El sol y la elevada temperatura que azotó desde primera hora las calles de Gasteiz, en el desperezar del quinto día de La Blanca, fue el preludio de la intensa agenda que desplegaron los blusas y neskas de antaño. En una jornada marcada en rojo para más de un centenar de integrantes de la cuadrilla Los Veteranos, sus saltos, bromas y exquisito sentido del humor vinieron a corroborar que, como les sucede a los buenos vinos, la experiencia es un grado y no resta un ápice el espíritu del traje de blusa y neska que todos exhibieron ayer orgullosos. Reviviendo las costumbres y programa de décadas pasadas la plaza de la Virgen Blanca se empezó a poblar, bastante antes de las nueve de la mañana de un ejército de vestimentas impolutas y perfectamente planchadas y guardadas en el armario desde hace 365 días. “Mientras nos veamos estamos bien” o comentarios como los de “otro año más” se pudieron escuchar entre el pelotón de hambrientos guerreros de la fiesta. La ilusión y emoción era evidente en los abrazos que se repartieron en la balconada de San Miguel antes de acceder al interior del templo y asistir a la eucaristía. Mientras tanto en el pórtico se preparó un primer tentempié con chocolate caliente y un moscatel, junto a unas sabrosas rosquillas de anís, que hicieron las delicias de los fieles al terminar el oficio religioso.
Ese refrigerio dio paso a la ofrenda floral ante la hornacina de la Virgen Blanca con los emocionados goras a la patrona de Gasteiz y a la cuadrilla de blusas y neskas veteranos. El baile del aurresku confirmó la gran forma física de la neska que asumió la responsabilidad levantado la pierna bien arriba y formado una línea vertical casi perfecta con respecto al suelo. El listado de reconocimientos se amplió esta edición a las figuras de José Luis Gayarre y María Ángeles Osés, a quienes se les impuso el pañuelo rojo bordado con letras de oro como homenaje a su trayectoria festiva de estas últimas décadas. Atento al acto y con un pañuelo rojo distintivo anudado a su cuello desde hace una década, recibió también agasajos de gran parte de los presentes Celestino González. A sus 95 años, que serán uno más el próximo septiembre, puede presumir, a buen seguro, de ser el blusa más veterano de los miles que luzcan la indumentaria durante estos días. Con el emblema de su cuadrilla, Los Garcitos, cosido a su blusa recordó cómo en 1942 “nos divertíamos sin mucho ruido y pasándolo bomba”, significó. Este docente jubilado, alumno en su tiempo de la insigne Micaela Portilla, recordó las fiestas “donde no existía la bajada de Celedón y las cuadrillas eran menos masivas. En Los Garcitos éramos 18 amigos del colegio de Corazonistas”, rememoró. Nada tiene que ver esa cifra con los números que se mueven en la actualidad. “Las cuadrillas de más de cien personas son incontrolables y no se conocen”.
Todos esos recuerdos brotaron de la privilegiada mente de Celestino mientras, con puntualidad, volvieron a sonar las dianas en la Plaza Nueva a las diez de la mañana. El alcalde, Gorka Urtaran, no quiso perder la ocasión de felicitar a esta cuadrilla de blusas y neskas y departió varios minutos con Javier Cameno, presidente de honor de los Celedones de Oro, junto a una hiperactiva Asun Gorospe y otro Celedón de Oro como Julio Roca que, cámara en ristre, se encargó de plasmar en imágenes esta especial jornada.
Al son de la charanga enfiló la comitiva su paseíllo matinal para saciar los estómagos. La fantasía e imaginación de todos ellos quedó patente con la maleta que portó toda la jornada Juan Carlos, antiguo integrante de Desiguales y Biznietos de Celedón. “Me voy... Con estos chavales no hay quien pueda”, era el lema que lucía en el lateral. Igual de ingenioso era el deseo de Txomin Etxebarria. “Acabo de encargar un día genial para todos. Ánimo”, era el lema escogido para lucir en una artesanal pancarta que presidía el motocarro eléctrico en el que se desplaza. Este vecino de Agurain no se pierde esta jornada desde hace dos décadas siempre en compañía de su mujer, Antonia Quintana.
Entre botes y saltos llegaron a reponer fuerzas con el recién horneado txoripan que les ofreció Artepan, frente a la plaza de Abastos. Tras este almuerzo y de nuevo una sesión de baile se desplazaron a la fuente de Los Patos para regresar a la Plaza Nueva, saborear el aperitivo y retirarse a comer. Tras una sobremesa lleva de recuerdos y con las baterías cargadas desplegaron toda su energía en la doble ración de paseíllos.