EL Deportivo Alavés vivió ayer un auténtico episodio de crisis catatónica. Como desconectado del mundo externo y de todo lo que le rodeaba, el cuadro albiazul hizo acto de presencia en lo físico pero su mente parecía estar en cualquier otro lugar que claramente no era el césped de Mendizorroza. Inmovilizado, superado en todo momento y sin reacción alguna. Como si el alma se hubiese separado del cuerpo. Como si la tortura a la que estaba siendo sometido no le causase ningún tipo de dolor. Un deambular durante noventa minutos de catástrofe recorriendo la senda hacia ninguna parte. La muerte en vida de un equipo incapaz de reaccionar a los estímulos, incapaz de sobreponerse al sufrimiento, incapaz de levantar la cabeza tras cada golpe.

Por desgracia, volvió a ser el Alavés el mismo de siempre, por lo menos el mismo de las últimas jornadas, pero elevado al cuadrado, más que nada por la presencia como oponente de un rival de envergadura. Largo y tendido se ha hablado ya de los fallos defensivos que comete este equipo en todas y cada una de sus comparecencias. "De patio de colegio", señalaba el viernes el propio Álvarez Tomé. Pues bien, ni por ésas. El primer gol de Altuna surgió de un grave fallo de marcaje en un saque de esquina. El segundo, tras un resbalón de Casas que regaló el balón al rival, de un fallo de Mesquita al no ser capaz de realizar bien la salida del fuera de juego. La dolorosa sentencia la rubricaría Lago Junior en la segunda parte con dos goles aprovechando la falta de efectivos en una defensa superada por todos sus costados e incapaz de llegar a cubrir los remates ni los rechaces.

Dicha efectividad eibarresa, solo contestada por un par de sensacionales intervenciones de Montero, tuvo su contrapunto en el desatino de un Alavés que lleva ya semanas buscando la suerte que parece haber agotado. No son pocos los tantos que esta temporada ha marcado con cierto grado de fortuna el cuadro albiazul, pero la verdad es que últimamente el conjunto vitoriano está peleado por el gol.

Lo que antes se conseguía con una facilidad inusual, ahora cuesta un mundo. Se acabó la fortuna en Las Gaunas con aquel gol desde el medio campo que Óscar Martínez estuvo a punto de repetir ayer. Pero ni esa oportunidad ni otras dos mucho más claras dentro del área pequeña y sin apenas oposición que marraron el propio delantero gallego y Salcedo quisieron entrar ayer como tampoco lo hicieron recientemente en Lezama, Oviedo o Miranda, por citar los ejemplos más recientes de este mal que viene afectando al equipo últimamente.

diez de treinta Cabezas gachas y ojos tristes. Muchas semanas ya se lleva repitiendo esta misma imagen con los jugadores alavesistas como desgraciados protagonistas. Porque si el Deportivo Alavés tocó ayer fondo -cabe esperar que así sea por el bien de un club que sigue a la deriva desde el punto de vista institucional- es a causa de que su trayectoria última es ciertamente penosa. Como ya se ha dicho, parece que la suerte se agotó en Logroño. A partir de ahí, diez son los partidos que ha disputado el conjunto vitoriano y la cosecha de puntos solo es de diez. Dos solitarias victorias en el tramo decisivo de la temporada. Toca levantarse para que el curso no termine prematuramente.