artziniega - No eran las 11.00 horas cuando un novedoso volteo de campanas y el ya tradicional tañido de cuernos -surgido de las creaciones del maestro artesano Juan Antonio Alaña de Menagarai- convocaba en la puerta de la villa medieval de Artziniega, fundada en 1272 por Alfonso X el Sabio, a personajes de todas las raleas para dar comienzo a una nueva edición del mercado de antaño.

Se trataba de la edición vigésimo segunda y, muy posiblemente, la última en la que el Ayuntamiento ha estado al frente en cuestiones organizativas, ya que “en cuanto termine, iniciaremos el anunciado proceso de reflexión para que vuelva el espíritu anterior y las riendas de esta jornada las coja la gente del pueblo”, explicó a este periódico el concejal de cultura, Unai Gotxi. Con todo, que en Artziniega soplan vientos de cambio, que también han comenzado a afectar a esta cita con el pasado, era algo palpable nada más adentrarse en su casco histórico y en su nueva decoración.

Y es que éste recibía al visitante con una hilera de cabezas cortadas y ensartadas en picas, algún que otro esqueleto enjaulado y manos sesgadas por un hacha ensangrentada, que dejaban claro que aquí el que la hace la paga. “Vosotros pecar, pecar, que el castigo a la vista está”, exclamaba desde su sillón, subido a un carro tirado por un burro, el vecino Mateo Lafragua, que encarnaba a un obispo de casulla raída y venido a menos, que por mucho que imploraba la ayuda de las alturas y recurría al miedo al castigo eterno, no logró frenar la algarabía que tomó las calles. Ésta vino de la mano del grupo local de tambores Builaka, de los trucos de magia del ingenioso Zapatusta, de los pasacalles del grupo Zarrabete y sus cuatro imponentes gigantes de fuego. Por allí también estuvo animando al personal, sobre todo al congregado en el exterior de las tabernas, los integrantes de la Companyia Almugavar Ixera de Aragón, con su folk bastardo.