Lezama. Poco se puede hacer cuando la diosa Fortuna decide girar la vista hacia otro lado y opta por pasar por alto los méritos contraídos para conseguir algo, en este caso la victoria. Poco o nada más se le puede exigir a un Deportivo Alavés que jugó los 52 minutos que tenía pendientes en Lezama como si de una final se tratase. Por arriba y por abajo. Con los pies y con la cabeza. Imposible, otra vez. El mal que le atenazó durante buena parte del compromiso del pasado sábado en Lemona parece haberse extendido por tierras vizcaínas. La falta de puntería albiazul, o el acierto de guardameta y defensas rojiblancos para salvar situaciones ciertamente inverosímiles, propiciaron la consecución de un nuevo empate que deja al Glorioso con la miel en los labios. El salto de calidad en la tabla que tanto se ansiaba no se produjo ayer, pero no fue por falta de intensidad, esfuerzo o ganas por intentarlo. Oportunidades tuvo más que de sobra el equipo de José Carlos Granero para conseguir un gol que materializase esos tres puntos, pero los caprichos del destino fueron de nuevo adversos y sonrieron más al Bilbao Athletic.
Los siete famosos minutos dieron para presenciar esos errores que no deberían haberse cometido por parte de ninguno de los dos contendientes. Largo y tendido se había hablado en el seno del vestuario alavesista del peligro de cualquier pequeño despiste en tan exiguo margen temporal y lo cierto es que el fallo se produjo en un marcaje que dejó solo a Orbegozo ante Rangel. Por fortuna el gol del punta rojiblanco fue anulado al encontrarse en fuera de juego. De la misma manera, Jon Moya tuvo que cortar una peligrosa internada de Eizmendi, mientras que la réplica albiazul, la primera en llegar, la tuvo en su cabeza Salcedo con un remate desviado.
Tras un descanso más corto que de costumbre de tan solo diez minutos, el regreso al terreno de juego alavesista fue lo peor del equipo en este particular minipartido. Se adueñaron los cachorros del balón y lo movieron con cierta tranquilidad, aproximándose insistentemente a los dominios de Rangel pero, cierto es, sin inquietar demasiado al meta valenciano más allá de los siempre peligrosos servicios de Ibai Gómez en las jugadas a balón parado, donde ejecuta siempre con maestría y riesgo.
Por fortuna, la caraja le duró bastante poco a un conjunto vitoriano que dio una vuelta de tuerca a base de intensidad, de presión y de buscar llegadas peligrosas. Los alavesistas desbordaron a los rojiblancos a base de fuerza y de actitud, recuperando muchos balones en zonas peligrosas y presentándose constantemente con peligro en los dominios de Serantes. Desgraciadamente para los intereses albiazules, el guardameta se convirtió en protagonista decisivo del choque.
Geni dispuso de la primera ocasión clara y luego le llegó el turno a un Sendoa que hasta en cinco remates estuvo a punto de festejar ese gol que hubiese sido definitivo. Sin necesidad de idear mucho, buscando bandas, velocidad y centros, el Alavés puso en jaque constante al Bilbao Athletic. Torres, caballos, alfiles y dama. El arsenal completo utilizó Granero para dar el mate, pero finalmente el equipo de Ziganda fue un rey ahogado, unas inmerecidas tablas.
Y eso pese al bombardeo final que mostró lo que este Alavés puede dar de sí. Sólido defensivamente, asentado sobre el dúo Quintanilla-Moya, muy agresivo en la recuperación y veloz e insistente en la búsqueda de la ejecución. La desgracia es que la diosa Fortuna quiso ayer mirar a otro lado sin advertir los méritos de un equipo que mostró hechuras de aspirante al ascenso pero que se quedó sin el premio que merecía. Un empate por culpa de la falta de puntería. Una noche para soñar con fantasmas. O con Serantes, el meta rojiblanco que le amargó la tarde a Sendoa y compañía, el portero que evitó que el Alavés consiguiese el premio que por su esfuerzo merecía. Pero sin gol no hay victorias.