argomaniz - Rosa Montero (Madrid, 1951) participó ayer en el Encuentro de clubes de lectura feminista que organiza Laia Eskola, la Escuela para la igualdad y el empoderamiento de las mujeres de Álava, celebrado en el Parador de Argomaniz. La veterana periodista y escritora habló ante una audiencia de 130 mujeres sobre obras de su cosecha como La ridícula idea de no volver a verte, que aborda la vida de la científica Marie Curie y de las dificultades que se encontró por el mero hecho de ser mujer. Posteriormente, compartió unos minutos con DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA para analizar cuestiones interrelacionadas como la invisibilización de la mujer a lo largo de la historia, los recientes avances en materia de igualdad y el auge de los fanatismos.

¿Por qué ha habido tantas mujeres y tan relevantes invisibilizadas durante la historia?

-Es una cuestión del sexismo, evidentemente. De hecho, ha sido un escamoteo absoluto de nuestro pasado. Cuando hace 25 años escribí Historias de mujeres, que era una serie de biografías muy curiosas, teníamos la idea de que había habido pocas mujeres relevantes en la historia porque lo teníamos muy difícil, porque no podíamos estudiar ni trabajar. Pero ahora, sabemos por investigaciones que ha habido montones de mujeres importantísimas desde el principio de los tiempos, en todas las épocas, en todos los ámbitos y en todas las culturas, pese a todos esos problemas. Políticas, arquitectas, ingenieras, músicas, científicas, escultoras... Antes que Gilgamesh, de quien existe una obra literaria anónima que se pensaba que era la más antigua de la historia, había una princesa arcadia llamada Enheduanna, que ahora se sabe que fue la primera autora literaria de la historia de la humanidad. Y no sólo eso, porque también Enheduanna hizo las primeras anotaciones musicales y astronómicas de la historia. De modo que esta mujer, hace 4.300 años, está en el principio de la literatura, de la música y de la astronomía y no la conocemos. Es tremendo, porque el sexismo borra a las mujeres de la historia. Como decía la escritora italiana Dacia Maraini, las mujeres cuando mueren, mueren para siempre.

El caso de Marie Curie no parece paradigmático de esa invisibilidad, porque su figura sí ha pasado a los anales de la historia. ¿Pero por qué le parece interesante su ejemplo?

-Marie Curie tiene dos premios Nobel, uno en Física y otro en Química, y eso sólo lo han conseguido en la historia cuatro personas más. Y tres de esas cinco los consiguieron en la misma categoría. De modo que sólo hay dos personas que tienen los dos Nobel en dos categorías distintas, ella y otro, pero éste no cuenta, porque tiene el de la Paz, que es una estupidez. Marie Curie llegó a hacer cosas que todavía no han sido superadas partiendo de unas dificultades tremendas. Esta mujer era pobre, polaca, en una Polonia invadida por los rusos, donde las niñas no podían estudiar más allá de los 14 años. Como ella misma escribió en unos apuntes biográficos, cuando dejó el colegio a los 14 años, por las noches siguió leyendo libros, porque había oído decir que en San Petersburgo y en otros lugares permitían a las mujeres estudiar. Esa niña pobre había oído eso casi como si fuera una leyenda, como quien oye que existe el unicornio. Lo que demuestra esta mujer, aparte de que tenía una inteligencia luminosa, es que con voluntad se pueden tirar las paredes más duras. Es un ejemplo de superación formidable.

Cada vez vemos a más mujeres en puestos relevantes y de responsabilidad, ¿pero hasta qué punto seguimos en un espejismo de igualdad?

-No es un espejismo. No estamos en la igualdad y el mundo sigue siendo sexista. Pero también tenemos que darnos cuenta de que en sólo 100 años hemos cambiado una situación de siglos. Hace 100 años, la mujer no podía estudiar en la universidad. La mujer no ha podido votar en el mundo hasta mediados del siglo XX. En España en 1931, pero en Francia en el 44 y en Italia, en el 46. Y en un cantón de Suiza, en 1990. En Arabia Saudí ha empezado a poder votar, pero sólo en las elecciones municipales. Salimos de las catacumbas y estamos haciendo un montón, aunque queda muchísimo todavía. Y estamos hablando de Occidente. Pero en los tres últimos años ha habido un pequeño avance en la deconstrucción del sexismo, que está provocado por el auge del reaccionarismo y el retrogradismo en el mundo. Y en este avance hacia el antisexismo se ha producido un elemento esencial que es la incorporación masiva del hombre a esta causa. Siempre ha habido hombres en el feminismo, pero eran excepciones. Ahora, de una forma pública y notoria, muchos han comprendido que el feminismo les interesa tanto a ellos como a las mujeres. Porque si no cambian los hombres, la sociedad no cambia.

Precisamente comentaba en una reciente entrevista que “el feminismo es cosa de todos”. ¿Esta idea está calando por fin?

-La última manifestación del 8 de marzo en Madrid fue la mayor marcha feminista de la historia. Según las cifras oficiales que se dieron, nos juntamos allí 370.000 personas, con un 40% de hombres de todas las edades, muchos de ellos menores de 25 años. Eso es un paso adelante importantísimo en ese proceso de antisexismo, aunque nos queda muchísimo. Y otra de las cosas es que nosotras mismas, las mujeres, tenemos que librarnos de él. La ideología machista y sexista nos educa a todos y todos la tenemos metida en lo más profundo del cerebelo.

¿Confía en que el auge de formaciones políticas abiertamente machistas, tanto en España como en otros países, sea pasajero?

-No. Estamos en uno de los momentos en los que el sistema democrático más ha perdido la credibilidad y la legitimidad. Hay muchísima gente en todo el mundo que ya no se siente identificada con él. El sistema democrático es muy transparente, lo cual es uno de sus valores, pero esa misma transparencia nos deja ver sus lacras, que también son enormes: Su hipocresía, su corrupción, su injusticia... Esa pérdida de credibilidad ha sido provocado por la crisis, porque quienes la han provocado siguen en el mismo lugar, con la misma o más riqueza. Esto recuerda a cuando el nazismo triunfó por el crack del 29. Nos está pasando lo mismo, lo cual es muy aterrador. Hay una añoranza en la gente de ese extremismo dogmático y fanático, de la demonización del otro. Son los tiempos del odio. Fanatismo de cualquier tipo, de izquierdas y de derechas, laico y religioso. Estamos en un momento muy peligroso. Hay que refundar la democracia, limpiarla y ofrecer una alternativa creíble a la gente, sobre todo a la joven.

Para terminar, una pregunta obligada. ¿Qué le ha parecido la sentencia definitiva contra ‘La manada’?

-Ha dio una alegría muy grande. Por lo que se está contando de la sentencia, es ejemplar en todos los sentidos, también por el rapapolvo que le da a los jueces que emitieron el primer dictamen. Estoy encantada y aplaudo con las orejas a los jueces del Supremo, que creo que están haciendo historia.

Podemos hablar entonces de un punto de inflexión.

-Absolutamente sí.