vitoria - La educación concertada vivió ayer la tercera de las ocho jornadas seguidas de huelga que han convocado los sindicatos para reivindicar una sustancial mejora de las condiciones laborales de sus trabajadores. La movilización, que sigue teniendo una incidencia desigual en función de los centros y las etapas educativas, se aproxima a su ecuador sin que las partes en conflicto, tanto los representantes de los trabajadores como la patronal y el Gobierno Vasco, que financia de forma importante la concertada, se aproximen al entendimiento. Y todo a pesar de que el ejecutivo autonómico anunció a las puertas de la huelga que incrementaría los fondos destinados a la concertada para el pago de los salarios.

En medio, los alrededor de 20.000 alumnos alaveses matriculados en alguno de estos centros de iniciativa social y sus familias tratan de capear el temporal estos días de la mejor manera posible. “Sí que nos asustamos un poco cuando anunciaron los ocho días de huelga, pero de momento hay bastante normalidad”, apunta en declaraciones a este periódico Izaskun Mardones, madre de un niño que cursa primero de Primaria en un centro concertado de la capital alavesa. En líneas generales, las mayores inquietudes están afectando a las familias con hijos que se encuentran ya a la puertas de la evaluación de acceso a la universidad (EAU), la antigua y temida Selectividad, por la importante carga de horas perdidas en asignaturas cuyos docentes están secundando la convocatoria.

Gasteiz vivió precisamente ayer su primera movilización sindical de este ciclo de paros, que se suma a las huelgas de un día que se han ido convocando en los meses previos, seis en lo que va de curso. Fue una concentración frente a la sede de Correos a la que seguirá si nada se encauza antes una manifestación este próximo martes 22 desde la plaza Bilbao. Y por tercer día consecutivo, baile de cifras entre la patronal y los sindicatos ELA, LAB, Steilas, CCOO y UGT, que cifraron el seguimiento de la huelga entre las plantillas de la escuela concertada, respectivamente, en el 17 y el 60-65%. Varias decenas de personas secundaron la protesta celebrada en el centro de la capital alavesa, donde criticaron tanto a Kristau Eskola, la patronal mayoritaria del sector, como a Aice-Izei por estar demostrando a su juicio una “responsabilidad cero”. Tampoco faltaron los llamamientos a la implicación del Gobierno Vasco.

Son las 9.00 de la mañana y multitud de padres y madres llevan a sus hijos a un céntrico colegio gasteiztarra. Entre ellos, por lo general, se entremezclan los sentimientos de resignación y de comprensión ante el conflicto, que en principio vivirá su última jornada de huelga el próximo viernes 25. “Al ser de ocho días, asusta. Da cierta cosa. Esta convocatoria sí me parece fuerte, pero al final se puede entender. Es una putada para los padres, pero no se puede hacer más. Nos lo comemos con patatas”, apunta Mikel Sánchez tras dejar a su hija en el cole. En su caso, eso sí, la afección ha sido mínima en estos compases iniciales de la huelga, porque han puesto “refuerzos” y “las mismas profesoras se reparten y dan las clases”. Los sindicatos también han denunciado en varias ocasiones los “desmesurados” servicios mínimos que ha impuesto el Gobierno Vasco para esta semana larga de huelga.

“De momento no hemos notado que haya un vacío de profesores. Les dejamos a la hora y está la tutora, así que no hay problema. De momento seguimos igual”, apunta de nuevo Izaskun Mardones. En medio de la conversación, una trabajadora de administración y servicios en huelga recalca que las profesionales de este sector son “las grandes olvidadas de todo este conflicto”, antes de mostrarse convencida de que “hay que salir a la calle, a pesar de todo”.

María, otra madre gasteiztarra que prefiere no aportar su identidad completa, censura entretanto el “triángulo perverso” que se ha creado en torno a este conflicto. Lo hace, por cierto, como mujer “no representativa” de este sector educativo al que llegó porque no pudo matricular a su hijo en la escuela pública. “Que hagan responsable al Gobierno Vasco del problema y que el colegio se lave las manos obedece a la lógica de la educación concertada. Los trabajadores tienen todo el derecho del mundo a reclamar lo que quieran y los defiendo ante todo, pero hay que tener eso en cuenta”, censura María.

crítica Variedad de opiniones a las que también se suma Sergio Gasul, aita de una niña que cursa primer curso de Primaria en el mismo centro educativo concertado y que, por el momento, ha visto “normalidad”. “Se apañan entre los profesores y no me está afectando mucho. Sí que ha habido algún día que no han hecho colchonetas, pero bueno...”, asegura Gasul, que aun respetando el derecho a los profesionales a movilizarse mira también más allá.

“Tendrán derecho a reivindicar lo que quieran. Mientras cubran un poco los servicios, derecho a protestar tienen. El problema igual es que los que están en lo público cobran mucho y los que están aquí, poco. No lo sé. Lo que sí que sé es que mucha gente se queja de vicio. Cuando trabajas por cuenta propia, te das cuenta de lo que cuesta ganarse las alubias”, reflexiona, muy crítico, este padre.

María, por su parte, considera “legítima” la movilización, porque “siempre todo el mundo quiere un poco más”, aunque no entra a valorar las exigencias sindicales.