llodio - El equipo de arqueólogos profesionales del grupo de investigación en patrimonio conocido de la UPV que, dirigido por Sergio Escribano, está desenterrando los secretos del pasado del santuario de Santa María del Yermo (Ermualde) y en el entorno de Santa Lucía en Llodio, no deja de llevarse sorpresas.
Y es que, si ya tuvieron que ampliar a septiembre la tercera intervención arqueológica que iniciaron en julio, tras toparse con una peculiar estructura sepulcral (un encajonado de los siglos XVI-XVII), un nuevo hallazgo en el último día de la campaña de este año les ha llevado a pedir los permisos necesarios para poder continuar las excavaciones en el interior del templo, al menos durante un año más.
“Estábamos decididos a tapar la excavación de este año, cuando el último día, al colocar las losas, encontramos una nueva secuencia de enterramientos”, explica Escribano, en referencia a la cubierta monolítica de una tumba, “más típica de los siglos IX-X”, cuando hasta ahora se había fijado en los siglos XI o XII el origen de la iglesia que se destruyó para erigir el actual templo, datado en el siglo XV-XVI.
Con todo, el experto prefiere ser cauto y no dar por hecho que losa e iglesia compartan antigüedad, ya que “no podremos saber si es original o está reutilizada hasta que no excavemos allí”, apunta.
De hecho, este tipo de estructuras, al igual que el muro y la escalera de la anterior iglesia encontrados, no son nada habituales de hallar, puesto que tendían a reutilizarse dada la calidad de la piedra. “Puede que al levantar la tapa del sarcófago nos encontremos que lo de abajo no corresponde a esa época. Lo que sí sabemos, gracias a tesis como la de Iñaki García Camino, es que, sólo por su tipología, es del siglo IX. Algo que, en caso de resultar que ha sido reutilizada en el templo, si nos habla de un hábitat anterior a éste”, subraya Escribano.
El experto volverá a dirigir los trabajos de excavación entre los meses de junio y julio de 2018. Para ello ya cuenta con el permiso del Ayuntamiento, que seguirá financiando la investigación, así como con el de la parroquia y el obispado, propietarios del templo, que han puesto como condición que, en lugar de tres semanas de excavaciones en dos tandas, hagan una única campaña de mes y medio, para al año siguiente no excavar y centrarse en otras actividades para las que hay que redactar ahora nuevo proyecto, adelanta Escribano.
Conservación excepcional Con todo, lo que de verdad ha llevado a los arqueólogos a querer seguir excavando y no cubrir lo descubierto, es su excepcional estado de conservación. “La segunda iglesia tiene un muro de un metro que se ve y unas escaleras increíbles, además de dos sepulturas que no pertenecen a ese segundo templo sino al primero, porque se ve que están giradas un poco respecto a la pared. En serio, lo que tenemos aquí no lo he visto ni en Roma, la calidad de conservación es espectacular y era como un pecado, a nivel científico por lo menos, taparlo de nuevo y dejarlo para siempre bajo tierra”, explica Escribano.
No en vano, este mismo motivo les ha llevado a completar las charlas que se llevarán a cabo en noviembre, dentro de las habituales jornadas de divulgación sobre Ermualde, con nuevas visitas guiadas al enclave, pese a que en julio se dijo que las de este verano iban a ser las últimas. “La gente tiene que verlo con sus propios ojos”, insiste el equipo a cargo de la investigación, que ya en la fiesta del parque de Lamuza del pasado día 7 organizó un taller de arqueología, en el que explicaron a la población su trabajo.
Los que ya han tenido la oportunidad de verlo fueron la semana pasada los concejales de Llodio; y, ya el pasado mes de julio, una delegación del Gobierno Vasco, que mostró su intención de renovar la financiación que permitirá seguir sacando a la luz los secretos del yacimiento, haciendo del entorno un punto arqueológico y patrimonial de considerable potencial turístico y cultural.
Anteriores hallazgos En lo que se refiere a lo encontrado este verano, destaca el ya citado encajonado. Una especie de estructura de madera, dividida en tramos en los que se realizaban enterramientos de forma organizada o jerarquizada.
Y es que, los suelos del interior de las iglesias fueron utilizados como cementerios desde el siglo XIV pero, a medida que crece la población, sobre todo a partir del siglo XVI, surgió la necesidad de racionalizar de alguna forma el espacio. “Se conocen los encajonados del siglo XVIII, pero lo peculiar del de Ermualde es que es del siglo XVII y, además de su buen estado de conservación, porque lo hemos encontrado intacto, es que esta situado frente a la puerta y debajo del coro. Una estructura que ya estaba construida en aquella época y bajo la que no se suelen realizar enterramientos, y de ahí que el hallazgo nos haya resultado impredecible y toda una sorpresa”, matiza el director de la excavación.
Otra rareza de este encajonado es que estaba dividido en cuatro tumbas, pero una de ellas no fue utilizada, y otra solo en parte y por un niño, cuya vestimenta también ha causado cierta expectación. Y es que llevaba un gorro de hilos de plata que se suma a las 50 monedas que aparecieron el año pasado. Esto hace pensar que “es un lugar ligado a la oligarquía por la riqueza de estos enterramientos, ya que se deshacían de objetos valiosos”, apostilla.
No obstante, la zona era también agrícola y campesina como demuestran las ericeras (recintos para recoger castañas), caleros o lagares de sidra del entorno, que apuntan a Ermualde como un posible parque temático de la historia de Euskadi.
La puesta en valor del complejo se verá impulsada cuando se complete la rehabilitación de la casa cural, que albergará varios servicios, entre ellos un bar y un restaurante con capacidad para 31 personas que sirva como punto de referencia y lugar de encuentro para las rutas naturales que parten del santuario. El Ayuntamiento contempla situar en la planta superior una vivienda para las personas encargadas de cuidar este entorno.