El museo etnográfico de Artziniega no sólo abarca el espacio expositivo habilitado en las antiguas escuelas del municipio desde 2004, sino que también forma parte de su patrimonio la fragua de Pablo Respaldiza, situada en el centro histórico de esta villa medieval, fundada en 1272 por Alfonso X el Sabio. Se trata de un taller artesanal rehabilitado por la asociación etnográfica Artea, también gestora del propio museo, que estuvo al servicio de Artziniega y su comarca. Todo tipo de herramientas salían de las manos del herrero: útiles domésticos, aperos de labranza, herraduras, clavos, tornillos, verjas y, en especial, la rueda de rejas, para los carros de bueyes, que llegó a exportarse fuera del País Vasco. “Diversos documentos atestiguan que esta actividad se desarrolla en Artziniega desde la Edad Media. Este oficio ha formado parte de nuestra historia y de los modos de vida de nuestros antepasados. Por eso, la fragua puede visitarse todos los domingos, y de forma gratuita”, recuerdan desde Artea, que lo consideran “un día ideal” para acercarse a conocer tanto el municipio como sus museos.
En concreto, la fragua se encuentra en la calle Barrenkale. La misma que el museo invade cada mes de septiembre, con motivo de su mercado de antaño, para dar a conocer a los visitantes el extraordinario legado de tiempos pasados que atesora. En su última edición, la vigésima, precisamente dio a conocer el laborioso proceso que implicaba antaño fabricar las ruedas de reja o ayalesas para los carros que, desde la citada fragua, se llevaban a toda la cornisa cantábrica, hasta Galicia. “Como nos pasa en Euskadi, no les servían las ruedas de madera por lo accidentado del suelo, y nos las encargaban de llantas de metal. Con la llegada de las primeras carreteras se prohibieron, por aquello de no estropear el asfalto”, relató Paki Ofizialdegi, presidenta de Artea.
Su compañero, Luis Ángel Villate, se encargó de dar buena cuenta de las diferentes partes de este ingenio -“que permitía hasta virar en curvas, al no ir las ruedas a la misma velocidad”-, tales como cello, buje, mesa, pezonera, lama o chaveta, y de lo complicado de un proceso de montaje que nadie se atreve a estimar en horas de trabajo. “Yo era un niño cuando se lo veía hacer a mi abuelo, y solo se que eran muchos días de labor en una sola rueda. De hecho, costaban tal dineral, que muchos optaban por encargar arreglos, cuando la llanta se dilataba por el uso, que se llevaban a cabo con una máquina llamada recalcadota”, informa el propio Pablo Respaldiza.
Un año más Que la de Artziniega es una de las exposiciones más relevantes e importantes en la recopilación y exposición del patrimonio heredado, de nuestra cultura y costumbres, además de una herramienta económica y turística fundamental para relanzar la villa de Artziniega y el Valle de Ayala, no se le ha pasado por alto tampoco al Gobierno Vasco que, este año, ha vuelto a reservar en sus cuentas una partida de 30.000 euros destinada a este museo etnográfico.
No en vano, esta ayuda garantiza, junto al resto de financiación que recibe el museo de la Diputación alavesa y del Ayuntamiento, la apertura del centro durante todo el año. La mayor parte de la cuantía se destina al pago de los sueldos de los guías del museo, que acompañan a los más de 15.000 visitantes anuales por las 17 salas que reproducen con fidelidad estancias de casas, comercios y actividades agrícolas de antaño. Además, se celebran exposiciones temporales y actividades culturales de todo tipo.
En estos momentos y hasta el próximo 25 de febrero, su sala de exposiciones temporales alberga una colección pictórica que, desde su inauguración el pasado 1 de diciembre, esta recibiendo una ingente cantidad de visitas. En concreto, se trata de 18 cuadros del pintor local, Fernando Ureta Castelo, de pequeño, mediano y gran formato, entre los que destacan las pinturas al aire libre tan características del artista. Y es que, aunque prácticamente la mitad son trabajo de estudio, Fernando ha querido aprovechar esta ocasión para mostrar a sus vecinos trabajos realizados en la calle, que nunca ha expuesto, en los que plasma el paisaje que, en cada momento, tiene ante sus ojos y que, en tantas ocasiones, le han hecho merecedor de premios en certámenes de pintura al aire libre tan dispares como el de Oñati, Urnieta, Berriz o Miranda de Ebro. “Cuatro de los cuadros los he realizado ex profeso para esta exposición”, explica el autor.