ERA sin duda el gran protagonista de la jornada. Después de que en los anteriores compromisos del Deportivo Alavés en Mendizorroza la grada hubiese dictado sentencia sobre Javier Pereira, su sucesor se estrenaba ayer en la que siempre ha sido su casa. La cita, sin embargo, reunía un elevadísimo número de inconvenientes y problemas que, a la postre, terminaron amargando el debut de Iñaki Ocenda. Porque la presencia del vitoriano como máximo responsable del banquillo local del Paseo de Cervantes acabó convertida en una gran esperanza de reacción frustrada con el inexorable transcurrir de los minutos.

Porque a los más se 6.500 aficionados que se acercaron hasta el coliseo albiazul para presenciar en directo la contienda frente al Guijuelo la película les recordó enormemente a otras vistas ya antes en demasiadas oportunidades. Un nuevo tratado de impotencia y desesperación que llevó al equipo a no ser capaz de perforar la portería rival -prácticamente ni a crear ocasiones de gol- pese a que su oponente jugó con un hombre menos durante más de media hora.

Ni por esas. Nada surtió el efecto deseado en la tarde de ayer y, de esta manera, el esperado estreno de Iñaki Ocenda como primer entrenador del Alavés terminó saldándose con el balance de un insuficiente punto y la habitual pobre imagen que está ofreciendo El Glorioso a lo largo de la presente temporada.

En resumidas cuentas, más de lo mismo. Pese a que la fisonomía que presentó el equipo mostraba numerosos cambios -unos por obligación y otros por decisión técnica- respecto a las alineaciones más utilizadas en los meses anteriores, el ansiado paso adelante brilló por su ausencia. Si la aportación de los jugadores empleados con anterioridad había sido escasa, poco más puede decirse de los que concursaron ayer.

De entrada, Iñaki Ocenda recurrió a los hombres con los que había estado ensayando a lo largo de la semana y los hasta el momento intocables Dani Bouzas y Geni se vieron forzados a esperar su oportunidad en el banquillo. Así, Romerito y Ander Alaña conformaron el doble pivote en el centro del campo mientras que Igor Martínez se convirtió en el hombre más adelantado secundado por una línea de tres mediaspuntas integrada por Ruano, Joseba Arriaga y Óscar Rico.

En el punto de mira Pero, independientemente de sus decisiones técnicas, el nuevo preparador albiazul estaba destinado ayer a ser el centro de todas las miradas y él también era plenamente consciente de ello. Mientras sus discípulos realizaban el calentamiento previo al inicio de la contienda, recorrió el túnel de vestuarios para saltar al césped y, a buen seguro, un aluvión de emociones se le vinieron encima. Ya sobre el tapete de Mendizorroza, observó con detenimiento el estadio que conoce tan bien y caminó pausadamente por la banda hasta que tomó asiento en el banquillo durante unos breves minutos -todo ello perseguido inmisericordemente por los flashes de los fotógrafos- hasta que regresó a la capilla del equipo junto a los jugadores para dirigirles las últimas palabras previas al inicio de la contienda.

Fueron esos instantes de tensión antes de que la pelota echara a rodar los únicos en los que Iñaki Ocenda estuvo en contacto con su recién estrenado banquillo. Porque, en cuanto el colegiado García Castillo declaró abiertas las hostilidades, se incorporó para situarse de pie en su zona técnica durante los más de noventa minutos que duró el encuentro.

Con un gesto sereno y en aparente calma -seguro que la procesión iba por dentro-, el entrenador vitoriano permaneció atento al máximo a lo que sucedía sobre el rectángulo de juego. Con los brazos cruzados la mayor parte del tiempo y una pequeña hoja de papel en sus manos, sólo la necesidad de corregir alguna posición a sus discípulos o el impulso de protestar las decisiones arbitrales que consideraba erróneas le hacían cambiar de postura.

El paso de los minutos y la ausencia de resultados positivos no obstante le llevaron a aumentar la tensión y en más de una oportunidad no pudo reprimir gestos de desesperación ante los errores de sus hombres. La grada, eso sí y a diferencia de lo ocurrido en semanas anteriores con Javier Pereira, le apoyó -al igual que al equipo- en todo momento y ni tan siquiera a la conclusión de la contienda se escuchó algún leve silbido. A lo largo de la semana Ocenda había reconocido que este partido lo recordaría siempre y a buen seguro que lo hará aunque no sea como habría deseado. Ojalá sea el inicio de un sueño de verdad.