del campo. No hace falta mucho más. Si a eso se le añade velocidad para buscar las contras, y calidad sobrada para definir, la combinación es perfecta, como el paso del tiempo acabaría demostrando.

Cedió el Logroñés balón y metros e intentó el Alavés crecerse. En pocos partidos anteriores había disfrutado el equipo de Granero de tanta posesión, pero de tener el esférico entre las piernas a generar algo de peligro va un trecho que a este equipo le cuesta horrores recorrer. Solo los desequilibrios de Casares y la combinación en la derecha de Óscar Rubio y Meza Colli generaron cierta inquietud, pero el par de ocasiones acumuladas se resolvieron de mala manera. Mientras tanto, cada aproximación local extendía la sensación de inquietud, amparada además por un descontrol defensivo absoluto.

Y es que, aunque la clasificación llame a engaño, nada tiene que envidiar este Logroñés a los mejores del grupo. Ni de la categoría. Un cúmulo de errores le han conducido a la situación en la que se encuentra, salvado ya de peligro, pero en un cara a cara el equipo de Pepe Calvo puede aniquilar a cualquiera. Por desgracia, ante el Alavés salió a relucir la mejor versión del inquilino de Las Gaunas.

Desaprovechadas las escasas acciones albiazules, el Logroñés tuvo claro que cuanto antes matase el partido más tranquila iba a tener la tarde. Con sus certeras contras consiguió generar varias acciones a balón parado muy peligrosas hasta la que desencadenó su segundo gol, con servicio preciso desde la izquierda de Durán a la cabeza de Moustapha. De tocado a hundido. Y con el riesgo de llegar hasta el fondo del mar en una caída libre que no tiene parangón en todo el curso.

Tiró de orgullo torero el cuadro albiazul al regreso de los vestuarios y con un tempranero gol de Aridane en un saque de esquina puso el nudo en la garganta a un Logroñés que zozobró cuando acto seguido Geni echó alto un gol que parecía cantado. Temblores y dudas en los locales. Coraje y pundonor el los visitantes, liderados por un Indiano que arrastró con su ímpetu a sus compañeros, aunque para nada. No hay más cera que la arde. Un equipo completamente necesitado fue incapaz de generar ni una sola ocasión más de peligro, a pesar de quemar todas sus naves, hasta el pitido final. En coma profundo y al borde de un colapso que parece inminente y que antes o después va a terminar llegando.