Se ha convertido en una especie de tradición, en un cruce de caminos definitivo, en el escenario donde se revela el desenlace, el veredicto final. Año tras año, y éste va a ser el tercero, el Deportivo Alavés parece empeñado en jugarse buena parte de su temporada en Vigo. Una vez más, el Celta aparece en el horizonte albiazul como uno de los últimos escollos a salvar para alcanzar el objetivo fijado muchos meses atrás.
Aunque en los dos episodios anteriores de esta película de suspense el rival ha sido el primer equipo del club celeste y en esta ocasión va a ser el filial, resulta poco menos que obligado recordar que en la historia reciente del Glorioso han quedado grabados a fuego los dos últimos desplazamientos a la ciudad gallega. El desenlace de los dos precedentes resultó diametralmente opuesto. Mientras que hace dos años, en el último encuentro de la temporada 2007/2008, el césped de Balaídos se convirtió en una fiesta albiazul, el pasado ejercicio, en el choque correspondiente a la antepenúltima jornada liguera, el estadio vigués se transformó en un enorme tanatorio donde los cientos de seguidores alavesistas que se desplazaron hasta allí velaban el cadáver del equipo que por entonces dirigía Javi López.
Ese muerto ha estado peleando durante casi un año por resucitar. Busca su catarsis en el proscenio donde quedó escenificado su descenso a los infiernos de Segunda B. Por unos motivos u otros, el equipo gasteiztarra ha vuelto a dejar los deberes para última hora. Y aunque el choque de Vigo puede simplemente postergar la resolución matemática del acceso a los play off al último duelo liguero, lo cierto es que el domingo a mediodía el Alavés dispone de su segunda bola de partido, tras la desperdiciada el pasado domingo en casa frente al Montañeros.
Todo dependerá de lo que suceda en el encuentro que el Pontevedra disputará unas horas más tarde contra el Lemona. Si el conjunto gallego se ve incapaz de superar a los cementeros y el Alavés suma tres puntos ante el filial celeste, Vigo volverá a convertirse en el epicentro de las celebraciones para la afición de un equipo que ha flirteado en exceso con la decepción. Si por contra el Pontevedra gana o el Alavés se muestra incapaz de hacerlo, el equipo de Iñaki Ocenda se verá obligado a jugárselo todo a una carta en el duelo directo que ambos equipos dirimirán en Mendizorroza el próximo domingo, 9 de mayo, a las 18.00 horas. Pese a que existe esta posibilidad, la plantilla albiazul sólo piensa ahora en el partido de Vigo. Otra vez en Vigo
Bien es cierto que existen numerosos factores que diferencian las dos últimas excursiones alavesistas a Vigo y la del próximo fin de semana. Al margen del rival, que es el filial y no el primer equipo del club celeste, cambia incluso el escenario. No será Balaídos, sino Barreiro, en las instalaciones deportivas del club, donde se jugará el partido. Además, en sus dos visitas anteriores el equipo peleaba por evitar el descenso, mientras que este año pretende colarse en las eliminatorias para ascender.
Aun así, la coincidencia, casual y resultante del sorteo del calendario, encierra unos tintes ciertamente inquietantes para el alavesismo, en cuya memoria colectiva conviven dos sentimientos tan opuestos como los de éxtasis y frustración absoluta que se vivieron en la ciudad gallega los meses de junio de los dos últimos años. ¿Qué le deparará la suerte en esta ocasión al cuadro babazorro? La plantilla está conjurada para centrarse exclusivamente en su partido. Las celebraciones, si ha de haberlas, llegarán en todo caso a última hora de la tarde, probablemente en el autobús de regreso a Vitoria. Ocenda, que como alavesista de cuna que es sufrió y disfrutó los dos desenlaces precedentes, está haciendo hincapié en ese punto. Si el Alavés gana, toda la presión recaerá en el Pontevedra, que deberá superar a un Lemona que, por cierto, ya le ganó en la ida.