fue sin quererlo uno de los principales protagonistas del partido de la primera vuelta en Mendizorroza entre Alavés y Mirandés. De hecho, una acción del gasteiztarra Rubén López Tato permitió al cuadro de Julio Bañuelos llevarse la victoria en un partido de locos, en el que el conjunto burgalés acabó con diez jugadores y el albiazul con siete tras sufrir las expulsiones de Cuesta, Vicente, Rico y Romerito.
Precisamente este último también tuvo parte activa en esa jugada, clave al fin y a la postre en aquel encuentro. El nefasto colegiado Muñoz Caravaca señaló un inexistente penalti del pivote andaluz sobre Tato, que transformaría instantes después Pablo para colocar el definitivo 1-2. El interior vitoriano aún guarda en su memoria lo sucedido aquel domingo 22 de noviembre. "Fue un partido bastante extraño. De los raros". Poco común también es su historia. Al menos en el fútbol profesional. Y es que Rubén, al igual que muchos de los futbolistas de la categoría de bronce, no vive exclusivamente del fútbol, sino que compagina además la practica deportiva con la actividad laboral. Lo hace sin excesivos problemas, como reconoce: "Tengo la ventaja de que el fútbol deja bastantes horas libres y como mi trabajo no es físico, lo puedo compaginar", asegura.
Su caso puede sonar extraño. De hecho en Primera y Segunda División lo es, pero no tanto en Segunda B y el propio Tato lo confirma. "Cuando estaba en el Guijuelo también tenía compañeros que trabajaban y aquí otros tres o cuatro también lo hacen". Es más, incluso alguno de ellos no tiene tanta suerte como el vitoriano y tiene una jornada laboral peor. "Yo dedico a la autoescuela cuatro o cinco horas, pero en el equipo hay gente que trabaja las ocho y en trabajos físicos además, y eso pesa", desvela.
Es la cruz de la categoría. De hecho, habida cuenta de sus penurias económicas, en algunos casos no queda otra. Y es que aunque Tato reconoce que el fútbol de la categoría de bronce da para "vivir el día a día", también hay que pensar en el mañana ya que si no lo haces, como apunta el jugador del Mirandés, "te quedas sin nada". "Igual algunos tienen más suerte, pero el fútbol de Segunda B no te da para retirarte el resto de tu vida como pueda ser el de Primera o Segunda", añade al respecto. Por eso Rubén ha preferido buscarse "otras cosas". En su caso, profesor de autoescuela.
DESVENTAJAS NO CRUCIALES Del volante al balón. Sin pasar factura. No en vano, Tato reconoce que las desventajas no son tan determinantes ante las plantillas profesionales. "El hecho de vivir sólo por y para el fútbol tiene sus ventajas, sobre todo en el tema de descansos y en la planificación de entrenamientos. Por ejemplo, si una semana conviene más entrenar más por la mañana porque es mejor pero igual no se puede porque hay alguno trabajando. En ese aspecto sí que tienes alguna desventaja, pero no sé si son tan cruciales".
Eso sí, Tato recuerda que en el Mirandés no tienen la suerte de disfrutar de sesiones de baño y masaje. "Contamos con los fisios que hacen sus funciones si algún jugador está cargado, pero tener algo tan exagerado como baño y masaje no". Pese a que en algunos casos puedan existir diferencias notables, Rubén López no tiene envidia. "Estoy trabajando porque me gusta. Podría estar dedicándome sólo al fútbol, pero me gustan las dos cosas y como son compatibles las hago".
Le va la marcha. Las controla en el coche, aunque no tanto como quisiera en el campo. "Que más quisiera que tener la palanca de cambios y decir ahora vamos en primera, ahora en cuarta, ojalá fuese tan sencillo", indica. De hecho, Tato reconoce que tiene más problemas y lo pasa peor sobre el terreno de juego con un mal árbitro que en el coche con un estudiante poco aplicado. "Son cosas diferentes. Aquí el día que sufres es el del examen, ya que los demás no tienes ningún problema en echar la mano al volante o al freno porque lo controlas tú perfectamente. El día del examen es un poco más complicado porque si lo haces suspende y tienes que aguantar un poco más", concluye Rubén López, la marcha del Mirandés.