Vitoria. Semblantes serios, cabizbajos, tensos. La derrota en La Balastera se digiere con una prolongada sesión de autocrítica. Por espacio de dos horas, enclaustrados en el vestuario de las instalaciones de Ibaia, el tándem Javier Pereira (entrenador) y José María Cidoncha (secretario técnico) reunió a todos sus pupilos para analizar los fallos, examinar los defectos e incidir, sobre todo, en un cambio de rumbo inmediato para evitar medidas drásticas.
El vestuario albiazul, mientras una lluvia helada empapaba los terrenos de juego, se convirtió ayer en una sala de terapia improvisada. De momento, los trapos sucios se lavan en la intimidad de ese reducto. No obstante, nadie esconde que este Deportivo Alavés necesita cantidades ingentes de detergente para limpiar los borrones de las últimas jornadas ligueras.
En principio, la plantilla albiazul elude pronunciarse sobre las recriminaciones lanzadas ayer en esa reunión para buscar una vía de solución. Airear los fallos de forma pública no se contempla como el mejor cauce para reconducir la situación. Y los errores exigen, en primer lugar, una autocrítica a nivel personal. Cada jugador interioriza y asume que aún puede ofrecer un rendimiento más elevado.
Con todo, el grupo también ejerce la crítica "cara a cara", donde los problemas se combinen con una mirada "a los ojos", como señalan los propios implicados. Así, la sesión a puerta cerrada en Ibaia previa al trabajo físico sobre el césped dejó entrever algún tono de voz más alto que otro. Y reveló, a su vez, parte de las deficiencias de un bloque construido para ascender de categoría y que, ahora mismo, ni siquiera se encuentra en los puestos de promoción.
Actitud, garra y reacción En principio, este Alavés se lee la cartilla en tres aspectos básicos. La actitud demostrada en los últimos choques ante el Mirandés y el Palencia debe quedar desterrada. Querer es poder. Y, a veces, la escuadra vitoriana actúa con una exigencia por debajo de su capacidad. Todos los jugadores se muestran conscientes de que aún pueden dar algo más de sí. Y ese plus se requiere, sobre todo, cuando las situaciones son adversas.
Otra lacra es la ausencia de garra en determinadas acciones. El fútbol de salón, al toque, con la pelota en los pies, queda desterrado en un grupo donde la fortaleza física, el juego directo y el empuje son las armas habituales empleadas sobre el césped. Los jugadores asumen las dificultades para encontrar una fórmula mixta que acarree resultados positivos. Y se autoinculpan por situaciones de juego en las que esa falta de ímpetu ha hecho que el rival se crezca. La voluntad de hacerse con los rechaces, de ser más contundente, ha flaqueado en las últimas jornadas y ha generado que la intranquilidad aumente.
Y, por último, el conjunto albiazul debe demostrar que sabe encajar los golpes. No se entiende que un aspirante a disputar un play off, donde la presión por ganar sea máxima, se amilane al más mínimo contratiempo. Un tanto en contra, un error defensivo, un despiste crean en el equipo vitoriano una muralla infranqueable. El Alavés se exige recobrar la capacidad de reacción. Y es que la entereza de un conjunto con hechuras de líder se contempla, ante todo, cuando juega bajo presión, con la necesidad de sacar resultados para salir de un bache y obligado a dar un golpe de autoridad que le haga más temible ante sus adversarios.
De momento, su crédito ha quedado agotado. La plantilla alavesista, en su sesión introspectiva de ayer, asumió que debe recomponer su imagen de forma radical si no quiere que la agonía se vuelva todavía mucho más amarga.
La cita ante la Ponferradina en Mendizorroza se antoja, de hecho, como la clave para desentrañar su futuro más cercano. No vale otro resultado que cosechar una victoria. Una puesta en escena pusilánime, una caída más pronunciada en la tabla, conllevaría que la situación se volviese crítica. Y más todavía cuando el club del Paseo de Cervantes necesita en estas fechas ilusionar a su entorno para que la obligada ampliación de capital, con el fin de intentar reconducir su situación financiera, fructifique y permita atisbar un horizonte mucho más prometedor.