VITORIA - En la jornada de transición del otoño hacia el invierno, que comenzó ayer a media tarde, el mercado agrícola de Navidad de Gasteiz se convirtió en el termómetro que corroboró, un año más, la devoción con la que los ciudadanos esperan esta singular fecha a modo de banderazo que da comienzo a la sucesión de banquetes de esta fechas. Para una celebración tan redonda como supuso ayer alcanzar la edición número 60, la Fundación Vital volvió a transformar el epicentro de la actividad de la ciudad en un gigantesco mercado al aire libre, además de la anexa calle Lehendakari Agirre, con 140 puestos copados por completo y sin un solo metro libre, en el que se mezclaron todas las viandas que los productores más cercanos, y otros llegados desde Girona o Zamora, que se exhibieron ante los gasteiztarras.

Desde el arranque de la fría mañana, el incesante paso de furgonetas fue la antesala a lo que luego se convirtió en una marea humana, que se dirigió de manera ordenada y pausada hasta colapsar la cuadrícula perfecta diseñada por un vitoriano insigne como Justo Antonio de Olaguíbel hace más de dos siglos. Sólo los más madrugadores pudieron constatar el frío del último amanecer otoñal, mientras los que llegaron hacia el mediodía se encontraron con unos rayos de sol más propios de otra estación y que para nada llevaron a pensar que en cuestión de horas se presentaba el general invierno a campar por las calles de la ciudad. La tradición del más de medio siglo de este arraigado mercado, ha convertido en costumbre la ubicación exacta de muchos de los puestos que ya se conocen de memoria los asiduos visitantes. Desde el mostrador de Viveros Eskalmendi no tardó en producirse el habitual encuentro con los fieles que acuden a primera hora en busca de hacerse con las existencias de muérdago. La mayoría de los compradores aludieron a las virtudes de esta planta parásito, que vive y crece junto a los robles, y que es apreciada por proporcionar devolver el apetito, regular el sueño, tonificar el metabolismo, estimular el sistema inmunitario, equilibrar la temperatura corporal de quien lo ingiere e incluso ser un remedio casero contra la agonía, en forma de gárgaras. Ninguno de ellos quiso referirse a los presuntos y legendarios efectos amorosos que, según cuenta la tradición hacen que besarse bajo ella en Navidad, conlleve no separarse nunca de un ser querido.

parada de los escolares La céntrica ubicación del mercado agrícola, en la ruta hacia numerosos centros escolares, llevó a que fueran muchos los estudiantes que apretaran el paso para adentrarse entre los puestos y disfrutar unos minutos observando a los presumidos ejemplares de gallos, capones o pollos. Sabedores de ser el centro de todas las miradas, volvieron a lucir su mejor porte para quedar retratados en multitud de cámaras y transmitidos en forma de tuit, post de Facebook o imagen de Instagram expandida a todos los rincones del planeta mediante las redes sociales. Con el avance de la mañana, mientras el sol empezó a tomar los rincones de la plaza, comenzó a llegar una riada de compradores y curiosos, con ganas de solventar parte del menú para las celebraciones de este fin de semana. Fue difícil contenerse ante los aromas a morcilla de cebolla, embutidos, quesos y rosquillas que tentaban a los visitantes que, para las diez de la mañana, ya procesionaban con dificultad y a paso lento entre los 140 stands dispuestos en la cuadrícula de la plaza y su prolongación en Lehendakari Agirre.

Los visitantes acogieron de buen grado las invitaciones de los productores a degustar pequeñas porciones de pastel vasco, queso, jamón, lomo, cecina, fuet, morcilla o tomate. Bastantes fueron los que dieron el paso y salieron cargados de la plaza con bolsas y viandas. Con los acordes de la sinfonía de La Batalla de Vitoria, obra del genio Ludwig van Beethoven, y procedentes del reloj del Ayuntamiento, el aroma de los talos y txistorra se expandió entre los presentes y las colas se trasladaron a los puestos destinados a saciar los estómagos en un ritual hamaiketako que se repite en cada jueves previo a la Nochebuena.

El gentío siguió incrementándose para caminar con problemas entre los puestos, aunque se escuchó también el comentario de algún expositor lamentando el descenso en la cuantía de las ventas de los últimos años, en contraste con el aumento imparable de visitantes.

Distintivo local. La apuesta por diferenciar los productos de Álava llevó a que en los ‘stands’ de los 56 artesanos del territorio se pudiera observar por vez primera un cartel en tonos azules en el que se señalaba el origen local de todo lo expuesto para la venta. Esta apuesta se verá reforzada para el mercado de 2018 con la previsión de conceder “una pequeña subvención” a ese colectivo de productores de Álava como medida de apoyo.

El presidente del patronato de la Fundación Vital, entidad organizadora del mercado, se mostró “satisfecho” por contemplar de nuevo la masiva afluencia de gasteiztarras a la edición número 60 del mercado agrícola y corroboró la apuesta de este evento por la “producción local y el consumo de alimentos de Álava”.

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Vendedores. Un año más se completó la lista de comerciantes llegados de los lugares más variados, que coparon los 140 puestos dispuestos en la Plaza Nueva por la Fundación Vital, como entidad organizador del mercado. Los productores más lejanos trajeron desde Girona su repertorio y variedad de embutidos. Los zamoranos de Pereruela, llegaron cargados con sus renombradas cazuelas de barro para preparar y obtener todo el sabor a los capones y pollos, como principales manjares.

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Alaveses. La Fundación Vital busca potenciar la presencia de productores locales y ayer más de medio centenar fueron alaveses. Entre ellos estuvo la exluchadora, Maider Unda, con sus reconocidos quesos Idiazabal.