El vestuario del Deportivo Alavés es el claro ejemplo de cómo cambia la vida en unos pocos meses. No hace falta demasiado tiempo para que lo que era blanco se convierta en negro y viceversa. Ejemplos los hay a montones y más aún en el mundo del fútbol, acostumbrado a una evolución vertiginosa. También en el seno del propio Glorioso se producen rápidas transmutaciones. Así, el proscrito se convierte en insustituible a la vez que la figura se vuelve innecesaria. De Óscar a Óscar. De Martínez a Rico. Protagonistas de la cara y la cruz de la moneda albiazul.

La del delantero gallego es una historia que se repite con asiduidad en el mundo del fútbol. La historia es bien conocida para todos: de no contar en verano y tener la puerta de salida del club abierta a haberse convertido en una pieza fundamental con seis goles en los cinco últimos partidos. El caso da para un nuevo capítulo en la historia de este deporte y el mérito recae una vez más en el esfuerzo personal. No lo ha tenido fácil Óscar Martínez, más aún con la presencia en el equipo de dos delanteros del calibre de Geni y Jito, pero su trabajo y su acierto le han colocado en los altares del alavesismo por méritos propios. Sin ir más lejos, todos sus compañeros le señalan como el ejemplo a seguir y en los entrenamientos se le busca con asiduidad para intentar aprovechar su buen momento.

Vive el gallego los que pueden ser sus mejores días como futbolista. Ha sido un profesional errante, salido de la cantera del Real Madrid y con una carrera plagada de goles y deudas. Las segundas las sigue arrastrando aunque en Vitoria cobre al día, pero los primeros parecieron desaparecer cuando vistió la camiseta albiazul. Su primera temporada, con solo una diana, resultó desastrosa, pero en el arranque de esta segunda vuelta ha destapado el tarro de la esencias.

Seis goles. Algunos de ellos con trasfondo. El primero, en Mieres, para decidir una victoria. No menos decisivo fue el de Las Gaunas, el último, con un disparo desde casi el centro del campo. Entre medias, un par de dobletes contra Osasuna B y Real Unión, incluyendo hasta un gol contra el filial rojillo -el tercero del Alavés- en el que ni siquiera el propio Óscar Martínez es capaz de decir con qué zona de su cuerpo golpeó el balón.

Vive el punta orensano en estado de gracia e incluso algunos en el entorno albiazul quieren aprovecharse de esta magia que desprende. "Ese gol no te lo crees ni tú", le espetaba Alberto Montero mientras celebraba la victoria contra el Logroñés con su compañero. Habilidad o fortuna, lo cierto es que, por si acaso, el padre del guardameta albiazul no dudó en pasar un billete de lotería por la espalda del divino calvo. Habrá que esperar para ver si la magia de Óscar Martínez va más allá de sus goles.

Y si el gallego representa la cara, la cruz de la moneda albiazul tiene el nombre de Óscar Rico. No puede decirse que el ilicitano haya cumplido, ni de lejos, con las expectativas que desató su fichaje por el Alavés. Truncada su llegada en el mercado invernal de la 2008-09 cuando era uno de los jugadores más destacados de Segunda B en las filas de la Cultural Leonesa, en el verano de 2009 llegaba a Vitoria con galones de estrella.

El extremo zurdo fue una de las piezas más importantes del equipo -el séptimo jugador más utilizado en toda la temporada-, marcó cuatro goles y repartió ocho asistencias. Pese a ello, su irregularidad fue la nota más destacada.

En verano, la renovación de Rico no resultó nada sencilla. Su rendimiento no fue el esperado la anterior campaña, pero se confiaba en que volviera a sacar a relucir toda su calidad, la de una pierna izquierda extraordinaria, en un segundo año en Vitoria en el que se esperaba que estuviese más centrado y que fuese más regular que antaño.

Su clase no tardó en convencer a Álvarez Tomé, que pronto le dio galones dentro del equipo. Arrancó la campaña brillante, recordando su mejor versión y sacando a relucir toda su calidad. Desequilibrante en el uno contra uno y genial a la hora de asistir, en los primeros partidos de la temporada se vio al mejor Rico que se recuerda.

A peor En ese inicio de curso, aunque negado de cara al gol, repartió cuatro asistencias y se mostró como un jugador letal. Por desgracia, la irregularidad apareció de nuevo y la brillantez dejó paso a una versión cada vez más oscura del extremo, que descendió su rendimiento de manera progresiva.

Así, tras ser pieza indispensable para Álvarez Tomé en los primeros trece compromisos ligueros, comenzó a alternar el banquillo con la grada. Titular en uno solo de los once últimos partidos, en los que apenas ha disputado 128 minutos, la cruz definitiva le cayó en la visita a la Real Sociedad B saldada con derrota y en la que su actuación no pudo ser peor, sobre todo en la faceta defensiva, donde tiene una exigencia que no acaba de cumplir.

Su ostracismo actual parece pasar los límites de la simple decisión técnica. Fuera de la convocatoria ante el Real Unión -de la lista solo se cayó Iker Guereñu de los disponibles-, más llamativa todavía fue la ausencia de su nombre de entre los diecisiete -todos los disponibles menos él- que viajaron a Logroño. En los entrenamientos ni siquiera actúa por la banda izquierda y parece haber perdido toda la confianza que tenía depositada en él el entrenador. El trabajo parece ser el único camino para recuperar esa armonía perdida y darle la vuelta a la moneda de nuevo.