EL calvario que ha sufrido Iker Gereñu en los últimos seis meses es impensable. El hecho de saber que no te quieren en tu casa, de marginarte en verano en una guerra psicológica que compartió con Óscar Martínez contra la dirección deportiva de la entidad. De intentar ponerle la etiqueta de egoísta, de colocarle en contra de la afición afirmando en verano Gorka Etxeberria que "sólo quería sacar lo máximo posible de su situación".

Los que le conocen hablan de un hombre reservado pero trabajador, humilde pero orgulloso y que busca el bien de su familia. Y por ella pensó en quedarse en Vitoria, en el club de fútbol más representativo de la provincia, estuvo en el Aurrera y Amurrio pero siempre tenía la espina clavada de vestir los colores del Glorioso. El año pasado se le dio esa opción y peleó por ella, y lo consiguió, y cuando lo hizo una lesión en la clavícula jugando en Sestao a finales de 2009 le truncó los planes. A partir de entonces un sufrimiento, el anterior presidente Fernando Ortiz de Zárate le renovaba un año más y eso le perjudicó más que beneficiarle con la llegada del nuevo régimen.

Desde el inicio se le tachó de no apto, sin darle una sola oportunidad ni en los amistosos ni en los onces que probaba Miguel Ángel Álvarez Tomé en los entrenamientos. Pero no se vino abajo, siguió peleando, y trabajando, y mucho. Pasó tardes en Ibaia de manera voluntaria para no perder forma física, y eso se demostró el sábado. Le falta ritmo de competición, como es obvio al estar seis meses sin jugar (salvo en el paripé de la Copa Federación contra la Arandina), pero lo suplió con colocación y físico.

Ahora Tomé cuenta con un efectivo más en defensa y, si tenemos en cuenta lo que queda de año, que espero sea mucho, todos los jugadores son fundamentales para el ascenso. El fútbol da muchas vueltas, y los jugadores van y vienen, pero en este caso Iker Gereñu ha dado una imagen de profesionalidad innata en este deporte que a veces es muy egoísta. Que tome nota la dirección deportiva del club.