CRUZAR el umbral del local que Anselmo González de Garibay posee en las inmediaciones del parque de El Prado supone darse de bruces con un inmenso universo de recuerdos y valiosos pedazos de historia que su creador cuida con mimo y distribuye minuciosamente concediendo a cada uno de ellos su merecido espacio. Algo que no resulta ni mucho menos sencillo, puesto que la hiperactividad de este veterano vitoriano, que vio la luz el 2 de marzo de 1933, le ha llevado a vivir con enorme intensidad experiencias en los más diversos ámbitos. La talla de madera, los toros o la pelota -de la que además de disfrutar como espectador también es fabricante-, son algunas de las aficiones que han llenado el tiempo libre de este antiguo trabajador de la empresa Aranzábal. Sin embargo, el primer puesto de este particular ranking está reservado inevitablemente para un hobby con nombre propio: Deportivo Alavés.
Y es que la entidad que hoy, 23 de enero, cumple noventa años de azarosa existencia es, desde hace varias décadas ya, el centro de los desvelos de Anselmo. Incondicional seguidor del Glorioso desde su juventud, se mantiene fiel a su cita quincenal con el estadio de Mendizorroza y su privilegiada retina se ha convertido en un archivo visual de los buenos y malos momentos que han tenido a la entidad albiazul como protagonista.
Pero, no contento con guardar en su particular disco duro todos estos recuerdos, hace años que decidió convertirse en improvisado documentalista y crear un minucioso archivo con el que las generaciones venideras puedan ampliar sus conocimientos sobre el Deportivo Alavés. De esta manera, coincidiendo con la mayor alegría deparada por la entidad albiazul en muchísimo tiempo -el ascenso a Primera División con José Manuel Esnal, Mané, en el banquillo en el ejercicio 1997-98-, comenzó a recopilar todo cuanto se publicara del equipo de sus amores.
El resultado de esa ardua labor, más de trece años después, es un buen número de tomos perfectamente encuadernados -por el propio artista y, por supuesto, en tonalidades azules y blancas- en los que se pueden encontrar todos y cada uno de los pequeños y grandes acontecimientos que han jalonado el devenir diario del club del Paseo de Cervantes. El reencuentro con la élite del fútbol español, la gloria europea de Dortmund, el comienzo del declive con el regreso a la categoría de plata o el trienio negro de la mano del innombrable Dmitry Piterman hasta llegar a la complicadísima situación actual ocupan capítulos imprescindibles en la vida de este bebé de noventa años recién cumplidos y gracias a Anselmo González de Garibay todos sus detalles han sido documentados para la posteridad.
Puro sentimiento Pero, con ser importante, el afán historiográfico de este incombustible aficionado alavesista no se queda ahí. De esta manera, al margen de la preciosa colección de encuadernaciones, dispone de muchos más documentos, casi incunables del alavesismo que no duda en rescatar para mostrarlos orgulloso. Mientras aparta las crónicas de la última victoria sobre Osasuna B -que aguardan pacientemente su turno para pasar a integrarse en el tomo que recogerá las peripecias de la presente campaña 2010-11-, bucea entre las cajas perfectamente alineadas y reaparece con fotografías en blanco y negro, entradas de encuentros añejos, carnés en los que la huella del paso del tiempo resulta inevitable o una de sus perlas, el documento que recoge la conversión del Sport"s Friends en el Deportivo Alavés el 23 de enero de 1921.
De cada una de ellas, emana una imparable cascada de recuerdos y sentimientos. Esos que difícilmente son susceptibles de integrar un archivo documental pero que constituyen el sostén fundamental de una institución como El Glorioso para que sea capaz de perpetuarse en el tiempo.
Y eso es algo que sabe muy bien González de Garibay. Porque si hay algo que le ha sobrado siempre es sentimiento y amor a las tonalidades albiazules. Desde que siendo un chaval se calzaba las botas para jugar en equipos aficionados -"jugar con aquellos balones y los tacos que tenían las botas sí que tenía mérito", bromea- y en la temporada 1953-54, con apenas veinte años, se hizo con su primer carné de socio. Desde entonces, ha acudido puntualmente a su cita todos los veranos para renovar un documento que espera seguir disfrutando "hasta que me tengan que sacar con los pies por delante".
Porque El Glorioso ha sido durante todo este tiempo una especie de hermano mayor con el que ha compartido experiencias de todo tipo. Juntos han crecido, han madurado alternando alegrías y sinsabores y ahora, con el poso que deja la experiencia, contemplan el futuro teniendo muy en cuenta lo sucedido en el pasado. Para ambos, se aproxima el momento de pasar el relevo, aunque de una manera bien diferente.
En el caso de Anselmo, no ha dejado de transmitir ni un momento a todos aquellos que le rodean el amor y la pasión por la institución del Paseo de Cervantes. El último ejemplo lo personifican sus tres nietos -Aitor y Paula González González de Garibay e Igor Ceniceros González de Garibay-, de catorce, diez y tres años de edad respectivamente. "Les hice socios del Alavés desde que nacieron y los chicos siguen siéndolo", revela orgulloso el abuelo. Es precisamente en estas nuevas generaciones en las que deposita todas sus esperanzas de que el sentimiento alavesista no decaíga y pueda seguir entonándose el "Bravo equipo albiazul..." durante muchas décadas más. Claro que él no pierde la esperanza de poder volver a disfrutar desde su asiento de la grada de Preferencia, pese a la complicada situación actual, de un Glorioso de nuevo en Primera División.
Por lo que respecta al propio club, el relevo en el que está centrado es bien diferente, aunque el objetivo final resulta idéntico: conseguir que su existencia se prolongue durante un futuro lo más largo posible. En este caso y considerando lo cerca que se encuentra desde hace tiempo del colapso definitivo, se trata más bien de un renacimiento. Este veterano Alavés de noventa años recién cumplidos pasaría así el testigo a uno regenerado que pudiera aspirar a recuperar las señas de identidad que siempre han caracterizado a la institución y recorrer, pasito a pasito pero sin descanso, el camino que le conduzca de nuevo al sitio que por historia se merecería ocupar y que jamás debería haber abandonado.
Remacha, Wilson, Berasaluce... De esta manera, los nietos de Anselmo podrían revivir momentos tan ilusionantes como los que su abuelo ha experimentado al máximo durante su existencia y acumular historias y experiencias que perpetuar en la memoria de sus descendientes. Todas ellas, eso sí, con El Glorioso como inevitable protagonista. Se repetirán así discusiones sobre qué Deportivo Alavés ha sido mejor, cuál ha sido su mejor jugador o qué encuentro merece ser recordado con más fuerza.
"Yo no llegué a conocer el equipo de Ciriaco y Quincoces de los años 30 pero, de lo que he visto, el mejor sin duda es el de la década de los 50 que ascendió a Primera División. Berasaluce, Remacha, Erezuma, Wilson... quién no se acuerda de esa alineación. El de Mané que llegó a la final de la UEFA también jugaba muy bien pero para mí como el de los 50 no hay otro", apuesta convencido el veterano González de Garibay. A la hora de escoger al albiazul más destacado le surgen más dudas -"Remacha iba muy bien de cabeza, Wilson también destacaba, Jordi Cruyff o Geli de los más recientes..."- pero lo que no tiene fin es el interminable torrente de anécdotas que enlaza conforme el recuerdo se traslada de la memoria a la boca. "El partido que le metimos siete al Valencia, el día que le ganamos al Barcelona, cuando vino el Inter de Milán a Mendizorroza...". En definitiva, el resumen de una vida. O, mejor dicho, de dos. Paralelas. Y eso es el Deportivo Alavés. Noventa años de vida y un sentimiento. El de sus gentes, que lo viven suyo y sueñan con que perdure durante al menos nueve décadas más.