Cuando está a punto de concluir la tercera semana de confinamiento, medida impuesta por el Gobierno central tras la entrada en vigor del estado de alarma para luchar contra la expansión del coronavirus, la ciudad y el territorio histórico siguen con su día a día, en el que la excepcionalidad se ha convertido en lo único cotidiano. Entre malas noticias sobre contagios, fallecidos y demás, hay quienes explotan su lado solidario, como los voluntarios de la Cruz Roja, que acercan los víveres a aquellos señores mayores que lo necesitan, entre muchas otras funciones. Otros trabajadores no han cesado ni un solo día su labor para que el resto de la sociedad pueda seguir viviendo, como los repartidores de combustibles, o los bomberos forales, ayer limpiando y desinfectando las zonas más transitadas del municipio de Valdegovía, o los ertzainas, a los que el fotógrafo de este diario pilló intentando ponerse equipos EPI de protección, o los vendedores del mercado de Santa Bárbara, que siguen ofreciendo las bondades del campo para que las mesas sigan nutridas. Eso sí, en esta vorágine, no faltan los mensajes desde los balcones, en los que un día sí y otro también, se anima al personal.
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