Vitoria no se entendería sin sus símbolos cotidianos. Calles y plazas como Dato, General Álava, Cuchillería o la Virgen Blanca; edificios como las cuatro torres que sobresalen en la tupida maraña de tejados de la colina medieval o los Arquillos de Justo Antonio de Olaguíbel; colores como los del Alavés o el Baskonia; y, sobre todo, instituciones como Egibide. Sus aulas pueden presumir de haber formado a miles de alaveses a lo largo de sus 75 años de historia. Todo un lujo para una ciudad que pasó en pocas décadas de vivir de la conformidad oficial a hacerlo gracias a su poder industrial.

Esta misma semana, Egibide sigue festejando sus bodas de brillantes con un nuevo hito que quiere poner de relieve su impronta en la sociedad alavesa. En concreto, este martes -19.00 horas, salón de actos de Molinuevo- la institución docente presentará el libro de su 75 aniversario -trabajo coordinado por Pedro Rodríguez Tellería-, que recoge las historias, grandes y pequeñas, que se han vivido en las aulas y talleres de los centros que componen la entidad. La cita consistirá en un encuentro-diálogo entre personas como María Cabrerizo, Juanjo Garmendia, Sixto González y Marisa Ibáñez, que han formado parte de esta referencia educativa en los últimos años.

El ejemplar pondrá negro sobre blanco las mil y una historias de Egibide, acompañadas de las imágenes de algunas de las promociones más significativas surgidas de dos proyectos educativos que nacieron en la década de los 40 en la ciudad de Vitoria-Gasteiz: Diocesanas (1942) y Jesús Obrero (1945). El sacerdote diocesano Pedro Anitua y el jesuita Demetrio Ruiz de Alburuza iniciaron estas dos instituciones educativas que desde entonces han marcado el desarrollo social e industrial de Álava y que desde 2012 comparten camino en la fundación Egibide.