Una bella estatua de piedra de San José preside el jardín de la Casa de Ancianos de las Hermanitas de los Pobres de Vitoria, la residencia que desde 1978 se emplaza en Juana Jugán, la calle que lleva el nombre de la fundadora de esta congregación femenina católica fundada en Saint-Servan (Francia), en 1839, y que, hoy en día, está presente en los cinco continentes con el objetivo de estar al servicio de los mayores con escasos recursos.

Y motivos de esta privilegiada localización, justo enfrente de su imponente fachada principal, no le faltan a esta obra, del escultor y poeta Felipe Arrese Beitia (1841-1906), realizada cuando tenía por mecenas a Nicolás de Otasu. No en vano, “si le pedimos leche a San José y se la ponemos, nos la concede”, aclara, Sor Pilar, la madre superiora de esta congregación cuyas cinco primeras religiosas llegaron a Vitoria en 1878, en una dirección primero fijada en la Casa del Cordón (calle Cuchillería), para mudarse, después, al asilo de Portal de Urbina (luego de Villarreal), que puso su primera piedra en 1882, y donde estuvo, inicialmente esta maravillosa estatua. Y que finalmente, debido a sus múltiples valores, acabaron trasladando a su actual ubicación, en Juana Jugán, cuando abrió en 1978.

Unas instalaciones en las que con toda la naturalidad del mundo, Sor Pilar cuenta cómo ocurren milagros. Aunque, eso sí, como remarca, “para entender que éstos sucedan, hay que creer”. Pese a ello, fenómenos increíbles, como estos alimentos casi caídos del cielo, como ya sucediera con el bíblico maná que Dios proporcionó a los israelitas durante su travesía por el desierto, no son una excepción en esta Casa de Ancianos de Gasteiz, al vivir de la caridad. “Hay una persona que nos suele traer, a título particular, morcillas y, a veces, cordero”, cuenta orgullosa esta hermana que lleva 53 años de “toda una vida”, como dice, entregada a estas Hermanitas de los Pobres, “pero plenamente realizada”, matiza.

Plegarias como ésta han hecho posible que las Hermanitas de los Pobres puedan dar de comer a sus 65 ancianos residentes, sin incumplir su política de no aceptar ayudas provenientes de instituciones públicas. “Piensa que vivimos de la providencia de Dios, de la caridad pública, y hay dos hermanitas que van a pedir, y eso es muy importante porque tenemos más gastos, como el personal al que tenemos que pagar y los del mantenimiento de este edificio y más ahora, que con el invierno hay que pagar la calefacción”, subraya la madre superiora.

“Una bendición” Toda esta generosidad anónima ha hecho que durante estos 135 años de existencia hayan resistido al paso del tiempo “sin que nunca nos haya faltado de nada”. Sin embargo, desde febrero de este año, se podría decir que un ángel les vino a ver: “Para nosotras, cuando la responsable de Mercadona vino a contarnos que extendía la colaboración que hasta entonces sólo hacíamos en agosto, cuando nos daban los excedentes del comedor de Nuestra Señora de los Desamparados, en el mes que cerraba, fue una bendición porque para nosotras nos ha supuesto un beneficio muy grande para la casa”, valora Sor Pilar.

Desde entonces, han recibido la entrega diaria de productos “que están en perfecto estado”, como yogures, cuando, por ejemplo, falta alguno de algún pack de cuatro y otros que tienen una fecha de consumo preferente cercana y que, por esta razón, no se pueden poner a la venta. Se trata de una iniciativa solidaria de Mercadona, que forma parte de su responsabilidad social corporativa, al igual que hace con su colaboración con la Federación de Bancos de Alimentos de Euskadi y que sólo el pasado año logró entregar 166,8 toneladas de alimentos donadas a entidades sociales, como el comedor social vitoriano de Nuestra Señora de los Desamparados y al de las Hermanitas de los Pobres de Bilbao y Vitoria.

La selección de los productos que pueden ir a estas asociaciones sin ánimo de lucro se hace en los supermercados de la capital alavesa, que Mercadona abrió en 2014, ya sea a primera hora de cada jornada o a última. Y se preparan como si se tratara de cualquier otro pedido a domicilio ya que la entrega, gracias a los recursos logísticos que pone esta firma, siempre se hace también en las mejores condiciones y de seguridad, al realizarse en furgonetas refrigeradas, como cualquiera de las que salen para llevar la compra a cada hogar.

En el caso de las Hermanitas de los Pobres, cada jornada, empleados de reparto, como Txema, aparcan en el garaje de la Casa de los Ancianos, y junto a voluntarios, como Tomás, ayudan a sacar la hilera de cestas verdes en las que van embolsados los productos y que en días como los lunes suelen ser más numerosos debido a los excedentes acumulados durante el fin de semana.

Otra hermana, Sor Josefina, pese a ir vestida con hábito blanco, ayuda también como la que más, tanto a descargarlos del vehículo y transportarlos hasta las grandes despensas y cámaras de refrigeración de la residencia. Una condición indispensable para que Mercadona decida donarles sus productos, con el fin de que el proceso cumpla con garantías de seguridad alimentaria.