Ernest Renant, filósofo francés del siglo XIX, dejó una frase que marca la forma de actuar de muchos hombres de poder: "No neguemos ni afirmemos. Sólo esperemos". Acostumbrado, obsesionado en realidad con dar a conocer sus grandes decisiones en el momento adecuado, Josean Querejeta ha vivido desde hace semanas en la incomodidad. Cuando el pasado 2 de abril Saski Baskonia anunciaba su disposición a tomar las riendas del Deportivo Alavés, cualquier vitoriano daba por hecho que la noticia, viniendo de quién venía, estaba rotundamente a un paso de cristalizar, por mucho que en el extenso comunicado de seis puntos se hiciera referencia a las cuestiones que aún quedaban por solventar. "Si lo ha hecho público, se hará realidad", sostenía todo aquel que hubiera seguido la trayectoria del presidente del Baskonia en lo que al tratamiento de la información del equipo azulgrana se refiere. Ni una palabra hasta que todo esté bien atado. Por una vez, si bien a través de comunicados y notas de prensa, Querejeta se ha visto obligado a traicionar la cita de Renant. En dos largos meses de tiras y aflojas no ha habido resquicio para el segundo plano.
Durante estas largas y sinuosas semanas, el empresario nacido en Lazkao ha puesto a prueba su paciencia. Ilusionado desde que la idea de resucitar al moribundo club albiazul sobrevolara su mente, el tira y afloja mantenido con Caja Vital tensó la cuerda hasta dejarla en un fino hilo que muchos veían ya deshilachado. Lejos quedaban ya los tiempos, en los albores del pasado año, cuando estuvo a un paso de suceder a Fernando Ortiz de Zárate tras varias -aunque finalmente infructuosas- reuniones con representantes forales. Al final, la Diputación alavesa despejó el camino al estadio del Paseo de Cervantes, aunque el conductor del vehículo, Alfredo Ruiz de Gauna, no era el que en un principio confiaban ver a los mandos. Ahora, con un sinfín de desencuentros de por medio, tanto con el Ejecutivo foral, primero, y con el grupo inversor comandado por el Baskonia después, el propietario de Viajes Bidasoa se despedirá del sillón de Mendizorroza para dejar paso a Avelino Fernández de Quincoces, un hombre que, como su principal valedor, nunca ha sido muy amigo de la primera plana.
primer punto de fricción Inflexible en sus peticiones, el grupo de empresarios liderado por Querejeta -con Ortiz de Zárate, Santiago Arenaza, Jesús Echave y Rafa Pedreira como acompañantes-, estuvo a punto de romper la baraja apenas seis días después de su primer anuncio oficial. Lo que anticipaban como un cambio tranquilo empezó a crecer como una bola de nieve aquel 8 de abril, en el que a través de un extensísimo comunicado, ponían sobre la mesa los 2,5 millones de euros exigidos para capitalizar el Alavés pero, al mismo tiempo, sacaban a la palestra lo que a esas alturas presagiaban como principal punto de fricción, el crédito de dos millones por parte de Caja Vital. "¿Y por qué no entrar sin crédito si ya disponían de la suma necesaria para la capitalización?", se preguntaban algunos. En el grupo inversor lo tenían claro. Llegar al Alavés sin esos dos millones sería la crónica de una muerte anunciada.
Pero a escasos metros del Buesa Arena no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer. La relación de la Vital con el presidente azulgrana, marcada por algunos resquicios no resueltos en el pasado, empezaba a embarrarse para intranquilidad de aficionados albiazules -sobre todo- y baskonistas. Una relación que, en realidad, y pese a la ahora más que factible concesión del crédito, tuvo su último y intrincado episodio -sin la presencia del presidente azulgrana- en la reunión celebrada el pasado viernes en la sede de la entidad financiera, donde los representantes de la Vital -su presidente, Carlos Zapatero, optó en su momento por desentenderse de la operación- negaron de nuevo el préstamo pese al aval personal del 50% del mismo ofertado por el grupo inversor. Ese día la paciencia de Josean Querejeta tocó a su fin, pero decidió aguardar al lunes para lanzar su comunicado de despedida a la espera de un poco probable giro de guión que no se produjo. Al menos no hasta ayer.
apoyo de los jugadores De repente, la "renuncia oficial" baskonista a entrar en el accionariado del Alavés desvanecía de golpe y plumazo todas las expectativas acumuladas por en entorno y la masa social albiazul durante dos meses. De repente, los movimientos que surgieron, de forma directa o indirecta, a manos de las peñas, los acreedores e incluso los propios jugadores del cuadro vitoriano se evaporaban de golpe y plumazo. Cada uno se había gestado, de forma paulatina, en busca del mismo objetivo. La primera pata de la mesa sobre la que Querejeta ha querido siempre sustentar su nueva mesa, el beneplácito de la grada de Mendizorroza, no tardó mucho en ver la luz verde.
La mayoría de las peñas del conjunto alavesista firmaron un comunicado instando a la familia Gauna a abandonar la nave y ceder la batuta al nuevo gestor. Algo que no gustó un ápice al propietario de Viajes Bidasoa, que hasta entonces había blandido la espada del apoyo incondicional de la parroquia alavesista frente a lo que consideraba un agravio comparativo desde las instituciones públicas. Pero el descontento de los Gauna con aquel comunicado de las peñas fue un juego de niños comparado con lo que sucedió el 11 de mayo en el hotel Ciudad de Vitoria, cuando sus propios jugadores, junto a Miguel Ángel Álvarez Tomé y Gorka Etxeberria, se amotinaron en su contra y les solicitaron directa y explícitamente que "facilitaran" la entrada del grupo inversor. La punzada escoció en el seno de las oficinas de Mendizorroza, desde donde se acusó a Querejeta de estar detrás de tan inhabitual golpe de estado.
Mientras tanto, los grupos de acreedores formados por exjugadores y técnicos, hartos de un trasvase de poderes que no llegaba, sorprendían a todos con su negativa a un nuevo aplazamiento y la consiguiente celebración del juicio el pasado 19 de mayo. Si en la anterior cita en los juzgados una llamada de Querejeta había servido para calmar sus ánimos, en aquella ocasión los abogados Pablo Arregui e Iñigo Landa se veían obligados a solicitar el incumplimiento del convenio por los 560.000 que el club aún les adeuda. El reloj de la liquidación empezaba a contar, pero el posterior acuerdo entre el Baskonia y Alfredo Ruiz de Gauna llevó a los acreedores a echar para atrás su recurso. El tiempo ya no jugaba en contra de la entidad albiazul. Todo estaba ya perfilado. El acuerdo entre las instituciones tenía su sello -sin el OK del Partido Popular-, el traspaso de poderes con Gauna estaba en el notario -500.000 euros irán a parar a su bolsillo en dos anualidades-, las cuentas del Alavés obraban en su poder y el plan para el renacimiento del club albiazul era una realidad tangible. Todo, salvo el crédito de Caja Vital, había cristalizado, pero ni la mediación de los grupos políticos abría su cauce. Y de repente, cuando todo se daba por perdido, el Baskonia se topó ayer con un aliado inesperado. El PP, que se había negado a firmar el acuerdo con PNV y PSOE, pidió ayer paso en la figura del próximo alcalde de Vitoria para avalar parte del crédito de Caja Vital. Con las palabras de Javier Maroto la película vivía su giro final. Y Querejeta, por fin, respiró tranquilo.