Con caras de sueño, pero radiantes de emoción, fue como los vecinos y vecinas de toda la comarca del Alto Nervión recibieron ayer a una madrugadora vigésimo primera Korrika. No en vano, la carrera por el Euskara enfilaba la recta de Unza en Urkabustaiz hacia el inicio del puerto de la Barrerilla que le conduciría hasta el fondo del valle, cuando el reloj no había alcanzado aún las cinco de la madrugada.
Allí, junto al letrero indicador de Barrerilla 645 metros, fue cuando Abel Fernández Spiderabel -que venía ya corriendo desde Izarra y seguiría hasta bien pasado el centro urbano de Llodio, tras los más de 50 kilómetros y en torno a cuatro horas y media que duró el paso de la Korrika por Aiaraldea- se reunió con varios de sus compañeros de las asociaciones Amurrio trail y Oinkariak. “Nosotros tenemos el kilómetro 1.353 desde La Muera en Orduña hasta Saratxo, que es donde llevaremos el testigo, pero siempre intento acompañar al lekuko todo lo que puedo para dar visibilidad a la lucha contra las enfermedades raras”, apuntó Fernández.
De hecho, ayer portaba, además de su conocido traje de spiderman, una banderola de Aefat. La asociación que intenta recaudar fondos para investigar la ataxia telangectasia y que también correrá junto a Spiderabel el domingo el primer kilómetro de entrada a Vitoria: el 2.471. “Lo haré junto a Jon, un joven afectado por esta enfermedad, así como toda su familia y conocidos. Además, en la Korrika txiki de Amurrio (15.15 horas del viernes 12) también correré por Aefat, llevando a otro chico afectado en una silla de ruedas”, explicó. Con todo, este deportista solidario no fue el único que vivió de forma intensa esta Korrika que, pese a lo intempestivo de las horas, no impidió que fuesen cientos de personas -incluidos muchísimos niños y niñas- los que se lanzaran a las calles y carreteras de todos los municipios del valle a secundar la cita. Al centro urbano de Amurrio llegó en torno a las 6.30 horas, desde donde subió hacia Respaldiza, donde vio amanecer, aunque del municipio de Ayala no salió hasta descender y atravesar Luiaondo rozando las 8.30 de la mañana. De la entrada a Llodio se encargaron decenas de asociaciones culturales, sindicatos y trabajadores de varias empresas.