VITORIA - La comunidad educativa y el sector de la docencia está expuesto a los vertiginosos cambios y exigencias de la sociedad actual para formar y modelar a un alumnado cada vez más preparado y competente para ingresar en el mercado laboral. La estructura formal de los planes y programas de estudio quedan definidos dentro del currículo, que fija las líneas básicas para definir el aprendizaje que se espera los estudiantes desarrollen a lo largo de su trayectoria escolar. “Hay mucha soledad en los equipos docentes ante el volumen del currículo actual y la falta de tiempo”. Así de contundente y rotundo se explica el educador social Aitor Jiménez como impulsor de una nueva metodología de trabajo que aboga por “desdibujar los límites entre la educación formal, no formal e informal configurando los Programas de Intervención Socio Educativa”, concreta. De esta manera, empiezan a ser cada vez más frecuentes y mejor recibidas las figuras de los educadores cocurriculares y su amplia lista de actividades como elementos de ayuda complementarios a la labor de los equipos docentes tradicionales en los centros escolares.

Las actividades cocurriculares comenzaron a dar sus primeros pasos en Gasteiz, en el año 2013 de la mano de Javi Artetxe Gondra en las aulas del instituto Federico Baraibar. Fue el “inicio del camino, que recibió con posterioridad el reconocimiento del centro y abrió el camino”, relata Jiménez. Fruto de aquella experiencia pionera, llegaron los programas de convivencia en las aulas del Ayuntamiento de Vitoria, que desde hace cinco años se vienen desarrollando con “resultados interesantes”, concreta Jiménez. Con ese bagaje acumulado Javi Artetxe Gondra y Aitor Jiménez, pusieron en marcha la asociación de intervención socio educativa Kokuk con la intención de impregnar un “valor añadido a la escuela encaminado a reducir la brecha que separa al alumnado que tiene un alto rendimiento del que tiene uno bajo”, remarcan ambos.

seis centros de vitoria A través de esa vía y tras el contacto con el departamento de Servicios Sociales de Base del Ayuntamiento es cuando, hace cuatro años, se comenzó a trabajar en los centros escolares. “Se trata de desarrollar acciones motivacionales, fuera del horario escolar, y que se orientan dentro de las necesidades y el guión que nos marcan los equipos docentes de cada centro”, define Jiménez, a la hora de explicar los trabajos que desde Kokuk llevan a cabo con los alumnos. A lo largo de estos cuatro años la metodología se ha asentado e integrado en la actividad de media docena de centros de Vitoria. La ikastola de Abetxuko, los colegios de Santa María, Vera Cruz y Miguel de Cervantes, además del Instituto Federico Baraibar se han incorporado a la corrientes de los proyectos cocurriculares para mejorar y complementar la formación de sus alumnos.

El fin último del Programa de Intervención Socio-Educativa Cocurricular (PISEC) es que el alumnado sea, progresivamente, “más sano, autónomo y solidario. Para ello los estudiantes tendrán que iniciar un proceso voluntario de incorporación en actividades cocurriculares donde vivenciar experiencias significativas y gratificantes que les permitan incrementar sus competencias y participar activamente” apostilla Aitor Jiménez. Estas actividades cocurriculares se entienden como “microproyectos enfocados para trabajar con aquellos alumnos que nos solicitan los equipos docentes del centro”, indica Javi Artetxe. Cada actividad programada tiene una secuencia adaptada a cada situación, más simple o más compleja, según el diverso grado de generalidad y especificidad. Son acciones dirigidas a incrementar las competencias del alumnado mediante experiencias significativas donde participa de manera voluntaria interaccionando con la comunidad, convirtiéndose de esta manera en una extensión de la educación formal”, relatan los fundadores y socios de Kokuk. Un ejemplo palpable de esta interacción se ha llevado a cabo esta semana en Federico Baraibar. Un grupo de alumnos han representado una pequeña obra de teatro, vinculada a la celebración de Halloween. Contaron además con la ayuda de un vecino próximo al centro “de 93 años y que ha sido actor”, resalta Jiménez. De esta manera se logra esa interacción con la comunidad y que es una de las vías que contribuyen a mejorar los parámetros de la educación formal.

Esa línea de trabajo lleva también a buscar que sean “los propios profesores los que vean a sus alumnos fuera del ámbito docente y el horario escolar”, indican. Con esta premisa en uno de los programas llevados a cabo un “emocionado profesor” pudo contemplar cómo uno de sus alumnos “más rebeldes” participó y completó uno de estos microproyectos encaminados a reforzar su educación “ayudando a un anciano residente de una de las residencias con las que llevamos a cabo las interacciones. Fue toda una experiencia de un momento único”, rememora con nostalgia y satisfecho Jiménez.

DIVERSIDAD DE LAS ACCIONES Otro de los objetivos que se busca con estas actividades cocurriculares es que sean unas acciones diversas. “Es importante que se sume alumnado de otros centros educativos o buscar la colaboración con otras asociaciones y agentes sociales para favorecer la consecución de los objetivos marcados”, asevera Artetxe. A través de las mismas se busca incrementar las competencias de los alumnos implicados. Su conexión con el currículo permite que el equipo directivo, personal docente y el departamento de orientación del centro informen y pauten al educador cocurricular sobre las competencias a potenciar en cada alumno para incrementar su rendimiento académico, “Mediante un informe de seguimiento se valora cada caso readaptando, si es necesario, la intervención socio-educativa”, concretan los responsables.

Al desarrollarse algunas de ellas fuera del horario lectivo, se configuran además como “proyectos de ocupación del tiempo libre”. Ofrecen una alternativa de ocio positiva y un nuevo escenario donde los alumnos pueden desarrollar al máximo sus competencias, “especialmente las personales, sociales y ciudadanas, promocionando su salud, autonomía y solidaridad”, enfatiza Jiménez. Remarcan también los dos educadores sociales la importancia de que el coste de estas actividades no sea un impedimento para la participación del alumnado. “Se pueden fraccionar los pagos en algún caso o elaborar un plan de autofinanciación, si fuera necesario”, explican para animar a todos los padres.

El proyecto ya tiene cuatro años de existencia en Vitoria y los resultados obtenidos hasta la fecha son plenamente satisfactorios. De un lado, se constata la idoneidad de estas actividades con los alumnos sobre los que se ha trabajado. “En las encuestas realizadas estamos en cifras del 47% de respuestas en las que los propios chavales señalan como positivos los resultados. La rentabilidad social de este proyecto es grande”, concluye satisfecho, además de haber espantado ese “miedo o temor al intrusismo” entre la comunidad docente tradicional.

Actividades cocurriculares. Herramienta metodológica fundamental para articular la intervención socio-educativa en el medio escolar el trabajo por proyectos. Se trata de acciones intencionales que se desarrollan tanto en horario lectivo como fuera del mismo, dirigidas a incrementar las competencias del alumnado mediante experiencias significativas. La participación es voluntario interaccionando con la comunidad, convirtiéndose de esta manera en una extensión de la educación formal.

Educadores cocurriculares. Una nueva figura que ayuda y colaborar con los equipos docentes de cada centro ocupándose de los alumnos sobre los que gira el programa diseñado.

Este educador social, junto con su socio Javier Artetxe, trabaja desde hace cuatro años en los proyectos y actividades cocurriculares. Remarcan la “gran rentabilidad social” de esta metodología a la hora aliviar la “soledad de los equipos docentes ante la falta de tiempo y el volumen creciente de los respectivos programas y contenidos”, especifican.