El viejo hospicio de Vitoria y la residencia San Prudencio gestionaron la popular rifa de San Antón desde el año 1781, pero el paso del tiempo y la desaparición del hospicio como tal hizo que el Ayuntamiento pasase a gestionar esta tradición desde 1994. Así, cada 17 de enero, y simultáneamente con la conocida como rifa del cerdo, la Plaza Nueva acoge diversas actividades paralelas para animar a toda la familia, también a los más txikis de la casa, a sumarse a esta tradición. Ayer, en los aledaños de la iglesia de San Pedro, primero, y de la Plaza Nueva, después, se volvió a escenificar la fiesta: Bendición, sorteo en el salón de plenos del Consistorio, ante notario y con presencia de las autoridades municipales y representantes de la residencia San Prudencio, que fueron los encargados de extraer las bolas de la suerte, chocolatada y animación de calle.
Paralelamente tuvo lugar la rifa de San Antón Txiki, como se viene haciendo desde 1994, con el sorteo en la Plaza Nueva de dos cerdos de chocolate entre los centros escolares de Educación Infantil y Primaria de la capital alavesa, con el fin de divulgar esta tradición entre los niños. El sorteo se completó con una fiesta en la plaza, con la actuación de la Academia municipal de Folklore, el montaje de juegos infantiles y el popular toro de fuego.
La historia de esta rifa se remonta al 3 de agosto de 1778, cuando se fundó el hospicio por Real Cédula de Carlos III, siendo dirigido por la Real Junta de Diputación a Pobres. Posteriormente, en 1781 se celebró el primer sorteo, con el objetivo de obtener fondos para ayudar a mantener el hospicio. Por él pasaron niños, vagabundos, indigentes... Antaño, siempre el primer premio era un cerdo y, en épocas antiguas, incluso se llegaron a rifar hasta cuatro marranos. En la actualidad, ya no se sortea un cerdo porque así lo dicta la ley, pero se mantiene como símbolo de la rifa, bendiciéndose previamente en la iglesia de San Pedro. Entre 1828 y 1836 no consta que se celebrara la rifa. Ya en 1985, la residencia se integró en el Instituto municipal de Bienestar Social.
Pero, ¿a quién se debe esta celebración? San Antonio o Antón Abad fue un monje cristiano, fundador del movimiento eremítico. El relato de su vida, transmitido principalmente por la obra de san Atanasio, presenta la figura de un hombre que crece en santidad y lo convierte en modelo de piedad cristiana.
El relato de su vida tiene elementos históricos y otros de carácter legendario. Así, se sabe que abandonó sus bienes para llevar una existencia de ermitaño y que atendía a varias comunidades monacales en Egipto, permaneciendo eremita. Se dice, además, que alcanzó los 105 años de edad. Nacido en la egipcia Comas, se cuenta que a los 20 años vendió todas sus posesiones, entregó el dinero a los pobres y se retiró a vivir a una comunidad local haciendo vida ascética y durmiendo en una cueva sepulcral. Luego, pasó muchos años ayudando a otros ermitaños a encaminar su vida espiritual en el desierto. Y más tarde se fue internando mucho más en él para vivir en absoluta soledad.
De acuerdo con los relatos de San Atanasio y San Jerónimo, popularizados en La leyenda dorada del dominico genovés Santiago de la Vorágine en el siglo XIII, Antonio fue reiteradamente tentado por el demonio en el desierto. Su fama de hombre santo y austero atrajo a numerosos discípulos a los que organizó en un grupo de ermitaños junto a Pispir y otro en Arsínoe. Por ello se le considera el fundador de la tradición monacal cristiana.