sucedió en el palco de aquel Westfalenstadion de Dortmund, engalanado, atiborrado de gentes del fútbol. Todo eran nervios. Paco Liberal, mano derecha de Gonzalo Antón, el rostro amable del heroico Alavés de la UEFA, apenas podía mantener la calma mientras se sucedían los acontecimientos sobre el césped. El partido se había convertido en una montaña rusa. "Recuerdo con mucho cariño cómo trataba de calmarnos José Luis Compañón", evoca el exdirectivo del combinado albiazul. A su lado se sentaba Compa, esencia pura del alavesismo. Y un par de filas por delante el lehendakari, que entonces no era Patxi, sino Juanjo, y que también, quién sabe si sólo por un día, sacó a relucir su espíritu alavés. Junto a los máximos dirigentes de la UEFA y la FIFA, las personalidades se amontonaban, revueltas, en un fragmento del estadio que vivió con igual pasión el choque.

Muy cerca de Gonzalo Antón se encontraban dos tipos de filiación madridista pero que entienden de fútbol. José Antonio Camacho y Jorge Valdano, en origen albiazul por su etapa en Vitoria, aseguran aún hoy que disfrutaron de uno de los mejores espectáculos futbolísticos de sus vidas. Ellos fueron los protagonistas de un pasaje curioso que se produjo durante el descanso de la final. Ninguno de los dos contaba con la desafortunada jugada en la que la cabeza de Geli se ubicó donde nadie quería que estuviera, porque de lo contrario no se habrían acercado al presidente del Glorioso para transmitirle una confianza de la que carecía por completo.

Pese al cambio que había realizado Mané y la aparente mejoría del equipo albiazul, el tercer tanto del conjunto inglés, poco antes del receso, cayó como una losa sobre el ánimo de los mandamases vitorianos. "Recuerdo como si fuera hoy que se me acercaron por detrás, me di la vuelta y me dijeron: 'Presi, no te preocupes, este partido lo empata el Alavés'", rememora el por entonces máximo directivo de la entidad del Paseo de Cervantes. "Yo, claro está, me lo tomé a broma. Y les dije: 'Id a vacilarle a otro'". Pero acertaron. Surgió Javi Moreno, una falta, un testarazo, y el alavesismo, allá donde siguiera el encuentro, recobró la esperanza. Antón, por supuesto, cruzó una mirada de complicidad con Valdano y Camacho, aquel día también entregados seguidores de aquel batallón de héroes. Luego, la historia es conocida, la desgracia se cruzó en su camino. Y Antón, como el resto de sus colaboradores, tuvo que sacar fuerzas de donde no las había ya para tratar de levantar el ánimo de técnicos y jugadores de camino a una cena que comenzó como un funeral pero que a algunos les bastó para caer en la cuenta de lo que se había conseguido. La decepción se transformó en orgullo, en respeto. Y las palabras del presidente de la UEFA concedieron rango de certeza a lo que hoy se entiende como un motivo para presumir: "Recuerdo que cuando acabó la final me dijo el presidente de la UEFA: 'Señor Antón, la mejor final que nunca se ha jugado. La de más goles y más espectáculo'". Y así sigue siendo. Un encuentro inolvidable, y no sólo en Vitoria.