Es también pieza fundamental a balón parado y junto a Morcillo es el encargado de ejecutar los saques de banda que tantos goles han dado.
En mi etapa en el Ontinyent, por las características del campo y del equipo, era una jugada que repetíamos mucho, pero no se le sacaba tanta efectividad como ahora. No es tanta la importancia del saque, que es complicado porque es largo y dificulta mucho a la defensa, como la labor que hacen los compañeros a la hora de ir a peinar balones y a los que están atentos a las caídas.
Se trabaja muchísimo esta jugada, así que cuando sale bien es una alegría para todos.
Es muy satisfactorio ver que una jugada que empiezas tú, que eres el encargado de colgar ese balón, acaba en gol. Morcillo y yo tenemos un pique personal de ver quién consigue más asistencias de saque de banda. Vamos 3-2 y va ganando él, pero hay tiempo para remontarle y lo importante es que, uno u otro, al final de la temporada lleguen muchos goles más así.
¿Hay un trabajo especial de preparación o es cuestión genética?
Tuve un preparador físico que me decía que ese don de llegar tan lejos con el balón es mucho más trabajo de abdominales que de brazos. Tener la zona abdominal fuerte hace que la palanca salga mucho más potente y puedas llegar más lejos. Algún secreto tiene que tener, pero la realidad es que no trabajamos nada específico para potenciar esos saques.
Suficiente trabajo es ya el de los entrenamientos, más aún sabiendo que si un balón se queda corto tiene perorata añadida.
El nivel de exigencia del entrenador llega a todos los sitios y también a los saques de banda porque en todas las jugadas busca el máximo rendimiento del equipo.
No es la primera vez que usted coincide con un técnico de mucho carácter. La alternativa en Segunda se la dio Javier Clemente.
Conmigo se portó muy bien porque yo salía del filial del Murcia y estaba un poco asustado. Entre tantas estrellas, Clemente me acogió y me intentó tranquilizar. Siempre me decía que eso era fútbol y que jugase como sabía. El recuerdo que guardo de él es muy grato.
Y después, con la destitución de Clemente y la llegada al banquillo del que era su entrenador en el filial, dejó de contar en el Murcia.
Clemente se acabó marchando. Yo había sido un invento suyo y cuando le destituyeron la primera cabeza que rodó fue la mía.
En lo personal, ¿qué tal lleva la adaptación a Vitoria?
Ha sido más fácil que en Pontevedra porque a Vitoria he llegado con ese año de experiencia, que fue muy duro para mí. El clima, con tanta lluvia, se me hizo un poco pesado y la verdad es que tanto ver gris te cansa. Este año, casi hasta esta semana, el invierno se está portando muy bien con nosotros. Hemos tenido algunos días duros y también he visto nevar, que es algo nuevo para mí.
La adaptación al vestuario también ha sido muy buena.
Es otro de los secretos de este Alavés. Somos una auténtica piña y en el vestuario hay cada personaje suelto con el que es imposible evitar las risas. Con compañeros así es mucho más fácil y te hace llevar mejor los momentos difíciles.
Así que con ellos saca la vena amable, no como cuando un árbitro se equivoca, que saca su rabia.
Tengo mal pronto y soy un poco vinagres, pero ya nos conocemos todos y cuando uno se avinagra un poco las risas de los demás hacen que vuelva a su estado natural.