una cifra no es más que un número, hasta que se hace un esfuerzo por ponerle una cara. Es lo que Stalin solía resumir diciendo que una víctima con nombre y apellidos es una tragedia y un millón de ellas, pura estadística. Una cita que bien podría resumir los emotivos testimonios que durante cinco meses se han podido escuchar en la Oficina de Atención a las Víctimas del Franquismo, impulsada por la Diputación alavesa, gracias a un convenio con la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Una puerta de entrada en la que por primera vez, de forma oficial, todas las víctimas de este territorio y sus familiares han tenido la oportunidad de dar su versión de los hechos sin importar el punto de la geografía alavesa donde éstos sucedieran gracias a su carácter itinerante, al inaugurarse primero en Vitoria, donde estuvo desde junio hasta finales de agosto, para recorrer, a continuación, las diferentes cuadrillas.

Durante este casi medio año, la experta en historia oral, Sara Hidalgo, ha recabado 140 historias de personas que en Álava fueron víctimas de la represión del franquismo por sus diversas causas, sacándolas del ostracismo en el que se encontraban. Tal fue el caso de la violencia, torturas o todo tipo de condenas que tuvieron que soportar todos los que sufrieron por ser del bando perdedor de la contienda civil, como todas las que siguieron durante la dictadura por no comulgar con su ideología. Todo ello ha sido narrado en unas “jornadas frenéticas”, como las califica Hidalgo, “con cerca de un testimonio diario”. Un esfuerzo que para esta historiadora es de “agradecer”, al animarse a remover unos recuerdos que por dolorosos que fueran eran necesarios relatar para arrojar luz en este oscuro episodio de Álava. Unas expectativas que se han superado, “pero no se puede decir que el mapa de víctimas esté acabado, pero sí que está un poquito más cerca. Este trabajo lo que viene a completar y a complementar es el que ya han hecho los historiadores sobre la represión. Y en este sentido al final la historia oral es verdad que te da datos, como, por ejemplo, saber por qué detuvieron a alguien porque no queda muy claro ya que no se sabe todo. Entonces, llega la familia y te dice: mira, en realidad tenía esta relación, había ido a tal sitio... Y dan una mejor comprensión de este fenómeno”, aclara.

Aparte de esos 140 testimonios, “se ha acercado muchísima más gente a buscar información o a consultar cosas”. Por eso, el balance de la oficina no podía ser mejor. “Sí que teníamos la experiencia de Navarra, que había sido bastante exitosa, pero hemos iniciado un camino que al final ha sido exitoso”, añade esta doctora en ciencias políticas, especializada en historia oral y violencia política. Había ganas de contarlo, gracias a que “estamos en algún momento que para alguna gente se ha abierto un camino, porque está habiendo muchas iniciativas, se están haciendo homenajes que han visto en el periódico y también se ha producido el efecto bola de nieve, del boca oreja, y eso les está animando a hablar. A ello también ha contribuido el apoyo de una institución, como en este caso el de la Diputación alavesa. Pero nunca sabes y al final la acogida ha sido buena”, afirma.

Por cuadrillas Haciendo números, la oficina de la capital gasteiztarra, que se ubicó en la Plaza de la Provincia, es la que concentra más número de víctimas, con 115 relatos aproximadamente. Además, los numerosos testimonios recogidos en Gasteiz también se explican, como especifica esta experta, porque “si se produjo la represión en el pueblo, hay familiares que se fueron a vivir a Vitoria. Entonces, también tengo recogido los testimonios de las cuadrillas por sus descendientes”.

Fuera de la capital “sí que es verdad que ha habido menos gente, porque aunque muchos se han interesado no todos se animan a declarar”. En total, en las diferentes cuadrillas fuera de Vitoria han sido cerca de 25 los testimonios registrados. “En lugares como Labastida, Elciego también hubo bastante represión, y en la parte norte, que quedó dentro de la franja republicana, también hubo mucha gente que se pasó al ejército vasco, como en la zona de Aramaio, cercana a Mondragón. Y en Respaldiza, donde hubo unos siete casos”, detalla Hidalgo. Por tanto, la represión en el mapa de Álava es “muy dispersa”.

Diferentes también han sido las experiencias a la hora de relatar lo vivido: desde los que acudían con nervios, a los que lo hacían más calmados, “posiblemente porque eran los que más lo habían hablado en sus casas”.

“Ha habido de todo: lágrimas e incluso rabia, de gente que lo tenía atrás, como intencionadamente olvidado, y cuando lo contaban decían: “¡Cómo nos hicieron esto!”.

Sea como fuere, “emocionalmente la oficina ha sido muy intensa” por todas estas historias que han servido para rescatar la memoria histórica de Álava. “Para ellos entrar en un edificio oficial y que alguien les escuche, es brutal”, añade Hidalgo, quien no puede afirmar si contarla ha sido reparadora “porque eso lo tendrán que decir ellos”, pero, al menos, es un primer paso.