LoS delanteros son los que se llevan habitualmente los focos de mayor intensidad y los que, con sus goles, deciden la suerte de la mayoría de los partidos. Sin embargo, para que estos killers del área puedan exhibir sus poderes necesitan la valiosa e imprescindible colaboración de su centro del campo. Tanto para abastecerles de balones como para cortocircuitar las acometidas rivales y recuperar pelotas que convertirán en medidos pases. Es esa zona ancha del terreno de juego la cocina del fútbol y donde la balanza se inclina en uno u otro sentido. Una buena demostración de ello fue lo que sucedió en la noche de ayer en Mendizorroza.
Porque gran parte de la explicación a que El Glorioso se haya quedado a las primeras de cambio fuera del torneo del K.O. puede encontrarse en la batalla que se libró en la medular y en la que el Logroñés resultó clarísimo vencedor. Y es que tanto en la contención como en la creación, el combinado de Josip Visnjic impartió un máster a su oponente.
Por parte del Alavés, Tomé sorprendió con una alineación inicial totalmente diferente a la que había ensayado la víspera pero con el mismo problema. Y es que la decisión de trasladar a Ander Alaña al eje de la zaga para cubrir el hueco del lesionado Cuesta le obligaba a conformar un centro del campo novedoso. La solución escogida pasó por situar a Josete y Salcedo como doble pivote y Óscar Rico en la banda izquierda acompañando al fijo Casares en la derecha.
Sin embargo, el experimento no ofreció los réditos deseados. Porque el conjunto riojano consiguió maniatar prácticamente por completo la zona de creación albiazul a base de músculo. Con un claro 4-2-3-1 dibujado sobre el césped, el tándem formado por Nacho Fernández y Adama Guira se convirtió en dueño y señor de su parcela con un espectacular despliegue que empequeñeció a sus adversarios. Y es que el asturiano, viejo conocido de Mendizorroza, campó a sus anchas por todo el centro del campo. Hasta el punto, que no se limitó a sus habituales contribuciones en ayudas defensivas sino que incluso protagonizó varias incorporaciones peligrosas al ataque del Logroñés. A su lado, el potente Guira le secundó a la perfección. Pero, contrariamente a lo que pudiera parecer ante semejante panorama, el combinado blanquirrojo -que ayer vistió de verde- no se limitó a colocar minas en el camino del Deportivo Alavés hacia su porteria. Muy lejos de ello, completó su dominio absoluto del centro del campo generando un fútbol de ataque de calidad que superó sin apenas problemas las trincheras planteadas por Tomé.
Calidad y precisión En ese apartado, sin duda merecen una mención especial otros dos hombres que pusieron en jaque en numerosas oportunidades a la zaga albiazul. Y es que el veteranísimo Óscar Arpón, pese al inexorable paso del tiempo, no ha perdido ni un ápice de la calidad que atesoraba en sus botas y la distribuyó prácticamente a su antojo moviéndose con libertad por ambas bandas e incluso la mediapunta. Junto a él, también brilló de manera notable Borell. Ambos se entendieron a la perfección entre líneas sin que la labor de destrucción del centro del campo alavesista pudiera romper su unión y de las combinaciones entre ambos surgió el mejor fútbol riojano. Ni siquiera cuando Tomé dio entrada a Ibon Gutiérrez y Esparza mejoró la situación.