VITORIA - La festividad de Olarizu marca en el calendario gasteiztarra el cambio entre la escasa actividad estival de los meses típicamente vacacionales, con el retorno al pulso habitual de la ciudad y el cambio hacia una meteorología más otoñal. No fue una excepción la jornada de ayer que, desde primeras horas de la mañana, se encargó de recordar los días oscuros, plomizos y lluviosos que están por llegar en los próximos meses. A ese factor hay que achacar la desangelada asistencia que se registró en las campas de Olarizu durante toda la jornada y solo mitigada levemente en las horas centrales de la tarde, cuando se vivieron los momentos de mayor concentración de romeros.
La fina lluvia de las primeras horas de la mañana y la amenazante presencia de grises nubarrones invitaron a una gran parte de potenciales asistentes a renunciar al paseo matinal hasta la cruz del cerro que permite contemplar todos los dominios de la capital alavesa. No sirvió ese agua como excusa a gran número de los miembros de la Corporación que, con puntualidad, se citaron a las nueve de la mañana en la Plaza Nueva para afrontar el tradicional recorrido a una parte de los mojones que delimitan el término municipal. Con el alcalde, Gorka Urtaran, al frente acompañado por el responsable de Urbanismo, Iñaki Prusilla, y los coordinadores de Alcaldía Mikel Gurtubay y Álvaro Iturritxa, otros ediles como el teniente de alcalde, Peio López de Munain (PSE), Antxon Belakortu o Félix González, de EH Bildu, los populares Miguel Garnica, Alfredo Iturricha, Gustavo Antepara e Iñaki García Calvo, además de Jorge Hinojal (Podemos) y Óscar Fernández (Irabazi). Fueron en total una docena de concejales los que se animaron a vestirse de corto y la ropa de monte para completar el exigente y complicado recorrido de 6,1 kilómetros y certificar la correcta ubicación de los mojones. La abertzale Ane Aristi fue la única mujer de los ediles que se animó a completar la marcha entre el resto de compañeros masculinos.
El hito 9H, situado en Hueto Abajo, fue el punto en el que comenzó la marcha. A ella se unieron representantes de las diferentes juntas administrativas de las 63 entidades que componen el término municipal de Gasteiz. También hubo representantes forales, como el diputado de Agricultura, Eduardo Aginako, además del juntero de EH Bildu Kike Fernández de Pinedo y el parlamentario vasco de la misma formación Mikel Otero. Precisamente los soberanistas no se olvidaron de la festividad de la Diada de Cataluña y Félix González enarboló una estelada (bandera independentista) al inicio del recorrido.
El itinerario diseñado por el departamento municipal de Servicio Rural transitó por entidades como Hueto Arriba, Hueto Abajo, Legarda o Artaza de Foronda. Esto permitió que representantes de las entidades locales aprovecharan la presencia de la primera autoridad municipal para dar notoriedad a sus reivindicaciones. Así, en uno de los tramos los vecinos contrarios a la construcción del dique en el río Zaia desplegaron una pancarta al comienzo del recorrido de la comitiva.
De esta forma fueron repasando los concejales los 19 mojones marcados en el recorrido y enfilando la llegada a la Casa de la Dehesa, en el epicentro de la romería. Al filo de las tres de la tarde llegaron los montañeros y allí se les unieron el resto de ediles que optaron por quedarse en la sede municipal, antes de compartir una comida de hermandad y olvidando las rencillas de la actividad diaria, que hoy retomarán.
EXITOSA ALUBIADA La llegada de los representantes consistoriales a la campa coincidió en el tiempo con la entrega de las últimas raciones de una alubiada popular, que fue el mejor reconstituyente y premio para los osados que decidieron acercarse al mediodía a Olarizu. Los 170 kilos de alubia alavesa y los 50 de sacramentos que sirvieron de sabroso acompañamiento, fueron cocinados por los miembros de Boilur en siete enormes cazuelas. El aroma de los condimentos fue arremolinando a los comensales alrededor del punto de reparto que arrancó, a las 12.30 horas, la distribución de las 1.500 raciones. Hasta las tres de la tarde hubo alubias disponibles para unos ansiosos romeros que encontraron en este producto típico la mejor manera de entonar el cuerpo y combatir un mercurio que, con dificultad rebasó los 16 grados, y ofreció la permanente amenaza de unas grises nubes. Fue unánime el éxito de este reparto de legumbres, así como la excelente mano de los cocineros que las llevaron a su punto exacto de cocción para ser degustada en una típica jornada del gris y nublado otoño vitoriano.
Terminadas las alubias, Olarizu se transformó en un auténtico erial con pequeños grupos de vitorianos desperdigados en la amplitud de la campa. Las mesas y bancos de piedra registraron su mejor estampa y fueron el improvisado restaurante de cuadrillas y familias que lograron hacerse con uno de estos privilegiados puestos. La imposibilidad de sentarse en el reverdecido césped, por la lluvia matinal, espantó a muchos vitorianos para acercarse a comer uno de los talos, pintxos o bocadillos que se ofertaban desde el rosario de puestos que animaban las vías de acceso a Olarizu.
Hubo que esperar a que avanzara la tarde para que la campa registrara un mejor aspecto. La llegada de los más jóvenes y las familias empezó a dar color y vida a una desapacible jornada. Los sones de los incombustibles Joselu Anaiak llenaron de música el ambiente, mientras hubo valientes que intentaron llegar a lo más alto de la cucaña.
La colección de juegos hinchables fue también otro de los polos de atracción vespertina, después de una mañana en la que el agua impidió que los más pequeños pudieran botar y saltar sobre ellos. Cerca de este punto el aroma del pintxo solidario impregnó el ambiente.