vitoria - ¿Cómo funciona nuestro modelo de jurado?

-El hecho de que exista una justicia con jurado es un mandato constitucional. Tardaron bastante en ponerlo en marcha, desde el 78 en el que se promulgó la Constitución hasta el 95, que llegó la Ley del Jurado, que era inevitable. Cabían varios modelos posibles. Aunque habíamos tenido algún ensayo en el siglo XIX y otro en la Segunda República, para nosotros era bastante nuevo y miramos fuera, al extranjero a ver qué modelo podíamos adoptar. Decidimos coger uno al estilo inglés, un jurado compuesto sólo por ciudadanos, legos en derecho. Sin juristas. Todo lo demás, la regulación, es modelo continental. Hay una lista de delitos que deben tramitarse y juzgarse por un tribunal de jurado.

¿Esa lista de delitos sólo contempla supuestos penales?

-Sí, sólo penales. El jurado sólo existe en la jurisdicción penal a diferencia de Estados Unidos, donde en varias jurisdicciones, si no en todas, puede haber juicio con jurado. En la lista de delitos que va a juzgar un tribunal con jurado, no un tribunal profesional, figuran algunos relacionados con la corrupción, malversación de caudales públicos, cohecho, negociaciones prohibidas a funcionarios, otros más comunes como allanamiento de morada u omisión del deber de socorro, pero lo que más se ve aquí son los delitos contra la vida. Homicidio y asesinato consumados, las tentativas se van a un tribunal profesional. Por eso tenemos tan pocos juicios con jurado, porque vivimos en un país bastante seguro. Tenemos unos índices de criminalidad en delitos contra la vida de los más bajos de Europa, que es como decir de los más bajos del mundo.

¿Absolutamente todos los delitos que entren en esas categorías se juzgan con jurado?

-Todos. A ver, el jurado es un procedimiento complejo. Poco conocido por los abogados...

Pensaba que iba a decir poco conocido por los ciudadanos...

-Incluso por los abogados, porque realmente no es común celebrar un juicio con jurado. Muchos abogados, a lo largo de su vida profesional, celebran un juicio con jurado o ninguno. Hubo unos años en los que si al delito de homicidio se unía otro de, por ejemplo, violencia de género, con la aquiescencia de todos los operadores jurídicos personados en el procedimiento, se decidía que la violencia de género no podía ser juzgada por el jurado y se llevaba todo, en conjunto, a un juzgado profesional. Hasta que llegó el Tribunal Supremo y dijo que no, que en caso de duda y de acuerdo con una serie de interpretaciones, todo se llevaba al jurado.

Entonces, en la decisión pesa más el delito más grave.

-Correcto. Entre otros parámetros y criterios para decidir. Ahora, cuando se cometen varios delitos que, por ejemplo, terminan con un asesinato, el jurado se va a ocupar de todos los delitos en lugar de separarse en dos procedimientos distintos o de llevárselo todo a un tribunal profesional. Ello ha aumentado el número de juicios con jurado, aunque no demasiado porque, insisto, el delito más común es el delito contra la vida y es muy poco común.

Sobre todo en Álava, donde apenas se cometen homicidios...

-Llevamos una ratio de un jurado por año, dos como mucho. Ha habido años que no se ha celebrado ninguno.

Hay que tener en cuenta que cuando se celebra el juicio han pasado años desde la comisión del delito...

-La verdad es que no tardan mucho en tramitarse. Desde el crimen hasta el juicio suelen ser un par de años. Lo que sucede es que unos van más deprisa que otros y al final... Sin ir más lejos, el año pasado estaban en tramitación tres procedimientos con jurado, pero sólo llego a juicio uno. Este año ha llegado a juicio otro y no sé si caerá otro más a lo largo de 2019, es posible. Entre que nos llega a la Audiencia Provincial el expediente desde el juzgado de instrucción hasta que se puede celebrar el juicio hay unos trámites que dilatan unos meses la tramitación. Es posible que aún cuando se reciba el procedimiento, por ejemplo, en julio, entre unas cosas y otras termine celebrándose en enero.

Existe una bolsa de ciudadanos que pueden ser llamados a ser jurados. ¿Cómo funciona?

-Cada dos años y con las listas del censo electoral, se hace un sorteo y un listado de ciudadanos que pueden ser llamados a lo largo de esos dos años para formar parte de un jurado. ¿Cuántos? Pues eso depende de la provincia y de la población. Creo que en Álava andamos por los quinientos y pico en esa bolsa. Si los que forman parte de esa bolsa consideran que tienen algún motivo para ser excluidos, lo pueden plantear para que les saquen. Es bastante común que la gente se desentienda...

¿Es habitual que la gente no quiera participar?

-Apetece tanto como formar parte de una mesa electoral el día de las elecciones, poquito. Esto, además, es más exigente porque un juicio con jurado es, mínimo, semana y media de tu vida. Y asumiendo una responsabilidad que pesa, con lo cual, ganas, generalmente, ninguna. Cada vez que he trabajado con jurados he tratado de recibir una respuesta por su parte y mi conclusión es que a todos, al 100%, les parece una experiencia muy interesante, y que a casi nadie le gustaría repetir.

¿Soportan mucha responsabilidad?

-Hay gente que cuando le comunican que va a ser jurado se llevan un disgusto tremendo. Se sienten incapaces de abordar esa tarea que intuyen van a tener que afrontar. Es más, algunas veces les pesa tanto la responsabilidad que se sienten abrumados. Otros, sencillamente, sienten la incomodidad de verse fuera de su día a día y de su trabajo para formar parte de algo en lo que piensan que no pintan nada. A mí me han llegado a preguntar a ver si ese no es mi trabajo. Y yo les entiendo, pero es algo que está en la Ley. Eso sí, una vez que se sientan allí, muchas veces con muy poca gana, mi experiencia dice que se lo toman muy en serio y lo hacen muy bien si el magistrado presidente da las instrucciones pertinentes, dirige el juicio y les orienta.

Muchos jurados no han presenciado nunca un juicio ni han pisado jamás el Palacio de Justicia. ¿Cómo se les orienta adecuadamente?

-Yo tengo por norma, justo después de que las partes hayan elegido a los nueve titulares y a los dos suplentes, dirigirme a ellos para tranquilizarles. Me hago una idea de cómo se pueden sentir y desde luego no es pisando terreno firme. Intento motivarles e infundirles confianza para que vayan asimilando el disgusto de formar parte de un jurado. Al final, creo que les llega a resultar interesante y que en algunos momentos lo disfrutan.

¿Ganan confianza a medida que avanzan las jornadas?

-Sí. Durante los juicios están presentes los titulares y los suplentes, pero cuando termina el juicio los dos suplentes no se retiran a deliberar, se van a su casa por si hacen falta. Algunas veces, antes de que se vayan, los titulares les preguntan por su opinión porque se sienten parte de un equipo. Durante los días en los que se celebra el juicio son un equipo de 11 personas que comparten muchas cosas.

¿Consultan mucho al juez?

-Lo cierto es que no. Creo que se cortan durante el juicio y luego la Ley marca que el juez les debe instruir. Yo suelo dedicar una hora, hora y pico a darles instrucciones sobre la función que ellos tienen, cómo desarrollarla, posibles dudas. Ese momento llega cuando el juez les plantea el objeto de veredicto, una lista de hechos que tienen que declarar probados o no probados. Se les instruye para que sepan qué relevancia tiene que den por probados dichos hechos.

Usted presidió el juicio de la niña Alicia, uno de los más mediáticos y, además, el primero en el que se pidió prisión permanente revisable en Álava. ¿Aquello supuso un peso extra para el jurado?

-Los jurados conocían la petición de pena, pero los abogados ya les indicaron que no debían abrumarse por ello porque ellos no ponían la pena, la pone el juez. Yo insistí en ese punto cuando les di las instrucciones cuando se retiraron a deliberar. Es razonable que una persona se preocupe cuando piense que se puede enterrar a una persona en vida, porque estamos hablando de muchos años de cárcel. Eso puede condicionarle a la hora de declarar probado un hecho, pero es algo que no debe pesarle. Sobre quien pesa poner esa pena fue sobre mí y yo debía quitarles ese peso de encima, para que resolviesen sobre los hechos sin esa carga. Al final tuvo que ser prisión permanente revisable.

¿El jurado permanece aislado? ¿Puede recibir información externa?

-Eso sólo sucede cuando se retira a deliberar. Ahí empieza su aislamiento. Si tienen que comer pueden elegir, catering o restaurante. Si van a un restaurante acuden acompañados de un ertzaina de paisano para asegurar que no entran en contacto con nadie. Es más, se les retiran los teléfonos móviles. Si tienen que hacer noche, van a un hotel con medidas de custodia. Eso sí, cuando se sientan a deliberar tienen más información que nadie y se esfuerzan en hacerlo bien.

¿Les resulta duro ver cara a cara al acusado?

-Entiendo que sí. A lo largo del juicio se encuentran con momentos duros, como cuando se les presentan imágenes del levantamiento del cadáver, de la inspección ocular de la Ertzaintza o incluso de la autopsia. Momentos, como en el caso de la niña Alicia, en los que escuchan a la madre, emocionalmente duros. Hay quien piensa que estos momentos se le deben ahorrar al ciudadano de la calle porque puede condicionar su juicio. No estoy para nada de acuerdo. En ese momento son tan jueces como yo y si yo tengo que ver eso para hacerse una idea, ellos también tienen que verlo. Hace unos años tuvimos un caso en el que un hombre mató de 42 puñaladas a su mujer, el caso de Amagoya. El acusado declaró y transmitió su versión de los hechos. La víctima ya no estaba viva y no podía transmitir nada. Si el acusado tiene la posibilidad de comunicar una emoción a los jurados, no veo porqué a los jurados se les debe sustraer la emoción que puedan sentir ante la visión del cadáver. Son personas maduras y pueden discernir los juegos malabares de abogados que tratan de emocionarlos de lo que son las pruebas objetivas.

¿Se aplica el principio de la duda razonable como en EE.UU.?

-Sí. Y de hecho se les informa sobre ello. ¿Qué se entiende por razonable? Porque dudas se pueden plantear siempre. Hay que ver cada caso concreto, porque no se pueden fijar porcentajes de duda que indiquen si son o no razonables. No funciona así. Cada cuál debe decidir si dudar es razonable. Lógicamente, en la duda tienen que absolver, tanto los jurados como los jueces profesionales. Para ello, en la votación del veredicto se establecen mayorías que, cuando son de hechos incriminatorios o de declaraciones de culpabilidad son unas mayorías reforzadas. Casi siempre me he encontrado con veredictos por unanimidad.

¿Se suele tardar en alcanzar un veredicto?

-Yo procuro empezar a primera hora de la mañana, entregarles el objeto del veredicto y darles las instrucciones antes de que se retiren a deliberar. Así tienen todo el día para emitir el veredicto. Si lo hiciera por la tarde no les daría tiempo y tendrían que pasar la noche en un hotel. Hasta ahora me ha funcionado. Ninguno de mis jurados ha tenido que usar el pijama y el cepillo de dientes, aunque siempre les pido que lo traigan, por si acaso. Para cuando acaba la mañana suelen tener una idea formada y el resto de la tarde se les va en redactar el acta del veredicto. Deben explicar lo que han decidido, el resultado de la votación y ofrecer una mínima motivación de por qué lo han considerado así. No se les exige que argumenten como yo argumentaré en la sentencia posterior, pero sí indicar en qué se han basado para que yo pueda trasladarlo a la sentencia.

En un elevado porcentaje de los casos de jurado el veredicto es culpable. ¿Por qué?

-En el caso habitual, que es el de delitos contra la vida, generalmente lo que se discute no es si lo hizo o no. Se discute si concurren atenuantes o agravantes. Sólo recuerdo dos casos en los últimos 18 años en los que fue a cara o cruz: lo hizo o no. El de Talegón y el del Bar Bugatti. En los dos casos se decidió que los acusados eran culpables. En el resto, la defensa no discutió si lo habían hecho, por eso el porcentaje de veredictos de culpabilidad es tan elevado.

¿Cuáles son las dudas más frecuentes que se plantean los jurados? ¿Qué le preguntan?

-En mi caso preguntan poco, y también es cierto que sin que ellos pregunten el magistrado presidente les despejan muchas dudas. O bien porque a lo largo de las sesiones surgen esas dudas y se les resuelven en los pasillos, bien porque las instrucciones que se les dan son muy completas... Generalmente las dudas que tienen son sobre cuestiones que los profesionales damos por hechas. Por ejemplo, el primer jurado que yo celebré fue el de un padre que, después de drogarse, mató a su hijo de 40 golpes en la cabeza. Cogió todos los objetos contundentes que encontró en el salón de la casa y empezó a golpearle. La duda que les surgió tenía que ver con el ánimo de matar. Para que haya un homicidio tiene que haber ánimo de matar. A un profesional, que a un niño le den 40 golpes, no le caben dudas de que hay ánimo de matar, pero para alguien de la calle no está tan claro. Ese ánimo se confunde con la planificación, la premeditación. Hubo que aclarar que no, que un loco puede tener ánimo de matar, que un hombre en un arrebato puede tener ánimo de matar. En definitiva, que puede darse dicho ánimo independientemente de la situación emocional en ese momento. De hecho, al acusado se le reconoció un atenuante.