cUANDO casi no se han apagado los ecos de los efectos ocasionados por el castigo que se les infligió hace dos años al combinado txuri urdin y que les supuso la imposibilidad de ascender a Primera División esa temporada, en esta ocasión nos tocaba torear con novillos, es decir, con su equipo filial (no por eso menos peligrosos), el segundo consecutivo en este campeonato. De aquel partido no queda más que los colores de la equipación; bueno, ni eso. Contarles a los componentes de la actual plantilla (no queda ni uno de aquellos como tampoco hay nadie del filial alavesista) lo que supuso al alavesismo aquel encuentro es como explicarles la explotación y el consumo de la cebolla en un mundo globalizado.

Anteriormente, el pasado 11 de agosto el Deportivo Alavés se enfrentó en partido amistoso de pretemporada a la Real B en Zubieta y ganó por dos a uno demostrando en el segundo tiempo su superioridad sobre el equipo realista. Durante este partido, el equipo filial de la Real Sociedad demostró mientras las fuerzas le respondieron y el Alavés se despertaba (casi todo el primer tiempo) que eran un grupo a tener en cuenta y que no había que confiarse. Ayer, un mes después, ambos conjuntos volvieron a enfrentarse en el campeonato de Liga, esta vez con los tres puntos en juego. Era su primer encuentro de estas características en esta categoría en quince años, los mismos que hemos tardado en volver a esta inhóspita división.

En un primer momento, el encuentro disputado ayer en Mendizorroza parecía que no tenía nada que ver con el disputado en agosto. Lo demostraba que los jugadores actuantes en ambos bandos fueron muy diferentes como lo indica que en la Real Sociedad jugaron en Mendizorroza hasta siete jugadores distintos en el once titular; en el Alavés, cuatro. Pero el desarrollo del juego fue muy parecido en uno y otro envite durante el primer tiempo. Transcurría el encuentro con la extraña sensación de haber vivido con antelación todo aquello. Me trasladaba en el tiempo, cuando gozaba de momentos de lucidez porque tenía que hacer grandes esfuerzos por mantenerme despierto, al partido de pretemporada, con un rival que juega mejor, con la única salvedad que no consiguen batir al guardameta alavesista.

Al igual que entonces, el revulsivo fue Casares que entró en el terreno de juego bastante antes por lesión de Geni. Antes de marcar un gran gol (tiene un potente y colocado disparo) ya avisó con un tiro a la madera en el primer tiempo. Pero la alegría duró muy poco, igual que en Pamplona. Ocho minutos. El tiempo que tardó la Real en aprovecharse de otro fallo defensivo, esta vez del portero. Que también había dado muestras ya de inseguridad en una salida a lo loco. Luego todo fue querer y no poder. A esto, añadir fallos en defensa, un centro del campo poco eficiente, una delantera sin tino… Lo peor, el resultado final no fue el mismo.

Como se puede constatar nada es nuevo. Da miedo pensar que vayamos a vivir ciertas experiencias y que sepamos perfectamente lo que pasará a continuación, como si lo recordásemos. Si al menos las experiencias fueran todas positivas…