vitoria - Usted defiende la idea de desarrollar una ciudad para los niños. ¿Qué ventajas ofrece?
-Me gustaría aclarar que no se trata de una ciudad para los niños sino una ciudad de los niños. Nuestro proyecto intenta dar protagonismo a los niños, que sean ellos quienes nos ayuden a entender lo que falta y lo que necesita una ciudad para que sea buena para todos. Buena para los niños. Los niños son una garantía, y teniendo en cuenta sus ideas, sus propuestas y sus necesidades podemos conseguir que la ciudad sea buena para todos.
¿Qué diferencias aprecia entre los niños urbanitas de hoy y los de, por ejemplo, la década de los 70?
La diferencia más profunda, más fuerte, entre la infancia de los 70 y la de hoy es derrumbe de la autonomía. Estamos viviendo una contradicción impresionante. Los niños de hoy conectan con el mundo, saben lo que ocurre en el resto del planeta, pueden informarse de todo y comunicar con todos. La fuerza de las redes, con todo lo bueno y lo malo que conlleva, cambia completamente todo el sistema de comunicación y de información. Estos niños que pueden conectar con el mundo no pueden salir de casa. Esta es la gran contradicción que yo noto y creo, bueno, estoy seguro, de que los niños están sufriendo mucho.
¿Los cambios que hemos experimentado en las últimas décadas han sido para bien?
Todo ha cambiado. Ha cambiado con respecto a mi infancia y a la infancia de mis hijos, que ya tienen 50 años. Y casi siempre los cambios han sido importantes y positivos. La vida ha mejorado mucho, pero creo que sería correcto que, cada vez que nos enfrentamos a un cambio, nos planteásemos si ha sido para bien o para mal. En este caso, creo que la pérdida de autonomía de los niños, de posibilidad de vivir experiencias en autonomía con sus amigos, tiene un coste alto. Lo que quiero aportar a la reflexión es pensar en ese precio que están pagando los niños. Pienso que lo más importante ocurre antes, fuera y juntos. Tres condiciones que caracterizan las experiencias clave de la vida. Antes, porque lo más importante ocurre durante los primeros años de vida. Ello, a pesar de que la educación nos dice que lo importante vendrá después. Es costumbre pensar que la escuela infantil te prepara para la primaria, la primaria para la secundaria, la secundaria para el instituto, y el instituto para la universidad. Siempre estamos pensando que lo importante está por llegar, cuando lo que nos dice la ciencia es que lo importante ya ocurrió.
¿La infancia y el juego nos marcan de por vida?
-Exactamente. Decía Jerome Bruner, nuestro maestro psicólogo americano, que cuando el niño entra por primera vez en un aula es probable que más del 80% de sus capacidades ya se han desarrollado. Eso quiere decir que toda la carrera escolar juega sobre poco. No quiere decir que no sea importante, pero sí que lo importante ya ocurrió. Lo más importante también ocurre fuera. Fuera de la casa, fuera de la escuela, fuera del control directo de los adultos en una experiencia que podemos resumir, de forma genérica, con la palabra juego. Los cimientos de la persona se construyen jugando, y jugando con los demás, todos juntos.
¿Un niño que juega solo es un niño incompleto?
-No, hay muchas experiencias importantes que se pueden llevar a cabo solo, así como hay otras que se pueden hacer con los padres, pero no es suficiente. La experiencia del juego necesita de los demás y por ello propongo, considero y auspicio que los niños puedan salir de casa sin un adulto que les controle. El verbo jugar no se puede conjugar con el verbo acompañar sino con el verbo dejar. Es complicado, porque la gente tiene miedo, pero es una necesidad.
¿Sobreprotegemos a los niños?
-Absolutamente sí. El miedo es un sentimiento determinante para los animales, incluyéndonos a nosotros entre los animales, porque es una actitud de defensa. pero es fundamental que el miedo tenga una correlación lógica con el peligro y que disminuya cuando ese peligro desaparece. Estamos actuando junto al contrario. La ciudad de hace 30 años era más peligrosa que la de hoy, lo dicen los datos y lo confirman los medios de comunicación. Bajan los accidentes de coches, los delitos... Pero el miedo aumenta. Es un miedo desproporcionado. Los niños pueden moverse tranquilos porque tienen competencias y capacidades para ello. Como sucedía antes, cuando todos los niños iban andando al colegio. Entonces había peligros, pero los padres te decían que tuvieras cuidado. No te decían que no salieras, sino que estuvieras atento.
En Vitoria arrastramos desde hace años un problema de tráfico con los padres que llevan a sus hijos hasta la puerta del colegio, dejando los coches en doble fila y generando congestiones. ¿Qué le parece?
-Los padres acompañan a sus hijos hasta la puerta del colegio porque no pueden subir las escaleras con el coche, si no les llevarían hasta el pupitre. La única alternativa correcta y funcional a esto es que los niños vayan solos y que vayan caminando. Es posible que la escuela esté lejos de casa, pero eso no es un problema. Cuando me piden consejo a la hora de elegir escuela, siempre digo que la mejor es la que está más cerca de casa. No hay que buscar escuelas raras sino escuelas cercanas. El hecho de que los niños puedan ir caminando con los compañeros hasta la escuela tiene mucho que ver con vivir bien la escuela. En Dinamarca y en EEUU han realizado estudios que demuestran que el nivel de atención está relacionado con esta práctica. Los que van a clase andando presentan un mayor nivel de atención en el aula, mientras que los que acuden en coche prácticamente se despiertan en el pupitre. Este problema puede llegar a pesar mucho, porque en último término el déficit de atención conlleva un bombardeo farmacológico que podría evitarse en muchísimos casos simplemente permitiendo a los niños vivir su vida. Dejándoles que caminen, que hablen con sus amigos, que hagan bromas y que al llegar a clase estén a punto.