vitoria - Gasteiz habla euskera, castellano, árabe, chino, inglés, francés... Y decenas de idiomas más, fruto del rico crisol de culturas que se ha ido conformando en la ciudad con el paso del tiempo. 59 de esas lenguas, porque seguro que no son las únicas que aquí conviven, pudieron escucharse ayer en el polideportivo El Campillo, donde la red local Tipi-Tapa impulsó un animado encuentro en el que se dieron cita cerca de 100 personas migradas o refugiadas a las que les une su condición de vecinas de la capital alavesa y que, algún día, comenzaron a estudiar castellano. Este paso, que parece tan lógico y necesario, sin embargo no siempre es sencillo de dar, ya que la oferta existente para aprender la lengua todavía hoy predominante aquí no puede atender toda la demanda. Ante esta realidad, el siempre activo movimiento asociativo decidió dar un paso adelante allá por 2014.

“Desde las instituciones no se está dando respuesta a la demanda que hay de aprendizaje de castellano y euskera. Siempre hay muchas personas en lista de espera, tanto en los sitios más institucionales como en las asociaciones, que no pueden acceder al aprendizaje. Ante esta carencia, nos juntamos y empezamos a dar clases de ambos idiomas”, contextualiza Esther Pérez, orientadora en la fundación Adsis, uno de los ocho colectivos que a día de hoy conforman Tipi-Tapa, todos ellos sin ánimo de lucro. El resto son Accem, Adra, Cear, Itaka Escolapios, Prestaturik, Mujeres en la Diversidad, la Asociación Afroamericana y la parroquia de Sansomendi. Antes de unirse, cada uno daba esas clases “por su lado”. Gracias a ellos, alrededor de 500 personas que no pueden acceder a recursos públicos como la Escuela Oficial de Idiomas (EOI) o las Escuelas para Adultos (EPA) reciben anualmente en la ciudad clases de castellano. Una labor en la que están implicadas también de forma más o menos activa cerca de medio centenar de personas trabajadoras o voluntarias.

La red Tipi-Tapa, según destaca Pérez, trabaja “desde la base de que el aprendizaje de los idiomas de un sitio es un derecho fundamental que debe cubrirse”, ya que las lenguas “son herramientas absolutamente necesarias para el empoderamiento” de las personas migradas y refugiadas que llegan aquí. “Si no conoces el idioma es muy difícil la participación social, la inserción y sobre todo la convivencia”, recuerda Pérez, para quien es “imprescindible” tener “idiomas comunes” con los que la población autóctona y la que decida asentarse aquí pueda entenderse.

El encuentro, bautizado como Tipi-Tapeando y que coincidió además con el Día Mundial de las personas Refugiadas, tuvo en su presentación un recuerdo muy especial para los 630 migrantes recién llegados al puerto de Valencia tras ser rescatados por el buque humanitario Aquarius. Fue un día de “denuncia”, tal y como recordó micrófono en mano una de las organizadoras de la cita, pero también de “celebración”, antes de dar las “gracias” por acudir a las personas asistentes en una veintena de lenguas distintas. Un buen anticipo de lo que vino después, una jornada marcada por el trabajo en grupo que culminó con una colorida foto de familia y un buen almuerzo.

Hanane, natural de un pequeño pueblo marroquí ubicado entre Rabat y Tánger, fue una de las asistentes a la cita. Vecina de Gasteiz desde hace alrededor de año y medio, a donde llegó procedente de una pequeña localidad de la provincia de Castellón, reconocía en un muy buen castellano que el aprendizaje de esta lengua fue para ella “una obligación” al llegar a España para acceder al mercado de trabajo. Hanane logró empezar a defenderse en castellano pasados cinco meses. “No hablaba perfectamente, pero sí para comunicarme”, matizaba. Ahora, aguarda a su primer bebé y espera lograr la nacionalidad a partir del 31 de agosto, tras superar las pruebas que impone el Estado español, una vez cumplidos los diez años de residencia.

mapa de idiomas Otras de las mujeres participantes en Tipi-Tapeando fue Caroline, oriunda de Kenia y una de las que a buen seguro más aportó al mapa de idiomas que se conformó en la recta final del encuentro, ya que al margen de su lengua materna, un dialecto africano, habla suajili, inglés, un muy aceptable castellano... E incluso japonés. “Los idiomas facilitan la vida y en mi país trabajaba en una agencia de viaje. Venían muchos turistas y tenía que aprender para ir a safaris y a diferentes sitios”, apuntaba.

A Caroline le costó lo suyo aprender castellano y hacerse a la cultura local, tuvo incluso sus “dificultades”, pero ahora ha logrado llevar una vida feliz en Vitoria. “Aquí no hay mucha gente de mi país”, contextualizaba, lo que le ha exigido hasta hace no mucho tiempo tener a mano a una persona traductora para comunicarse, por ejemplo, con su trabajadora social. “Esto es muy importante, porque cada país tiene una cultura diferente y nos tenemos que adaptar”, reconocía.

Los asistentes se juntaron en grupos de una decena de personas, dinamizados cada uno de ellos por una persona voluntaria, y en primera instancia se “enredaron” con ovillos de lana para romper el hielo y conocerse un poco mejor. Compartieron después los idiomas que saben hablar, comentaron una adaptación de la novela Prohibido nacer de Trevor Noah y reflexionaron después sobre qué ayudaría más a mejorar su aprendizaje del castellano, en una suerte de tormenta de ideas donde surgieron propuestas como la oferta de un mayor número de plazas públicas gratuitas y en horarios más accesibles para todas las personas. Una experiencia “muy interesante” tanto para Caroline como para Hanane.

Esta profesora de castellano y orientadora en la fundación Adsis pide que se amplíe la oferta.

Natural de un pequeño pueblo de Marruecos, pronto cumplirá diez años de residencia en el Estado.

Procedente de Kenia, habla castellano junto a otras cuatro lenguas.