pedro Elosegi, presidente de las Juntas Generales, tomó la palabra tras la votación y el receso para invitar a entrar de nuevo al salón de plenos al recién investido diputado general, que aguardaba fuera a que su amigo y compañero de partido le llamara e iniciar así el protocolario acto de la entrega del bastón de mando y la medalla de diputado general. “Pase, señor González”. Pero el señor González no estaba.
Los junteros, diputados y algunos de los invitados, ya de pie y desperdigados por los asientos, miraron al unísono a la gran puerta de entrada. Nada. Durante unos segundos, pocos pero suficientes para que algún responsable de protocolo empezara a escudriñar a su alrededor cual Terminator en busca de Sarah Connor, nadie sabía dónde estaba el diputado general. Las aguas protocolarias no tardaron en volver a su cauce al comprobar que por la puerta entraban ya los txistularis y maceros acompañando a Ramiro González, a quien en el umbral de entrada los invitados de distinta índole habían contenido un poco más de lo debido para felicitarle por su segunda investidura. Ya dentro, inició su juramento: “Prometo defender los fueros...”. Su amigo, compañero de partido y reelegido presidente de las Juntas le entregó por segunda ocasión en cuatro años el bastón de mando. Ambos se fundieron en un abrazo con cuatro sonoras palmadas en sus respectivas espaldas. La segunda legislatura de González acababa de comenzar, esta vez sin aurresku sorpresa de Elosegi.
Quizás porque hace cuatro años el cambio de gobierno animó más el ambiente, o porque la mayoría absoluta de PNV y PSE anticipaba que todo el pescado estaba vendido, la larga -casi siete horas entre una cosa y otra, sin contar el receso del mediodía para comer- jornada de investidura mantuvo un ambiente tranquilo y sereno tanto dentro como fuera de la cámara foral. Además del momento de su designación oficial, el aplauso más caluroso del día se lo llevó González al abandonar brevemente el salón plenario en el último receso y acceder a la sala anexa, donde además de su esposa, Nati, una amplia representación del PNV aguardaba para felicitarle. El segundo abrazo más efusivo se lo llevó del alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, que acudió a la investidura junto a otros integrantes de su gobierno como la exdirectora foral de Medio Ambiente y Urbanismo, Amaia Barredo; la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia; la consejera de Empleo y Políticas Sociales (y exdiputada de Servicios Sociales la pasada legislatura), Beatriz Artolazabal; y el presidente del ABB, José Antonio Suso, entre otros. El final de la jornada traía también pequeñas conversaciones y felicitaciones, como las de Josu López Ubierna, vicepresidente de las Juntas, y Beltrán de Heredia; Urtaran y la diputada socialista Cristina González; o saludos más protocolarios que efusivos entre algunos contrincantes políticos.
Sin sorpresas en la votación, finiquitada en primer término al contrario que en 2015 -el calor por cierto, hizo de nuevo acto de presencia en el palacio foral, aunque un poco menos que hace cuatro años-, a primera hora de la mañana, minutos antes del inicio del pleno, el diputado general departía antes de entrar con alguno de los procuradores que llegaban a la cámara, como la ahora exportavoz popular Ana Morales, con la que se cruzó en la entrada e intercambió algunas palabras. Pasadas las 10.00 horas, mientras dentro de la sala la sesión acababa de arrancar, en la zona anexa, reservada para los invitados, apenas cuatro o cinco personas contemplaban el pleno por el televisor. Dos de ellas eran la socialista Maider Etxebarria, primera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Vitoria y concejala de Promoción Económica, Turismo y Comercio; y Miren Larrion, portavoz de EH Bildu en el Consistorio gasteiztarra. De la coalición abertzale acudieron también Marian Beitalarrangoitia, Josu Estarrona e Iratxe López de Aberasturi. Del PP, Miguel Garnica y Laura Garrido; y de Elkarrekin Podemos, Edurne García, Gema Zubiaurre y Garbiñe Ruiz.