Vitoria. Hubo un tiempo, hace no demasiado por increíble que pueda parecer en la actualidad, en el que los brillos y los oropeles de los galácticos que inundaban la rebautizada como Liga de las estrellas -ya solo el nombre permite hacerse una idea de la situación- servían para deslumbrar a todo aquel que se acercara a analizar la salud del fútbol español. Los billetes se caían de todos los bolsillos sin miramientos y quien más quien menos trataba de aprovechar el descontrol reinante en su propio beneficio. Así, se fue generando una burbuja de dimensiones siderales que, en el instante en que ha comenzado a resquebrajarse, amenaza con protagonizar una explosión de consecuencias igualmente descomunales.
Los síntomas de este nuevo estatus resultan evidentes incluso para el que no quiere verlos. Y, como suele suceder siempre en estos casos, el edificio ha comenzado a romperse por su zona más débil. La falsa pirámide de oro y ricos metales que se había construido sobre el éxito del deporte rey se ha venido abajo y en estos momentos el bronce que recubría los escalones más bajos ya se está fundiendo a toda máquina.
Porque es precisamente esta categoría, la de bronce, en la que se encuentra inmerso el Deportivo Alavés, la que está protagonizando las situaciones más dramáticas hasta ahora. El fútbol modesto se desangra y, a día de hoy, se antoja más que complicado que alguien pueda dar con el remedio para contener la hemorragia masiva.
Con el Sporting Mahonés (Grupo III) y el Poli Ejido y el Sporting Villanueva (Grupo IV) ya fuera de la competición desde hace unas jornadas y otros muchos equipos en alerta roja, algunas voces del fútbol se plantean si tiene sentido continuar con la Segunda B, una categoría cuyos equipos -o al menos la gran mayoría de ellos- no pueden asumir la enorme lista de gastos, en contraposición a los ínfimos ingresos que generan.
La situación es más que preocupante en todos los grupos. En el primero, los jugadores del San Sebastián de los Reyes están pendientes de cobrar varias mensualidades. El panorama del Conquense y el Rayo B tampoco es nada halagüeña. En el Grupo II, el Lemona está herido de gravedad y su futuro es incierto tras no poder hacer frente a ninguno de sus pagos desde el inicio de la competición y arrastrar una importante deuda. Asimismo, el Palencia y el Salamanca viven tiempos difíciles. Lo mismo que el Puertollano o el San Roque de Lepe -en el que figura como capitán el exalbiazul Vicente Moscardó y cuyos propietarios, un grupo inversor inglés, han dado la carta de libertad a toda la plantilla, además de anunciar que abandonarán el club a final de temporada si persiste la situación económica actual, que califican de "insostenible"- en el Grupo IV. Por no hablar de los que llevan años sobreviviendo sobre el alambre sin red alguna que amortigüe una posible caída o los que, como el Alavés, están inmersos en un proceso concursal que les obliga a cumplir a rajatabla un estricto calendario de pagos si no quieren verse abocados a adentrarse en el callejón sin salida de la desaparición.
Cada vez son más los clubes que no pueden asumir los salarios de sus futbolistas en una categoría que se ha quedado en tierra de nadie. La falta de inversión motivada por la ausencia de retorno ecónomico en los proyectos de la división de bronce lleva la ansiedad a miles de familias. Si muchos equipos en Primera y Segunda viven épocas de angustia, en Segunda B todos los problemas se elevan al cubo. El resultado, es que el otro fútbol está en coma profundo.
Sin esperanza de mejora Como no podía ser de otra manera, la crisis no ha pasado desapercibida para la Federación Española de Fútbol, organizador de esta competición. Marcelino Maté, máximo responsable federativo de la Segunda División B, sin embargo, observa pocos signos que permitan mantener la esperanza. "Este año ya han sido excluídos tres equipos por problemas económicos, la pasada temporada fueron unos cuantos también y probablemente todavía caerán algunos más. La situación general del país es la que es, tenemos encima de la mesa más de cinco millones de parados, las instituciones y las empresas no tienen dinero y el fútbol no puede abstraerse de esta situación", argumenta.
De esta manera, el directivo considera que los tiempos de vacas flacas todavía se prolongarán en el tiempo y que los días de vino y rosas del pasado están pasando en estos momentos su pertinente factura. "El mayor control que estamos teniendo sobre las posibles irregularidades en la gestión y el despilfarro también está provocando que salgan a la luz situaciones de clubes que en otras circunstancias no se hubieran destapado", advierte. En definitiva, que la Segunda B necesita de una profunda revisión -y reflexión- si desea seguir contando con un futuro por delante.