Vitoria. Durante las dos últimas semanas, los entrenamientos del Deportivo Alavés han visto rebajada su intensidad física muchos enteros para dejar paso a sesiones mucho más livianas en las que los juegos se han entremezclado con el trabajo táctico. Se trata de no meter ya más carga en las piernas de unos jugadores que ya pesan mucho a estas alturas de la temporada y también de buscar métodos para rebajar la tensión y los nervios y que todo el trabajo resulte mucho más distendido. Lejos han quedado ya las constantes correcciones a voz en grito de Miguel Ángel Álvarez Tomé, archivadas ahora que sus pupilos necesitan más cariño que reproches. Y para acercarse aún más a esa deseada liberación mental -más aún cuando los problemas que atañen al club están mucho más allá de los terrenos de juego-, la plantilla dedicó parte del entrenamiento de ayer a una sesión de relajación en la que el equipo visualizó la gloria que le espera a la vuelta de la esquina.
Fue en el tramo final de la sesión de trabajo en Ibaia, con los jugadores tendidos sobre el césped, cuando el preparador físico Rafa Cristóbal echó mano de esta técnica que ya se ha utilizado alguna vez más con anterioridad esta temporada. Nada más allá de cerrar los ojos y dejar volar la imaginación pensando en lo que puede pasar el próximo domingo en el estadio Anxo Carro lucense.
Primero, la frustración. El dolor de verse eliminados. El padecimiento de sufrir un resultado contrario y ver cómo el tiempo se escurre sin remisión. Con la narración de Rafa Cristóbal, esa dramática situación se iba reconvirtiendo. Las sensaciones visualizadas eran cada vez un poco mejores. El sufrimiento dejaba paso a la alegría. Y, al final, el éxtasis de soñar con una victoria, aunque fuera con un empate, y con una clasificación para la eliminatoria definitiva felizmente celebrada.
"Son técnicas de relajación, imaginarse situaciones de estrés y luego momentos buenos hasta llegar a la victoria y celebrarlo en el vestuario. Aquí todo ayuda porque en las grandes entidades, y el Alavés es el equipo más grande de Segunda B, todo es exagerado. Las buenas noticias son muy buenas y las malas, muy malas. Es lo que hemos intentado visualizar, imágenes de ir perdiendo 1-0 con poco tiempo y también la felicidad extrema de un gol en el último minuto que te da la clasificación y felicidad extrema. Hay que buscar el equilibrio de las emociones para garantizar el éxito", explicaba Óscar Martínez a la conclusión de esa sesión de relajación en la que los jugadores se imaginaron el futuro.
Para conseguirlo, además de tranquilidad para manejar los momentos de tensión que a buen seguro se van a vivir, el delantero gallego apuesta por mantener la misma línea de juego que se exhibió en el partido del pasado domingo: "La pauta que marcamos del otro día. El Lugo es un equipo al que le gusta tocar mucho y hay que presionarle arriba y fuerte. Un empate a goles es beneficioso para nosotros y hay que salir a apretarles. Solemos hacer goles y la actitud del otro día fue buena".
El punta ourensano le tiene unas ganas especiales a este partido, ya que en la grada contará con la presencia de toda su familia, que se unirá a la nutrida representación alavesista que se desplazará desde Vitoria: "Van a ser quinientos vascos y veinte o treinta gallegos que van a hacer ruido. Me extrañaba que mandaran tantas entradas. Se les va a oír mucho porque es un campo cerrado y pequeño. Vamos a estar arropados, así que ojalá cuando acabe el partido lo podamos celebrar todos juntos al final allí".