Vitoria. Como las malas películas, que aburren y se cierran con un final previsible pero satisfactorio, el Deportivo Alavés consumó la victoria en un partido en el que no podía volver a fallar. Con una puesta en escena horrible para el espectador y un desarrollo pestoso y deslucido, sólo la irrupción inevitable de los héroes permitió que el guión deparase la fiesta final. Los de casi siempre, los pelados, Javi Casares y Óscar Martínez, aparecieron en el momento justo para conducir con sus goles al equipo albiazul a unos play off de ascenso que son virtualmente una realidad para el equipo de Miguel Ángel Álvarez Tomé.

Mendizorroza estalló de júbilo cuando acabó el tostón. No era para menos. Lo que al final parecía una fiesta del alavesismo había sido pocos minutos antes una exhibición de impotencia de un equipo que deberá elevar mucho sus prestaciones para afrontar con ciertas opciones de éxito las eliminatorias de acceso a Segunda División. La afición, que no es ciega, ni tonta, llegó a censurar con pitos al conjunto albiazul durante algunas fases del encuentro. Si se hubiese tratado de un combate de boxeo de 80 minutos, se habría resuelto a los puntos. Pero entonces irrumpieron los puños de dos pegadores que aglutinan un importante porcentaje de la responsabilidad de que, este año sí, el Glorioso va a conceder licencia para soñar a su sufrida hinchada.

Los pelados acudieron al rescate cuando todo apuntaba a un epílogo sin goles. El partido se desangraba en el hastío más absoluto cuando los héroes precipitaron el final soñado. Primero fue Casares, la electricidad, el cañón diminuto, que con un potente derechazo resolvió una serie de rechaces y cambió el guión de un partido que el Guijuelo ya enfocaba como una pelea contra el reloj. Aunque quizá no esté tan fresco como a comienzos de temporada, el menudo extremo gaditano fue de los más incisivos durante todo el duelo.

Sólo ahí quiso jugar el Guijuelo, que salió hasta con su portero en busca del gol. Pero si el héroe virginal, el chico bueno, había hecho acto de presencia para decidir el destino del cuadro albiazul, el antihéroe, el último boy scout, se convirtió en el encargado de asestar la puñalada definitiva al rival chacinero. Óscar Martínez, el tapado, descartado incluso por la dirección deportiva hace unos meses, aniquiló con su undécimo gol cualquier atisbo de esperanza del cuadro salmantino. Uno y otro resolvieron la película como se esperaba, como se debía, pero para lo que viene por delante hará falta algo más que apariciones puntuales de sus mejores jugadores. El Alavés venció, pero no convenció.