Miguel Ángel Álvarez Tomé arrastra una maldición que lo ha perseguido hasta Vitoria. El preparador leonés está condenado a revivir sus fantasmas con los play off prácticamente cada año. Ha disputado una docena de veces las eliminatorias por el ascenso. Todas se han resuelto con los mismos prematuros fracasos.

Ayer el técnico del equipo albiazul acudió al Anxo Carro con miedos. Y así saltó el equipo al césped. El empate sin goles del encuentro de Mendizorroza ofrecía un abanico de posibilidades muy amplio para que el Alavés pudiera certificar su pase a la última ronda. Bastaba con que el Lugo no ganara. Y a eso quiso jugar Tomé. Fue la idea que transmitió a sus hombres con el esquema. La esencia que despidió el equipo hasta que todo se torció y la obligación forzó a un cambio de planes. La apuesta inicial acabó en fracaso e hipotecó las opciones de éxito de un Alavés que, en cualquier caso, pudo haber cambiado el final del cuento de haberse mostrado un poco más acertado en el remate.

Álvarez Tomé volvió a recurrir a un esquema bastante conservador de inicio. Dejó a dos de los tres delanteros en el banco, se olvidó de Calderón en Vitoria y buscó la acumulación de efectivos en el centro del campo. Esta disposición se tradujo en un desprecio absoluto hacia el balón, una concesión intolerable de protagonismo al rival y demasiada poca presencia en el área gallega. Todo lo que pudiera llegar debía hacerlo a través de peleas individuales de Javi Casares y Geni contra el mundo. Pero el Glorioso, con Josete, Pardo, Salcedo e Indiano en la zona ancha, miraba más hacia atrás que hacia Escalona.

El técnico leonés, seguramente uno de los principales artífices de los éxitos de este plantel, pecó de miedoso justo el día en el que sus pupilos parecían en condiciones de consolidar las impresiones que ofrecieron siete días atrás en el duelo de Vitoria. Al término del choque algunos de los componentes del vestuario gasteiztarra se mostraban incapaces de aguantar las lágrimas. Sentían que se les había escapado una ocasión de oro para devolver al Alavés a Segunda. Y así fue.

El equipo vitoriano fue mejor en la ida y avasalló al equipo lucense en la segunda mitad del choque de ayer. Pero concedió una ventaja incomprensible al rival. Cuando se sacudió los miedos y fijó el objetivo en la portería rival, volvió a aflorar el juego que había devuelto la ilusión al alavesismo.

Ahí, cuando apeló a la heroica, fueron pulgadas en un remate, la labor del guardameta, alguna decisión controvertida del colegiado, lo que impidió el empate. A eso se aferró Tomé en la rueda de prensa. Aseguró que el Alavés fue mejor a lo largo de la eliminatoria. Y seguramente fue así. Sólo fue eminentemente inferior en un tramo del partido de ayer. Cuando los miedos pesaron más que el deseo.