En los albores del siglo XX, Euskadi, tal y como comenzó a ocurrir en Inglaterra en torno a 1848, vivió la aparición de las primeras cooperativas de consumo. Agrupaciones de trabajadores, surgidas a la sombra de grandes empresas, que buscaban obtener mejores precios en productos de primera necesidad tales como aceite, carne, azúcar, leche o carbón, con la emisión de una moneda propia. Unas chapas que entregaban a obreros y empleados para que las utilizaran en una red de tiendas asociadas a cambio de sus productos, “en una época marcada por la escasez y las cartillas de racionamiento, y en la que el estraperlo y los pesos trucados de los tenderos estaban a la orden del día”, explica el presidente de la Sociedad Filatélica Numismática Armuru de Amurrio y vocal de Numismática de la Federación Vasca de Sociedades Filatélicas, Juan Luis Perelló, que a las 11.30 horas de hoy presenta en la sala de exposiciones La Casona un trabajo al respecto, en el que lleva trabajando desde hace seis años.

No en vano, Perelló sabe bien de lo que habla, ya que fue un método de pago que él mismo utilizó. “Yo era el socio 391 de la cooperativa de empleados y obreros católicos de Lejona, y puedo asegurar que estas chapas quitaron mucha hambre”, afirma. Reconoce que la ideología estaba muy presente en estas asociaciones de trabajadores con el objetivo de dar servicio a sus afiliados y simpatizantes y, por ello, había de diferentes tendencias como nacional-católica, socialista, liberal o incluso llevadas por parroquias.

“En zonas rurales igual la gente se las arreglaba con la leña del monte, pero en las ciudades el carbón era imprescindible para calentar el hogar, y mediante estas cooperativas, se compraba más cantidad y se lograba mejor precio, mediante convenios con comerciantes. Luego cada una emitía su moneda y se las entregaba a sus empleados y socios, en plan vale por un litro de aceite, cinco pesetas de carne o dos kilos de azúcar, que canjeaban en los comercios asociados, sin entrar en deudas, ya que luego se lo pagabas a la cooperativa cuando cobrabas”, relata.

El declive de los 80 El ingenioso sistema se vino abajo con la aparición de las grandes superficies en los años 80, aunque “en Barakaldo aún persiste una, y el propio Eroski surgió de la unión de siete de estas cooperativas en la zona del Duranguesado”, informa. Álava, pese a su carácter menos industrial que Bizkaia, tampoco fue ajena a este fenómeno como demuestra la cooperativa de trabajadores vascos que se fundó en la calle Olaguíbel de Vitoria en 1934, aunque desapareció con la guerra del 36, como tantas otras. “En el propio Amurrio hubo dos cooperativas de alimentación en El Crucero y en San José, aunque no emitieron chapas, y seguro que mucha gente recuerda este mismo sistema empleado por fruterías, pequeñas tiendas, bazares o centros de enseñanza que acuñaron fichas para distintos usos y objetivos”, enumera, recordando la época en la que “tu padre te daba una chapa para que el maestro te diera un lapicero” o si retornabas un envase “ya fuera saco, caja o botella de cristal, te lo descontaban del producto, siempre que aportaras la chapa del establecimiento que demostraba que lo habías adquirido allí”.

Entre las funciones de estas fichas, hoy día de colección, también estaba el propagandístico. Los denominados jetones con el lema de empresas como cafés, cervecerías, relojerías, fábricas o balnearios a los que Perelló también ha dedicado un apartado de su libro. “Un ejemplo lo encontramos en la ficha del manantial Robaudonaden de Baranbio, que funcionó entre 1898 y 1907. En su anverso aparece el manantial con mención a las vías respiratorias y en su reverso una botella con serpientes de la medicina haciendo referencia a su agua azoada bicarbonatada. Es una chapa redonda de latón, de 25 milímetros de diámetro, y cuyo valor es de propaganda”, describe.

Fichas de juego El libro, de 205 páginas con casi de un millar de piezas históricas documentadas de la colección personal de Perelló, aunque también incluye algunas de otros coleccionistas de todo el estado, engloba, además, un apartado en el que repasa la historia de los casinos más importantes de Euskadi a través de sus fichas de juego. No faltan del club náutico de Bilbao o del gran casino de San Sebastián, donde “se jugaba mucho dinero ya que hemos encontrado fichas de principios de siglo por valor de 5.000 pesetas, que era lo que por entonces podía costar un caserío”, subraya. Ni tampoco, de los aún existentes, Círculo Vitoriano y Artista Vitoriano.

Con todo, Perelló tiene una espinita clavada por no tener en su colección fichas del, últimamente famoso, Casino de Llodio, ni del famosísimo monte Artxanda de Bilbao. “Ha sido uno de los más importantes pero nadie ha sido capaz de encontrar fichas que podamos adjudicar a esta sala. Ojalá este libro sirva para hallar alguna, porque seguro que hay gente que tiene pero no lo sabe, como ocurrió con el de Igueldo en Donostia, que no se atribuyeron las iniciales de las chapas CI a él hasta que, con la obra de los cubos de Moneo, aparecieron piezas en el subsuelo”, sentencia el autor de esta peculiar obra titulada Monedas de necesidad, jetones de propaganda y fichas de casino País Vasco Euskadi 1900-1960; no sin antes destacar que “del diseño de cada página se ha encargado Francisco Macías de Benicarló”.

La primera tirada ha constado de 150 ejemplares, de los que 65 se ha quedado la Federación de cooperativas agroalimentarias de Euskadi, colaboradora del libro. “Me los han quitado de las manos. De hecho, para la presentación de hoy en Amurrio he tenido que encargar otros 15”, asegura Perelló. El autor acaba de embarcarse en un segundo proyecto que se dedicará a fichas de casinos de todo el Estado. Este acto servirá de pistoletazo de salida a la ya tradicional exposición de sellos y monedas que, de la mano de la Sociedad Filatélico-Numismática Armuru, albergará La Casona de Amurrio hasta el 2 de diciembre.